Ruta por la Metrópoli Verde: paseo circular desde Villafría a Los Barrerones y el Gran Rebollo

Tiempo: 2h Distancia: 10 km Dificultad: fácil Desnivel: 250 m

Primeros días de un otoño luminoso, con una brisa templada que incita a la caminata que esta vez será un paseo sencillo entre bayas coloridas y frondosos hayedos.

Arranco con ganas desde Villafría de San Zadornil siguiendo las señales verdes que indican a Los Barrerones. En las campas las quitameriendas (Colchicum montanum), de las que ya hablé aquí, parecen haber sido cultivadas por algún paisano dada su abundancia.

Espectacular floración de la quitameriendas

La pista es horizontal y en los bordes muchas especies ya han fructificado: escaramujos, espinos albares, acebos, endrinos, zarzamoras… Nos acompañarán permanentemente en la ruta.

Tras 15 minutos el camino, siempre balizado hacia Los Barrerones, gira a la izquierda bajo la mole del Valdelamediana, peña calcárea de la Sierra de Artzena.

Monte Valdelamediana desde el camino

La pendiente aumenta suavemente entre pinos y hayas, que ya están cargadas de hayucos u obes, como se les conoce en el valle (en euskera, pagatxak). Imagino a las torcaces dándose el atracón de esos frutos ricos en aceites que les darán la energía necesaria para migrar al sur.

Poco después llego al área de Los Barrerones, con mesas y bancos para el descanso. Una señal indica que muy cerca se encuentra el Refugio del Boj. Al acercarme veo que en el hayedo, efectivamente, crece este arbusto (Buxus sempervirens y ezpela en euskera) como si fuera una especie escasa; sin embargo, los que han caminado por la cresta de la Sierra de Artzena saben bien que el boj allí arriba crece de manera tupida y se convierte en el dueño de esas alturas.

Retorno al camino que sigue en moderado ascenso y llego al Mirador Panorámico (50´), donde han situado un panel sobre la geología de estos parajes (es curioso enterarse de que el suelo que pisamos fue fondo marino hace unos 100 millones de años). Las vistas son amplias y dominadas por los montes Vallegrull, Recuenco, Peña Karria, El Raso… Además, un bonito mostajo (Sorbus aria y hostazuria en euskera) aporta color con sus frutos rojos.

Peña Karria desde el Mirador Panorámico
Frutos del mostajo

Vuelvo a la senda que ya comienza a descender bajo el monte Revillallanos y en breve llego a una bifurcación, donde giro a la izquierda dirección al Gran Rebollo y Villafría.

Monte Revillallanos desde el camino

A pocos metros se encuentra el camino que me conduce al Gran Rebollo, un ejemplar del roble rebollo o melojo (Quercus pyrenaica y ametza en euskera) que por sus dimensiones merece una visita.

El Gran Rebollo (Quercus pyrenaica)

Retorno a la senda principal y ya con mayor pendiente desciendo por un hayedo por el que discurre un arroyo; llego a un nuevo cruce y sigo las indicaciones a Villafría (hay que hacer lo mismo en la siguiente bifurcación).

El camino ya es llano, con numerosos rebollos y castaños, algunos centenarios, cargados ya de erizos de los que caerán las castañas.

Y así, con calma y disfrutando de la brisa y el sol, llego a la carretera que en pocos metros me devolverá a Villafría de San Zadornil.

En este enlace de Wikiloc podéis seguir la ruta:

https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/ruta-circular-desde-villafria-de-san-zadornil-por-los-barrerones-148217253

En verde, la ruta sobre el mapa de La Metrópoli Verde

Caminando por la Metrópoli Verde: ruta botánica circular por Villafría y El Ampo

Tiempo: 2h 15 min. Distancia: 8 km Dificultad: fácil. Pendiente acumulada: 180 m

De nuevo en la Metrópoli Verde para realizar esta vez una sencilla ruta otoñal que pasa junto a diversos tipos de árboles que los responsables del espacio natural han indicado con paneles y textos literarios por algún aspecto singular de los mismos.

La Sierra de Artzena con su ladera cubierta de un hayedo con colores verdes y amarillos del otoño
Otoño en la Sierra de Artzena vista desde Villafría

Partimos de Villafría de San Zadornil con las hayas de la cercana Sierra de Artzena ya coloreadas por el otoño. Junto al aparcamiento habilitado para visitantes y senderistas un cartel verde indica el sendero que realizaremos, el de El Ampo, que entre frutos de endrinos, escaramujos y diversas especies arbóreas desciende hasta una barrera metálica, la Puerta de Valderejo, límite de Burgos con el Parque Natural de Valderejo (este camino lo describí a la inversa en la ruta de Santa Ana y Ribera).

Hojas con colores rojo y amarillo del arce de Montpellier caídas en el suelo
Hojarasca del arce de Montpellier

Sin cruzar la barrera, el camino se curva a la derecha y lo continuamos en ascenso, con arces campestres, de Montpellier, pinos y hayas como acompañantes. A nuestra derecha circula,oculto por el follaje, el arroyo del Ampo, que da nombre a la primera parada que realizamos, la de la fuente del Ampo, con mesas para el descanso y un panel que señala la abundancia de acebos (Ilex aquifolium) en ese lugar. El texto del panel alude a la tristeza que siente un acebo macho que se enamora de una hembra y es que, efectivamente, esta especie tiene sexos separados y cada ejemplar desarrolla solo un tipo de flor, femenina o masculina, lo que dificulta su reproducción. Pero una vez conseguida, la hembra formará esos frutos rojos tan conocidos como tóxicos para nosotros aunque golosinas para las aves, que se encargarán de que la especie perdure.

Frutos de color rojo y hojas verdes espinosas del acebo
Frutos del acebo

Continuamos la pista y en un cercano cruce de caminos seguimos recto descartando el de a la izquierda que nos llevaría al pueblo de Arroyo. Después, en un nuevo cruce en un claro, hemos de tomar la senda de la derecha, balizada con un cartel que indica a Los Enebros.

Pinar con el suelo cubierto de helechos verdes y amarillos por el otoño
Pinar de pino silvestre con helechal y numerosos acebos

Toca ahora descender por un pinar bien conservado con helechos verdes y amarillos donde abundan de nuevo los acebos. Poco después llegamos al claro de Los Enebros (Juniperus communis) con bastantes ejemplares cargados de sus frutos que sirven para aromatizar la ginebra. El panel nos indica que cuando el ser humano abandona los pastos arrebatados al encinar, los enebros son de los primeros en recuperar el espacio perdido por el bosque.

El ambiente de la pista ahora cambia, pues la orientación sur hace de las encinas las reinas del lugar. Estamos en el “Barrio de las Encinas” y al de poco llegamos al Madroño Solitario (Arbutus unedo). Protegido por un vallado, el panel que lo acompaña nos recuerda que los madroños fueron habituales en épocas más cálidas anteriores a las glaciaciones y que en la actualidad es una especie escasa en Valdegovía y San Zadornil (hablé sobre el madroño en esta entrada).

Seguimos el descenso hasta confluir con otra pista y giramos a la derecha, dirección a Villafría. A pocos metros otro panel nos ilustra sobre La Vieja Encina (Quercus ilex), un bonito ejemplar que junto con el resto de sus congéneres ya está cargado de bellotas, me imagino que para deleite de torcaces, jabalíes, corzos y demás fauna.

Seguimos caminando y confluimos con la carretera BU-V-5531 que nos devuelve a Villafría (1,4 km). A la entrada de este apacible pueblo hay dos señales curiosas, como podéis ver en las imágenes (especialmente entrañable la de los niños).

Para finalizar con esta cómoda ruta os muestro los frutos otoñales de algunas plantas del recorrido.

Y aquí algunas de las hojas otoñales de diversos árboles de la ruta.

Mapa de la web de la Metrópoli Verde. En rosa, la ruta descrita
Mapa de la ruta

Nombres en euskera de las especies mencionadas:

Endrino: elorri beltza / escaramujo: arkakaratsa / arce campestre: astigarra / arce de Montpellier: ihar frantsesa / haya: pagoa / acebo: gorostia / enebro: ipurua / madroño: gurbitza / encina: artea / castaño: gaztainondoa / muérdago: mihura / espino albar: elorri zuria / roble marojo: ametsa

Nota: en los próximos días voy a añadir más mapas a las rutas de la Metrópoli Verde y variar el etiquetado de varias entradas. Si os llega un mensaje de WordPress advirtiendo de las modificaciones podéis obviarlo pues se refiere a esos cambios.

Ruta circular desde Bóveda al monte Peña Alta (1.022 m) y descenso por el Puerto de La Horca

Tiempo total: 4 h 30 min Distancia: 16 km Dificultad: fácil Desnivel: 330 m

Peña Ata de Losa (1.022 m) se encuentra en el extremo occidental de la sierra de S. Pedro de la Risca, en tierras del valle de Losa aunque pegado a los extensos pastizales de La Granja, en Bóveda (Araba).

Cumbre de Peña Alta de Losa

La ruta es algo larga pero no exige un gran esfuerzo pues la pendiente siempre es suave. ¡Arranquemos!

Comienzo a caminar a la altura del numero 60 de la Calle Real de Bóveda, pasando junto a la fuente- lavadero y tomando la pista asfaltada de la izquierda tal como indico en la toma de Google Maps al final del texto. Llego a una bifurcación con una construcción de ladrillo y continúo por la izquierda hasta dar con una barrera metálica. Varios arbustos han comenzado ya a exponer sus frutos a las aves, como los escaramujos del rosal silvestre (Rosa canina), el saúco (Sambucus nigra) y el espino albar (Crataegus monogyna).

Tras la barrera comienza una bonita zona de pastos y encinas clareadas con aspecto de dehesa, aunque poco después la pista se adentra en un pinar mezclado con hayas.

Camino sin esfuerzo y más arriba, en una curva, un camino que asciende se me une por la derecha y poco después, en una bifurcación con aspecto de Y prosigo por el camino de la izquierda hasta dar con la cruz de Leocadio (1891), hecha de hierro.

Más arriba, cuando acaba la pendiente, el camino se curva de nuevo y se une con otro. Es el momento de girar a la izquierda para encontrarnos ahí mismo el barrerón metálico de Muniteri, muga entre Bóveda y Losa.

Cruzo la barrera y tomo la ancha pista de la izquierda que limitada por una alambrada tiene aspecto de cortafuegos. Estoy en tierras burgalesas y sigo cómodamente hasta una nueva bifurcación, en la que tomo la opción de la derecha (si siguiera recto llegaría al portillo que utilizaré en el descenso). Y así, sin darme cuenta, llego a un pastizal cubierto de quitameriendas (Merendera montana) con algunos cardos azules (Eryngium bourgatii) a pocos metros de la cumbre de Peña Alta, a la que llego tras 1 h 40 minutos de caminata.

Disfruto de las vistas: frente a mí la mole del Recuenco, a mi espalda, los pastos de La Granja, hacia el oeste San Pantaleón de Losa y hacia el E, Peña Karria y la Sierra de Artzena.

Panorámica desde Peña Alta con Peña Karria y la Siera de Artzena al fondo

Para descender me dirijo hacia el E (izquierda según se mira al Recuenco) por un difuso sendero que discurre paralelo al corte con el barranco hasta encontrar un portillo con una puerta de madera. Lo atravieso para continuar por una buena pista balizada con señales blancas y amarillas del PRC-BU-62 que conduce a Río de Losa. La cómoda senda me permite descender por la ladera norte del monte camino al puerto de La Horca.

Siguiendo las balizas llego a la fuente de Camoro y su abrevadero, un lugar agradable entre elegantes encinas. Es el momento de dejar el PR y girar a la izquierda para seguir las señales rojas y blancas del GR-1 que me dejan en la carretera A-2622/ BU-553, a 350 m del puerto de La Horca.

Fuente y abrevadero de Camoro rodeado de encinas

Llego al puerto y cruzo un paso de alambrada ubicado en la margen derecha; asciendo un poco para retomar las marcas del GR-1 y comienzo ya a descender con la carretera siempre a la vista. Llego así a unos cultivos que atravieso hasta dar con un giro a la derecha que me aleja de la carretera para bordear una colina.

Tras el rodeo veo de nuevo la carretera a unos 200 m. Atención! (*): es el momento de meterse por la derecha en la espesura junto a un arroyo (ahora seco) para ver un paso de caballete de madera y la pintura roja y blanca. Después aparece un claro y una buena senda que asciende casi 1 km por un pinar y que posteriormente, en un giro balizado, desciende al abrevadero de Los Pozos. Una señal indica que sólo quedan 2,3 km por el GR-1 hasta Bóveda .

El aromático orégano en flor

Sigo las marcas atravesando un bonito hayedo y tras desembocar en unos pastizales con encinas, prosigo por una pista agrícola en cuyos bordes todavía perdura el oloroso orégano (Origanum vulgare). La pista me conduce con rapidez a Bóveda justo hasta el punto de inicio de la ruta.

Nota referida al asterisco del texto: si estamos ya cansados y sin ganas de ascender hasta el paraje de Los Pozos, podemos acceder en ese punto a la carretera A-2622 y volver cómodamente a Bóveda (1,9 km).

Detalle del inicio de la ruta en el nº 60 de la Calle Real en Bóveda
Mapa de la ruta

Nombres en euskera de las especies mencionadas:

Rosa silvestre: arkakaratsa / saúco : intsusa beltza / espino albar: elorri zuria / quitameriendas: askari lorea / orégano: oreganoa

Ruta al monte Arrayuelas (1.119 m) desde Bóveda

Tiempo total: 3h 30 min Distancia: 13 km Dificultad: fácil Desnivel: 430 m

Esta vez toca ascender a esta cima que hace de frontera entre el valle de Bóveda y el Parque Natural de Valderejo. Una ruta sencilla de seguir que ofrece como premio las vistas al circo de Valderejo hacia el sur y la sierra de la Risca, muga entre Valdegovía y las tierras de Losa (Burgos) hacia el NO.

Campo de trigo amarillo y el pueblo de Boveda
Campos de cereal y Bóveda al fondo

Comienzo a caminar frente al centro social de Bóveda hacia una bifurcación de pistas agrícolas para tomar la de la izquierda. Tras un corto ascenso, llaneo por el paraje de San Pelayo entre campos de cultivo y la cima del Arrayuelas a la vista, a la izquierda de una antena repetidora.

En el paisaje domina el amarillo cereal y el verde oscuro de pinos y carrascas, y, ahora que la flora está marchita, el toque de color lo dan los frutos de la morrionera (Viburnum lantana) y las endrinas (Prunus spinosa), que ya azulean.

Tras un descenso, atravieso un arroyo y llego a una cancela metálica, tras la que surge una bifurcación. Por la izquierda iríamos a Tobillas por el GR-1 Histórico; yo continúo por el de la derecha que señala hacia el Portillo de la Sierra y al pueblo de Lalastra, ya en Valderejo.

En un ambiente fresco donde además de las hayas abundan los avellanos, arces y algún que otro tejo, camino junto a la fuente de La Tejera y al riachuelo (ahora seco) que ya describí en esta entrada invernal. Entonces el agua saltaba por el estrecho cauce de color hueso; ahora, con el estío, está seco.

Llego a un claro donde confluyo con una pista que asciende por mi derecha. Giro a la izquierda camino de Lalastra y con el cambio de ladera, ahora sur, las carrascas que aguantan bien el sol, se adueñan del paraje.

Dos mariposas del tipo de las zygaenas están copulando sobre una flor azul
Cópula de las mariposas zygaenas

Veo también algunas zygaenas (Zygaena spp.) libando en las pocas flores que quedan. Su diseño alar me sigue recordando a un bonito papel de regalo.

Comienza la pendiente, que se hace notar, aunque de nuevo el hayedo me reconforta con su sombra.

Y así, poco a poco, y con el espliego ya en flor, llego al Portillo de la Sierra. Un cartel advierte de la prohibición de caminar hacia el monte Recuenco entre el 1 de enero y el 15 de agosto para no molestar a los buitres leonados, que en esa época sacan adelante a sus pollos

A mis pies está el pueblo de Lalastra y hacia el oeste veo una antena repetidora hacia la que me dirijo por una buena pista.

Panorámica del circo de Valderejo y el pueblo de Lalastra bajo el cielo azul
Circo de Valderejo coronado por el monte Vallegrul y el pueblo de Lalastra

Llegado al repetidor, ahora se trata de caminar paralelo al corte de la sierra buscando la zona herbosa, más cómoda y con algunos hitos de piedra que conducen hacia una pequeña masa boscosa en el horizonte.

Flores moradas del espliego
Espliego (Lavandula latifolia) en flor

Llegado a ese bosquete cerrado, hay que prestar atención pues a escasos metros a la izquierda, en un promontorio rocoso, se encuentra la cima del Arrayuelas (2 h) con su vértice geodésico y el buzón colocado por la Sociedad Recreativa Manuel Iradier, de Gasteiz.

Contemplo hacia el sur todo Valderejo y hacia el norte los pueblos que se asientan en las laderas de la sierra de La Risca con la Sierra Salvada en la lejanía. Además, cuando me vuelvo hacia el oeste, allí veo la cima del Recuenco y, con prismáticos, el colosal menhir de El Gustal. ¡Todo un espectáculo panorámico!

Un montañero observa el paisaje desde la cima del monte Arrayuelas
Cima del Arrayuelas (1.119 m)
Un buitre leonado planeando
Buitre leonado

Tras contemplar el vuelo pausado de los buitres leonados, comienzo el retorno a Bóveda desandando el camino de ascenso.

Mapa de la ruta
Mapa de la ruta

Nombres en euskera de las especies mencionadas:

Morrionera: marmaratila / endrino: elorri beltza / endrina: basarana / espliego: izpilikua / buitre leonado: sai arrea

Caminando por la Metrópoli Verde: ruta circular desde San Zadornil a Los Barrucales y los pinos resineros (Pinus pinaster)

Observación: en esta entrada describí la Metrópoli Verde. Puedes consultarla para tener una idea general de la ruta que describo a continuación.

Tiempo total sin atajos: 3 h Distancia: 11 km Dificultad: fácil. Desnivel: 340 m

Esta vez partiremos de La Casa de San Zadornil para conocer el paraje de Los Barrucales y su bosque de pinos resineros (algo inusual en el valle) para lo que dejamos el vehículo en el aparcamiento frente al Centro de Interpretación de la Metrópoli Verde.

Nos dirigimos a la plaza del pueblo. A la izquierda de una fuente un callejón desciende hasta el río. Atravesamos el puente y aprovechamos para observar dos molinos provistos de paneles que explican su historia.

Las señales verdes indican hacia Los Barrucales y otros lugares; las seguimos por una senda agradable limitada por un muro de piedra y el rumor de un arroyo.

Poco después confluimos con una ancha pista forestal y giramos a la izquierda. Además de los omnipresentes pinos silvestres, comienzan a verse ya castaños centenarios con sus enormes troncos retorcidos o ahuecados.

En el siguiente cruce de caminos una señal indica a la fuente del Coño, que utilizaremos en otras rutas, pero nosotros tomamos el camino de la izquierda (Barrucales 2,5 km/ Orgulloso Resinero 1,1 km), hasta otra bifurcación en la que seguimos las indicaciones de 0,4 km al Orgulloso Resinero.

15 minutos después aparece un claro con varios caminos. En él se eleva un ejemplar del pino resinero, negral o marítimo (Pinus pinaster), el varias veces mencionado ya Orgulloso Resinero, acompañado por un monolito de cemento con un texto literario.

Es el momento de tomar la senda de la derecha e introducirnos en el “barrio de los Pinaster” camino de Los Barrucales. El terreno es arenoso debido a los bloques de arenisca de la zona; esto conlleva que el suelo sea ácido y que podamos ver especies botánicas casi ausentes en las tierras calcáreas de Valdegovía, que cubren casi todo el territorio.

Y entre ellas, claro, el pino resinero, de largas acículas (hojas con forma de aguja) y enormes piñas, ambas muy diferentes de nuestro habitual pino silvestre, que las tiene mas cortas y pequeñas.

Este pino es muy raro en Euskal Herria (es una especie mas mediterránea) y crece de forma natural en algunos barrancos arenosos. De él se obtiene la mejor resina para elaborar la trementina, un aguarrás natural. Cuando se quema su madera resinosa, se obtiene la pez que sirve para impermeabilizar el interior de las botas de vino y para calafatear las uniones de los barcos de madera. Y además, su resina, una vez seca, es ideal para suavizar los arcos de violines, violas y violoncellos.

Caminar por esta senda arenosa es un placer: arándanos silvestres (Vaccinium myrtillus) con fruto, brezos en flor (Erica cinerea), roble melojo (Quercus pyrenaica), roble albar (Quercus petraea), y multitud de serbales de cazadores (Sorbus aucuparia), muchos de ellos casi “recién nacidos”. Un sinfín de sensaciones para el naturalista inquieto, una anomalía areniscosa en un territorio de calizas.

Frutos del serbal de cazadores
Frutos de arándano

En el siguiente cruce tenemos dos opciones para visitar Los Barrucales y los Robles de Piedra, pues se trata de una senda circular. Tomamos la de la derecha y poco después llegamos al enclave de Los Barrucales y su mirador a la sierra de Artzena, aunque en este momento no se ve por la niebla.

Continuamos para dar el rodeo y conocer los Robles de Piedra pero atencion!!: el cartel indica hacia la derecha pero se trata de descender por un camino muy difuso hasta dar con una pista que seguimos hacia la izquierda. Llegamos así a un nuevo panel que señala a varios robles albar que crecen en las moles de rocas de arenisca (su nombre, petraea, alude a su preferencia por lugares rocosos).

Volvemos poco a poco hasta el cruce del Orgulloso Resinero por la misma senda. Descartando la pista de la derecha, continuamos algo recto por otra provista de un cartel que indica hacia el Mirador de Peña Carrias.

En un momento la pendiente se hace mayor y el camino parece más bién un cortafuegos que poco después se llena de maleza, por lo que caminamos por la izquierda del mismo pegados al bosque.

Peña Karria desde el mirador

Confluimos con otra pista donde se ubica el Mirador de Peña Carrias, que efectivamente ofrece una buena imagen de ese descomunal peñasco. Tras tomar la foto de rigor, llega el momento de tomar una decisión para retornar a San Zadornil:

1.- del mirador continuamos hacia la izquierda por la ancha pista que nos lleva al cruce con la Fuente del Coño que ya conocemos. Más largo pero muy cómodo.

2.- continuamos también hacia la izquierda hasta encontrar un cartel verde que indica un camino difuso para atajar por un hayedo y castaños centenarios hasta el cruce de la Fuente del Coño. Más corto pero algo resbaladizo aunque sin peligro (Google Maps ayuda mucho).

3.- frente al mirador, el cortafuegos desciende recto pero cubierto de maleza. Penetramos por su lado izquierdo en el bosque (hayas y castaños) y en poco tiempo estamos en la pista de retorno tal como se ve en el mapa. Se ahorra tiempo pero no hay camino, aunque Google Maps indica a la perfección la dirección a seguir para llegar a la pista.

Solo queda volver a San Zadornil, eso si, con algunos ejemplares elegantes de piñas y con un puñadito de arándanos para enseñar a los amigos, pues la especie silvestre sigue siendo bastante desconocida.

Mapa de la ruta. En amarillo, ida. En rojo, vuelta. Nº 1: retorno por pista Nº 2: atajo balizado Nº 3: atajo no balizado
En verde, la ruta realizada

Nombres en euskera de nuevas especies mencionadas:

Pino resinero o marítimo: itsas-pinua / Arándano: ahabia / Brezo: txilarra / Roble rebollo o melojo: ametza / Roble albar: haritz kandugabea / Serbal de cazadores: otsalizarra

Ascensión al monte Recuenco (1.240 m ) y el menhir de El Gustal desde el puerto de La Horca

Tiempo total: 2 h 10 min Distancia: 8 km Dificultad: fácil Desnivel: 340 m

Siempre me ha gustado esta ruta: fácil, cómoda, rápida (1 h al Recuenco) y agradable. Además, cuenta con un espectacular menhir sobre el circo de Valderejo y los restos de una cabaña de pastores trashumantes que cuentan algo de la historia de este calcáreo lugar. Vamos allá.

Dejo el vehículo en el puerto de La Horca (898 m) situado en la carretera A-2622 que une Bóveda (Araba) con San Pantaleón de Losa (Burgos).

Una persona posa junto a un menhir en valderejo
Menhir de El Gustal y vistas del Parque Natural de Valderejo

A mano izquierda (según se sube de Bóveda) atravieso una alambrada y comienzo a caminar sobre una buena pista, primero rodeado de pastos, rosales y enebros, y después por carrascas y pinos. En los bordes abunda la cuajaleche (Galium verum), una hierba que se ha utilizado para cuajar la leche en la elaboración de quesos

Según asciendo aparecen las hayas y también las vistas sobre Bovéda. Recuerdo que en el mes de mayo las rocas calizas de los bordes eran un festival de plantas rupícolas (las que crecen en los roquedos) pero ahora, y más con el calor de los últimos días, la mayoría de las flores se han marchitado aunque han dejado su legado en las semillas que estarán ya madurando.

La senda hace una pronunciada curva a la derecha (bajaré luego directamente hasta aquí) y se enfila ya al portillo de Valderejo donde un cartel del parque natural advierte de las restricciones para los senderistas. A la derecha, una pequeña prominencia llamada el Alto de la Pinilla está marcada con un monolito de piedra.

Una rosa silvestre de pétalos rojos crece entre las rocas
Rosa pendulina resguardada en las grietas del lapiaz

Sigo la pista que gira a la izquierda entre pastos pedregosos, hayas sueltas y enebros achaparrados para resistir el viento y poco después llego a un poste con la indicación al monte Recuenco. Ayudado por otros postes con círculos amarillos, llego a la cima del Recuenco, también llamado Lerón.

En sus cercanías veo a la bellísima Rosa pendulina refugiada en una grieta. El color de sus pétalos es de un rojo tan intenso que te llamará la atención.

Me dirijo ahora al menhir de El Gustal para lo que sigo un muro de piedra dirección sur que me acerca al corte de la sierra. Veo pronto el monolito y accedo a él en pocos minutos. Fue descubierto en 1982 y restaurado en 2007. Mide 3,75 m de altura, pesa unos 1.500 kg y tiene una edad de unos 5.000 años de antigüedad. Dicen los especialistas que tal vez sirvió como guía para atravesar estas tierras montanas pero en cualquier caso aquellas gentes del Neolítico eligieron un lugar espectacular, pues las vistas sobre el circo de Valderejo y la Sierra de Artzena son impresionantes, como podéis ver en el vídeo.

Vistas del Parque Natural de Valderejo desde el menhir de El Gustal

Retrocedo ahora para volver al muro anterior y sin camino evidente pero sin complicaciones me acerco a la cabaña de pastores de La Mesta.

El Concejo de la Mesta fue una asociación de ganaderos trashumantes que entre los siglos XVIII-XIX conducían sus rebaños por varias rutas, entre ellas desde Castilla hasta Valderejo, por la calidad de sus pastos en el verano. La cabaña fue reconstruida en 2011; es circular, de piedra caliza y antaño tenía una cubierta de ramas bajo la que dormían y protegían de la lluvia y de las tormentas aquellos rudos pastores (aquí os dejo un enlace sobre los trabajos de restauración).

Además, en una hondonada cercana encuentro una población enorme de Digitalis parviflora, llamada dedales por la forma de sus flores, lo que aumenta mi interés por el lugar. Esta planta se ha utilizado en Reinosa para curar la sarna de las ovejas. ¿Tal vez fue cultivada por los pastores con esa intención?.

Dos plantas de digital bajo un cielo azul
Digitalis parviflora

Es hora de volver y lo sencillo es retornar a la cercana cima del Recuenco y desandar la ruta, pero opto por acercarme a otro vértice geodésico muy próximo, pues sé que desde ahí tendré una buena vista del valle de Bóveda, Quintanilla y Valluerca. Y así es, pero la calima difumina el paisaje, ya amarillento por el cereal maduro. Mientras tanto, unos buitres leonados (Gyps fulvus) que están aprovechando las corrientes térmicas me entretienen con su vuelo ocioso.

Un buitre leonado volando
Buitre leonado sobre el monte Recuenco

Como veo que el descenso directo hasta la curva del sendero parece sencillo, comienzo a bajar entre brezos y hayas (Google Maps facilita la conexión). Aprovecho para curiosear entre los troncos secos de algunas hayas por si puedo ver al escasísimo escarabajo Rosalia alpina aunque esta vez no ha habido suerte.

Llegado a la curva del sendero que he mencionado en el ascenso, solo me queda volver al puerto de La Horca tras haber disfrutado de esta ruta que combina a la perfección paisaje, botánica y arqueología.

Mapa de la ruta. En punteado, el descenso directo hasta la curva del ascenso.

Rutas por la Metrópoli Verde: paseo circular desde Arroyo a La Resilla y las secuoyas gigantes

Tiempo total: 1 h 20 min Distancia: 5,5 km Dificultad: fácil Desnivel: 240 m

Tal como comenté en la entrada anterior, iré realizando diversas rutas por la Metrópoli Verde de San Zadornil (aquí tienes la descripción de ese entorno).

Panorámica del pueblo de Arroyo y el monte Peña Karria
Arroyo y Peña Karria

Comienzo con una ruta corta que partiendo de Arroyo de San Zadornil me permitirá conocer una plantación de secuoyas gigantes (Sequoiadendron giganteum) y otras coníferas exóticas.

Dejo el vehículo en la “plaza” del pueblo (ver imagen de Google Maps al final) y bordeando por su derecha la fuente de Los Leones y la bolera (recubierta por un entramado metálico) veo ya las señales verdes con indicaciones a La Resilla que seguiré en todo momento cuando llegue a bifurcaciones.

Salgo del pueblo por una ancha pista forestal rodeada de pinos, encinas y algunas flores que todavía perduran, como el lino viscoso.

Dos flores de color fucsia del lino viscoso
Las flores del lino viscoso (Linum viscosum) todavía perduran

Poco después llego a una bifurcación; el camino de la derecha será el de vuelta por lo que continúo recto dirección La Resilla a la par que ya van apareciendo castaños, alguno de ellos de gran porte y posiblemente centenario. Algunos todavía tienen flores, que dejan un aroma dulzón en el aire.

Hojas y flores del castaño común
Castaño en flor
Camino forestal bordeado de pinos y cielo azul
Llegando a La Resilla

En suave ascenso ahora entre hayas y posteriormente entre pinos silvestres, sigo las señales y alcanzo en 35 minutos La Resilla, paraje acondicionado con bancos de piedra. Ahí mismo, una señal indica que quedan 200 m hasta mi objetivo, las secuoyas gigantes.

Área de descanso en un prado rodeado de pinos
Paraje de La Resilla

Comienza el descenso de la ruta por una senda herbosa y llego a la plantación, donde un cartel indica que alguien plantó estos árboles (por lo visto en los años 60). Parientes de los cipreses, son originarios de la Sierra Nevada de California, donde se encuentra el archiconocido Parque Nacional de las Secuoyas. Les acompañan otras coníferas exóticas como pinos de Oregón y alerces.

Las secuoyas de La Resilla

Me paro y contemplo con calma y admiración a estos colosos que en su tierra natal pueden alcanzar más de 80 m de altura. De hecho, el llamado General Sherman del mencionado parque, aunque no es el árbol más alto (84 m) está considerado como el ser vivo más grande del planeta en lo referido al volumen y su edad estimada es de 2.300-2.700 años (el más alto es una secuoya roja de 115 m llamada Hyperion, también en California).

Detalle de las hojas de una secuoya gigante
Hojas de la secuoya gigante

La pregunta surge de manera natural: ¿quién y por qué plantó estos gigantes?. Aunque nadie me ha dado una respuesta concreta, intuyo que fueron plantados por los responsables de una escuela de prácticas de ingeniería forestal que se construyó en las cercanías. A la edificación, hoy abandonada, se le llama el Vivero y en su entorno pueden verse coníferas de otros países y frutales.

Es hora de seguir caminando y poco después llego a la fuente de La Resilla, que advierte de que su agua no está tratada a pesar de lo cual yo disfruto de unos tragos frescos.

Prosigo la marcha por un hayedo hasta dar con un nuevo cruce de caminos donde hay que seguir recto siguiendo la indicación a Arroyo por un camino con algo de pendiente y que nos ofrece una buena vista de Peña Karria.

Al terminar el descenso giro a la derecha (no hay señales) y un sendero me devuelve al primer cruce del recorrido. También es posible tomar el sendero hacia la izquierda, tal como señalo con línea punteada en el mapa.

Vuelvo a Arroyo y me acerco al lavadero para ver una curiosidad que me han comentado algunos vecinos: una especie de tinajas fijadas al suelo y con un agujero en la base. Resulta que en esos recipientes se mezclaba agua caliente con cenizas y se obtenia “lejía de ceniza”. Luego se echaba la ropa para blanquearla. Tras una noche en el recipiente, la ropa se sacaba y se limpiaba en el lavadero para quitar el color de la ceniza pero ya blanqueada. La tinaja se vaciaba por el aliviadero y volvía a estar disponible.

Lavadero de ropa y dos tinajas grandes para blanquear la ropa con lejía de ceniza
Lavadero de Arroyo con las tinajas para blanquear la ropa con lejía de ceniza

Volveré a Arroyo pues de este coqueto pueblo salen varias rutas de la Metrópoli Verde que me apetece hacer y que iré subiendo al blog.

 Mapa de la ruta
Mapa de la ruta
Detalle de las calles a atravesar para iniciar la ruta
Detalle del inicio de la ruta en el pueblo de Arroyo de San Zadornil
En verde, la ruta realizada

Ruta circular desde Quintanilla a Valluerca pasando por La Peña

Nota: esta ruta tiene lugares compartidos con la de Valluerca al monte de La Risca de San Pedro por lo que permite hacer combinaciones entre ambas.

Longitud: 9,8 km Tiempo total: 2 h Dificultad: fácil Desnivel: 200 m

El camino que describo esta vez une los pueblos de Quintanilla y Valluerca pasando por una zona que la gente del lugar denomina La Peña, allá en el corte que separa Valdegovía del Valle de Losa. Además contiene tramos del GR-282/Camino natural Senda del Pastoreo.

Paisaje del pueblo de Quinatnilla con una campo verde de cereal
Brumas sobre Quintanilla

Inicio la marcha junto a la iglesia de Quintanilla y tomo un callejón que me saca del pueblo hasta un descampado donde se ve una verja metálica. Pero antes me dirijo a la izquierda a curiosear en la campa que mencioné en la ruta Bóveda-Quintanilla con la agradable sorpresa de ver unos ajos silvestres (Allium roseum) en flor. Cojo algunos para probarlos en algún revuelto y retrocedo para una vez atravesada la verja continuar la ruta.

Imagen comparativa de una encina y de un quejigo
A la izquierda, una encina; a la derecha, un quejigo

La pista, ancha y sin apenas pendiente, me llevará en menos de 1 hora hasta el entorno de La Peña, pero antes me detengo un rato a contemplar los enormes quejigos (Quercus faginea) que deberían ser catalogados como recurso turístico (creo que alguna vez se ha organizado alguna visita por parte de la Oficina de Turismo…).

En la fotografía, a la izquierda hoja de quejigo y a la derecha, de encina

Tras tomarles algunas fotografías prosigo mientras veo que las rosas silvestres (Rosa canina) y las madreselvas (Lonicera etrusca) ya están en flor, ambas con delicados aromas, sobre todo la segunda.

Flor de un rosal silvestre
Rosa silvestre
Flores de la madreselva, de colores amarillo y rojizo
Madreselva en flor

Alternando tramos de pinos y encinas con zonas despejadas donde veo flores de la correhuela (Convolvulus cantabrica) y de un pequeño cardo azul (Carduncellus mitissimus), llego a una nueva verja tras la cual estoy ya en el corte de la sierra, pero en tierras burgalesas. Un camino desciende a Fresno de Losa y un panel explica que el nombre del valle, Losa, proviene de las piedras planas de caliza que se encuentran bajo el suelo del valle y que se han utilizado en la construcción de casas y muros.

Me dirijo por la cresta hacia la izquierda para poder observar algo de paisaje. Desde ahí veo a mis pies Villalambrús; a la derecha, aunque no lo veo, está Fresno de Losa.

Vista panorámica del valle de Losa con campos verdes y amarillos por la colza
Vista panorámica del valle de Losa con los pueblos Villalambrús y, al fondo, Villacian

Vuelvo a la verja y tras pasarla continúo por la senda de la izquierda, que ofrece ya unas vistas de la Sierra de Bóveda, aunque las nubes la ocultan parcialmente.

Paisaje de vacas pastando y una sierra montañosa al fondo
Vacas en la zona de El Jugadero. Al fondo, con niebla, la sierra de Bóveda

Poco después llego al cruce de caminos de El Jugadero, mencionado en la ruta Valluerca-Risca de San Pedro. Cruzo la alambrada y continúo recto, obviando las sendas de la izquierda, que podría llevarnos al monte La Risca de San Pedro, y la de la derecha, que conduce al monte Corona (que también permite bajar a Valluerca).

El camino comienza a descender en un entorno de pinares y claros hasta llegar al arroyo del Valle, cerca ya de Valluerca.

Me arrimo a los pequeños saltos de agua cristalina por si veo algún cangrejo autóctono, pero no hay suerte.

Pequeño salto en el arroyo del Valle

¡No importa! Junto al camino, una mancha verde llama mi atención. Un lagarto verde (Lacerta viridis) espera adormecido a los rayos de sol y aprovecho la ocasión para inmortalizarlo. No es que sea una especie rara, pero tampoco la ve uno con frecuencia y agradezco el encuentro.

Lagarto verde algo enroscado
Lagarto verde

Poco después llego al lavadero y fuente de Valluerca, siempre refrescante. Ya sólo me queda seguir la tranquila carretera A-4337, que apenas tiene tráfico, y volver a Quintanilla dando por concluida la ruta.

Mapa de la ruta obtenido de Google Maps
Mapa de la ruta

Nombres en euskera:

Ajo silvestre: basa-baratxuria / Rosal silvestre: arkakaratsa / Madreselva: atxaparra / Quejigo: erkametza / Lagarto verde: musker berdea

Ruta circular desde Valluerca hasta la Risca de San Pedro (979 m)

Longitud: 8 km Tiempo total: 2h 15 min Dificultad: fácil Desnivel: 216 m

El límite entre los pueblos de Valdegovía y el valle de Losa está marcado por la sierra de La Risca, y todos los pueblos situados en su ladera norte tienen caminos agradables que conducen a sus modestas cimas.

Paisaje con el pueblo de Valluerca y el cielo azul
Valluerca

Además, los numerosos caminos forestales que existen permiten hacer conexiones entre ellos con múltiples combinaciones senderistas (ayuda mucho también que dichas pistas sean muy visibles en Google Maps u otras app similares).

Esta vez ascenderemos desde Valluerca hasta el pico La Risca de San Pedro, para lo que dejamos el vehículo en la fuente y lavadero del pueblo, ubicadas en la parte baja del mismo. Entre el muro de una huerta y el lavadero, una pista parte hacia la sierra; tras atravesar una barrera metalica, giramos a la izquierda, pasamos por encima de un arroyo y comenzamos a ascender.

En las laderas clareadas muchas plantas aprovechan la luz de mayo para florecer, como la espinosa aulaga (Genista scoparius), Coronilla minima, Spiraea hypericifolia de la familia de las rosas, Thalictrum tuberosum y la globularia (Globularia vulgaris) que aparecerá en abundancia en varios tramos de la ruta.

Varias flores blancas de la especie Thalictrum tuberosum
Thalictrum tuberosum y sus esbeltas flores
Spiraea hypericifolia con sus flores blancas
El durillo negro en flor (Spiraea hypericifolia)

La senda discurre entre pinos y encinas, con quejigos y enebros acompañantes. En algunas zonas del camino jóvenes pinos crecen en la mitad de la senda mostrando así su capacidad colonizadora.

Más arriba el bosque se aclara y vemos ya a nuestra espalda la Sierra de Bóveda con el monte Recuenco (1.217 m) a la derecha.

Flores de la globularia de color morado
Globularias en flor

Caminando ya junto a los pastizales podemos ver una buena población del tablero de damas (Fritillaria pyrenaica), que sólo crece en la región cantábrico-pirenaica ( es decir, es un endemismo). También podemos ver una orquídea con tonos vainilla, Dactylorhiza insularis, no del todo habitual (si queréis ver flora, hay que dejar los caminos y curiosear por las campas!).

Varias flores del tablero de damas contra el cielo azul
Flores del tablero de damas. Es un endemismo de la región cantábrica-pirenaica
Dactylorhiza insularis, una orquídea de color amarillo contra el cielo azul
La delicada orquídea Dactylorhiza insularis

Poco después llegamos al monte Corona (965 m), una loma señalada con un montículo de piedras y me quedo pasmado con la increíble cantidad de una orquídea silvestre, Orchis champagneuxii. Como creo que lo merece, le hago un pequeño vídeo y continúo pendiente abajo hasta dar con una zona donde confluyen varias pistas, llamada por la gente del lugar El Jugadero, con una alambrada que me imagino separa las tierras de Quintanilla y Valluerca.

Abundante población de la orquídea Orchis champagneuxii en el monte Corona

Seguimos rectos por la pista que va hacia el norte y paralelos a la alambrada. Poco después, junto al corte con el valle de Losa, el camino gira 90º y continuamos hasta encontrar una bifurcación (el camino de la derecha será el de descenso). Es el momento de dejar la pista y dirigirnos campo a través a la cercana cumbre de La Risca de San Pedro donde hay un buzón del grupo Baskonia Mendi Taldea y un vértice geodésico.

Vistas del Valle de Losa desde la Risca de San Pedro

Las vistas son agradables: campos verdes y de colza junto con pequeños pueblos como Fresno de Losa y Villalambrús.

Tras disfrutar del descanso, retrocedemos hasta la bifurcación anterior y ahora elegimos el camino de nuestra derecha que en claro descenso nos llevará a la parte baja de la ladera.

Allí confluimos con el riachuelo del inicio, llamado arroyo del Valle, que tiene el típico cauce calcáreo con pequeños saltos de agua muy limpia.

Y así, con esa calma que invade el lugar, llegamos de nuevo al lavadero y su bonita fuente anexa, donde podemos hidratarnos con fundamento.

Dos fuentes con forma de animal en el pueblo de Valluerca
Fuente de Valluerca
Mapa de la ruta

Nota: hice esta ruta hace 15 días y es posible que en este tiempo algunas plantas aquí descritas hayan perdido la flor. Por otra parte, he decidido omitir un buen número de especies floridas (¡es increíble la variedad floral en el mes de mayo!) para no recargar en exceso el texto.

Pequeña ruta circular de Bóveda a Quintanilla entre orquídeas y espinos en flor

Longitud: 5,8 km Tiempo: 1 h 30 min Dificultad: fácil


Paisaje con el pueblo de Quintanilla
Quintanilla. En el centro la iglesia de S. Julián y Santa Basilia; a la derecha, la ermita de N. S. del Olmo.

La primavera en el valle está que se sale y aprovecho para realizar esta corta pero agradable ruta que comienza la altura del número 46 de la Calle Real de Bóveda.

Ascendiendo entre casas por la calle de la Estrada, tal como indico en la fotografía de Google Maps al final, pronto encontramos un camino labrado en roca, uno más de los que se dirigen hacia los pastizales de La Granja.

En los bordes abunda el apio caballar (Smyrnium olusatrum) cuyas semillas huelen parecido a la mirra, de donde procede el genérico Smyrnium. Antaño se consumía como verdura pero cayó en desuso al ser sustituido por el apio.

La planta apio caballar con sus flores verde amarillentas
Apio caballar en flor

Los espinos (Crataegus monogyna), cuya flor es muy apreciada y vendida para fortalecer la circulación sanguínea, están floridos y las abejas aprovechan la ocasión para zumbar sin descanso.

Espino albar en flor

A nuestra izquierda vemos un barranco poblado por quejigos, encinas, varios tipos de arces y otros arbustos que le dan un aspecto asalvajado. Por su fondo discurre el arroyo del Vallejo, aunque debido a la frondosidad del bosque, no se ve.

Flores azules de la aguileña
Flores de la aguileña

Tras atravesar una barrera metálica, y sin apenas pendiente, seguimos sin esfuerzo acompañados de las elegantes aguileñas (Aquilegia vulgaris). También llama la atención que la orquídea del chivo (Himantoglossum hircinum) sea tan habitual. Sólo por ver sus exuberantes flores acintadas ya merece la pena la caminata.

Flores acintadas de una orquídea
La bella orquídea Hymantoglossum hircinum
Flores blancas de la familia de las jaras en un prado
Prado cubierto por Helianthemum apenninum

Ya en terreno más abierto con los pastos cubiertos de Helianthemum apenninum (una flor de la familia de las jaras) un muro de piedra a nuestra derecha nos sirve de referencia. Cuando termina, allí donde el camino se bifurca, no seguimos ninguna de la dos pistas sino que giramos a la derecha por un sendero que discurre paralelo a una alambrada.

Caminamos por un encinar clareado donde abunda una florecilla elegante, Anthericum liliago, a la que se le conoce como flor de lis (por su parecido con la flor de los lirios) o flor de la araña, cuyo significado no he conseguido descubrir.

Flores blancas de Anthericum liliago
Anthericum liliago

Poco después confluimos con una buena pista que seguimos por la derecha, en sentido descendente hacia Quintanilla.

Aparecen dos plantas que llaman la atención, la orobanche (Orobanche gracilis), con sus corolas de color vino tinto, que es parásita de la aulaga (Genista scorpius) e Iberis carnosa, propia de suelos rocosos en los que forma unos bonitos conjuntos con sus apretadas flores lilas o blancas.

Tres plantas parásitas de color algo marrón del grupo de las orobanches
La parásita Orobanche gracilis
Conjunto de flores lilas de Iberis carnosa en el suelo
Iberis carnosa creciendo en un suelo rocoso

Seguimos descendiendo, atravesamos un arroyo y continuamos por el camino de la derecha que nos conduce a las inmediaciones de Quintanilla.

Atravesamos otra cancela metálica y a pocos metros, ¡atención!: en unas campas no cultivadas a nuestra derecha (se puede acceder a ellas por la parte derruida de un muro) hay dos orquídeas silvestres muy bellas, Orchis militaris y Anacamptis pyramidalis. Además, cantidad de pequeñas flores tiñen el prado de color, teniendo como fondo la iglesia y la ermita de Quintanilla. Una bonita postal, vamos.

Orquídea de color rosa llamada Orchis militaris
La orquídea Orchis militaris. Sus flores parecen una persona con un casco, como si fueran soldados; de ahí su nombre
Orquídea de color rosa llamada Anacamptis pyramidalis
La orquídea Anacamptis pyramidalis
Quintanilla en primavera

Volvemos al camino y atravesamos el pueblo. A su salida un cartel indica que quedan 1,6 km hasta Bóveda, todo cuesta abajo por una carretera sin apenas tráfico y con buenas vistas de la sierra de Bóveda.

Caminamos tranquilamente mientras contemplamos el mosaico que forman los diversos cultivos de cereal (trigo, cebada y avena) y las fincas de veza (una legumbre forrajera cuya vaina se ve a la izquierda), cada uno con su matiz de verde.

Antes de confluir con la carretera general, un desvío balizado a la derecha nos conduce por una pista agraria al centro de Bóveda, finalizando así esta cómoda excursión.

Plano de la ruta
Detalle del inicio de la ruta

Nombres en euskera de las especies mencionadas (en el caso de que exista):

Aguileña : kukupraka / Espino albar: elorri zuria