Bajaba hace días de un monte del valle cuando vi en una finca en barbecho una nutrida población de estramonios ya en flor, lo que me ha dado pie a esta entrada.
El estramonio (Datura stramonium) es una planta de la familia de las solanáceas al igual que la patata, el tomate y el pimiento. Puede alcanzar 170 cm de altura y de mayo a noviembre hecha unas flores semejantes a campanillas de color blanco de hasta 10 cm de longitud. El fruto parece una gran nuez cubierta de espinas y en su interior se desarrollan unas semillas oscuras muy capacitadas para prosperar en terrenos baldíos, cunetas y escombreras, hábitats habituales de esta planta. Toda ella desprende un olor desagradable.
Aunque no está del todo confirmado, parece que llegó a la península ibérica desde México en 1577; desde entonces se ha extendido por Europa, Asia y África con gran eficacia.
Las hojas y las semillas, especialmente, son ricas en potentes sustancias que se usan en medicina: hiosciamina contra trastornos intestinales, atropina para dilatar las pupilas en oftalmología, y escopolamina para combatir mareos y náuseas, siempre en bajas dosis y bajo supervisión médica.
Es una especie muy tóxica bastante conocida en el mundo rural, que la bautizado con nombres sugerentes como hierba del diablo, higuera del infierno, castañita del infierno, hierba del topo y más recientemente, burundanga. Casi todos ellos aluden a la capacidad de esta planta para alterar el estado mental y producir alucinaciones, como luego explicaré.
Su uso como hierba medicinal ha estado muy extendido. Sus semillas mezcladas con manteca curaban las hemorroides. Los emplastos de sus hojas evitaban el embarazo (mejor descartar esta práctica). También fueron famosos los cigarrillos de estramonio para combatir el asma (de ahí el nombre en euskera, asma-belarra o hierba del asma) que todavía se vendían en las farmacias el pasado siglo (dado que la planta produce relajación muscular, el músculo bronquial se relaja y la vía respiratoria se abre).
También se ha usado como repelente de topos en las huertas (recuerdo que frente a mi casa había un gran estramonio en la huerta de los vecinos) y de ratas y ratones en las viviendas y cuadras.
Pero por lo que destaca esta hierba y que le ha dado un halo misterioso es por sus propiedades alucinógenas y sedantes, ya recogidas en algunas creencias que afirman su uso por las brujas, que “volaban” tras frotarse el pubis con su jugo.
Los alcaloides antes mencionados producen, según la dosis, alucinaciones desagradables acompañadas de taquicardias, delirios, convulsiones y otros sintomas severos. En 2011, por ejemplo, dos jóvenes que acudieron a una rave en Getafe murieron por ingerir un brebaje de sus semillas, eso si, junto con alcohol y anfetaminas. También está constatado que en el municipio de Loja (Granada) unos chicos que tomaron estramonio afirmaron ver “que el diablo les perseguía”.
Esta cuestión me lleva a la burundanga y a la sumisión química tan de actualidad. La burundanga es un brebaje que contiene escopolamina (una de las sustancias del estramonio y otras solanáceas). En teoría es capaz de adormecer y producir falta de memoria a una persona y hacerla vulnerable a un ataque sexual o para robarle. Los medios de comunicación, sin mucho filtro o investigación, han colaborado en difundir la creencia de que detrás de muchos delitos por sumisión se encuentra la burundanga, pero los informes técnicos son rotundos: en un estudio realizado durante 6 años en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid, de 292 denuncias por sumisión química solo se encontró escopolamina en un caso. En el resto los causantes fueron el alcohol, otras drogas y tranquilizantes. El uso del estramonio con esos fines es, por tanto, casi despreciable, suficiente para no demonizarla y observarla con tranquilidad.
Y como curiosidad final, y para aliviar esta diabólica entrada, un apunte pictórico. En el conocido cuadro de S. Botticelli Venus y Marte (1.483) que se conserva en la National Gallery de Londres puede verse a Marte, dios de la guerra, dormido y relajado mientras Venus, diosa del amor y esposa del dios Vulcano, le contempla serena tras haber disfrutado de un escarceo sexual. Pues bien, según un especialista de la casa de subastas Sotheby’s uno de los sátiros (criaturas masculinas amantes del buen vivir) que revolotean junto al dios, el de la esquina inferior derecha, portaría unas hojas de estramonio, dando a entender que Marte se encontraba en un estado de placidez tras haberla consumido. El museo, sin embargo, mantiene que el lienzo describe una relación adúltera y la fuerza del amor, sin considerar la presencia o relevancia de nuestro estramonio.