El ombligo de Venus, una planta que lo cura todo

No hay persona en el mundo rural que no conozca el ombligo de Venus (Umbilicus rupestris), una de las plantas más habituales en los muros y los tejados de pueblos y aldeas.

Hojas y flores en un muro

Gracias a esa ubicuidad los nombres populares para designarla son tan abundantes como curiosos: campanicas de los tejados, cucuruchos, orejas de monje, sombreritos, hierba callera, curalotodo o tabaco de pared, estos últimos aludiendo a su utilidad. En euskera se le llama belarri-belar (hierba de la oreja) y perretxiko-belar (hierba de las setas), que, al igual que en castellano, se refieren a la forma de sus hojas.

Y efectivamente, las hojas del ombligo de Venus son, además de carnosas, redondeadas y deprimidas por el centro, como nuestro ombligo, lo que explica su nombre latino Umbilicus y donde rupestris significa que vive en las rocas.

Detalle de las hojas

Sus flores, de pétalos amarillo-verdosos, forman una espiga alargada que surge desde abril hasta agosto y que cuando se seca se ha utilizado como sustituto del tabaco.

Una cuestión interesante es su capacidad para aguantar la sequía veraniega de los muros y que consigue de la siguiente manera: durante el día la parte inferior de las hojas (el envés) cierra unos diminutos agujeros (los estomas) que le permiten coger CO2 y oxígeno del aire pero que provocaría una pérdida importante de agua. Cuando llega la noche y la humedad ambiental aumenta, se abren de nuevo para continuar con su producción de alimento.

El ombligo de Venus acompañado de fumarias, cimbalarias y celidonias

En cuanto a sus aplicaciones en la medicina popular son numerosas tal como indica su nombre de “curalotodo”: contra el dolor de muelas, de oídos o contra las hemorroides, para lo que en algunzas zonas peninsulares se ponían sus flores en el bolsillo trasero del pantalón y según se iban marchitando las hemorroides desaparecían.

Espiga floral del ombligo de Venus

Incluso el afamado médico de la Antigua Grecia, Hipócrates, recomendaba a las mujeres embarazadas que comieran sus hojas si querían tener niños (varones), aunque no sabemos qué lógica utilizaba para semejante afirmación.

Pero sin duda la mayor de las aplicaciones ha sido (y lo sigue siendo) la de curar afecciones de la piel: contra el acné, las quemaduras, como cicatrizante, antiséptico, contra callos y verrugas, usando para ello emplastos, infusiones, pomadas, o la aplicación directa de sus hojas frescas o su jugo.

La ciencia ha descubierto que es una planta rica en ácidos grasos omega 3 y antioxidantes y que también tiene propiedades bactericidas e incluso antitumorales. Esperemos que ese potencial se traduzca en nuevas terapias.

Ombligo de Venus en un muro

Siguiendo con la etnobotánica de esta planta, los niños y niñas jugaban a “comiditas” con sus hojas e incluso hacían por medio de un palillo dibujitos en ellas que servían luego para vestir muñecas.

Las carnosas hojas también se han comido como ensalada y algunos chefs en la actualidad las han incorporado a sus recetas. Dicen que las grandes son un poco amargas pero que las pequeñas son muy apetecibles.

En cuanto al nombre de Venus, también utilizado en francés, italiano, portugués o aleman, parece que podría deberse a que la diosa del amor y de la belleza tenía un ombligo perfecto (divino, diríamos) y nada mejor que utilizar su nombre para nombrar a esta especie.

La belleza oculta de las hierbas marchitas

Invierno de febrero. El paisaje del bosque vira de los verdes oscuros de pinos y carrascas a los ocres de hayedos y quejigales, todavía dormidos.

Semillas secas del olmo

Deambulo por un sendero de hierbas secas, espinosas, grisáceas… Están arrugadas o contorsionadas por el frío y las heladas, sin vida ya, aunque bajo el suelo las raíces y los bulbos esperan latentes a la primavera.

Podría decir que camino entre feos hierbajos que no merecen mi atención, pero por instinto me acerco a un cardo reseco y ahí está de nuevo la magia de lo cercano: una flor marchita con una arquitectura asombrosa. Coloco la cámara en el trípode y comienzo la “caza” de los diseños vegetófilos de las hierbas marchitas, de las semillas olvidadas, de las hojas que perdieron su verdor, un contrapunto de belleza a la aridez del invierno y que os muestro en esta entrada.

Una umbelífera helada
Semillas de la acedera caídas en el suelo
Hojas secas de un cardo
Flor marchita de la cardencha
Espinas de la rosa canina
Frutos espinosos vacíos de semillas
Tallo muerto de la zarzamora

Walt Whitman escribió en Hojas de hierba: “Vago e invito a vagar a mi alma. Vago y me tumbo a mi antojo para ver cómo crece la hierba en el estío “.

Creo que, al igual que él, somos muchos los que disfrutamos vagando en el estío o en el invierno mientras contemplamos los pequeños e infinitos detalles de la Naturaleza.

Arce de Montpellier, el pintor de los roquedos

En breve la otoñada cambiará el paisaje del valle. Los protagonistas no serán las carrascas y los pinos silvestres, claro, sino los hayedos y un variopinto plantel de especies que tornarán el color de sus hojas hacia los amarillos, naranjas y rojos. Fresnos, avellanos, quejigos, arces campestres, serbales… pero de entre ellos, yo me descubro ante el arce de Montpellier, desapercibido cuando permanece verde pero exultante de color en octubre y noviembre.

Hojas otoñales con sus 3 lóbulos característicos

Y a él le dedico esta entrada del blog, pues en mis paseos otoñales siempre está ahí, solitario o en pequeños grupos, pincelando el paisaje con unos colores casi imposibles.

Mide hasta 10 m y sus hojas, con 3 lóbulos, son inconfundibles, lo que permite distinguirlo del habitual arce campestre, que tiene cinco.

Florece en primavera, aunque sus flores pasan desapercibidas (al contrario que las explosivas flores de los cerezos, por ejemplo, que pretenden atraer a los insectos, las de los arces delegan en el viento el transporte del polen). De ellas surgirán los dobles frutos alados, llamados samaras, que caen girando al suelo cual helicópteros.

A la izquierda, hoja del arce campestre con 5 lóbulos

Estos arces habitan en diversos bosques de la región mediterránea pero parecen gustarles las pedreras y zonas rocosas, lo que nos permite disfrutar de ellos a distancia.

Iglesia de Ribera entre arces de Montpellier y otras especies

Cuando llega la estación de los colores, abandona la humildad del verde y se viste de amarillo, naranja, rojo, granate y de todas las gamas intermedias, como si celebrara el cambio de estación acudiendo a la fiesta del paisaje con sus adornos más provocativos!

Su uso etnobotánico ha sido muy reducido por ser un arbolillo disperso y de pequeño porte, aunque con su madera se han tallado utensilios de cocina y otros objetos pequeños. En algunas zonas de Castilla los pastores hacían cruces con sus ramitas, que ponían sobre el zurrón, pues pensaban que les protegían del rayo y del trueno. También se utilizó para hacer las piezas del encaje de bolillos. El significado textil y alegórico de ese término lo dejo a la curiosidad del lector. Ambos tienen su interés, aviso.

Bien, paro aquí para cederle el protagonismo cromático que merece. Espero que disfrutéis de él tanto como yo, año tras año…

Arce de Montpellier en el otoño
Tonos amarillos y naranjas bajo la Sierra de Artzena
Arce de Montpellier adornado con líquenes
Arce e iglesia de Ribera en Valderejo
Hojas caídas sobre un arroyo
Tonalidades diversas

Nombres en euskera:

Arce de Montpellier: ehiar frantsesa/ Arce campestre: astigarra

Un ramo de helechos para Oliver Sacks

De caminata invernal por el bosque veo que algunos helechos como el Blechnum spicant comienzan a desarrollar nuevas hojas que antes de desplegarse del todo toman el aspecto del báculo de un obispo, o si se quiere, el de un matasuegras festivo, una forma grácil que siempre me ha gustado contemplar.

Dos frondes u hojas jóvenes con aspecto de báculo de obispo del helecho Blechnum spicant
Frondes (hojas) en desarrollo de Blechnum spicant, llamado fenta o en euskera, orrazi-iratzea (helecho peine, por la forma de sus frondes adultas). En este caso se trata de frondes fértiles que producirán esporas.

Y me he acordado de Oliver Sacks, el neurólogo que sentía pasión por estos vegetales primitivos y cuyo libro Diario de Oaxaca he comentado recientemente en la sección de Mis libros.

Pues bien, ahora que los nuevos helechos de nuestros bosques comienzan a exhibirse con sus curiosas formas espirales o retorcidas como orugas que se contornean, algunas velludas, otras lampiñas, aprovecho esta entrada más visual que explicativa para reivindicar la belleza de estas plantas a pesar de que carecen de flores y de paso recordar al bonachón de O. Sacks.

Fronde u hoja del helecho común con aspecto espiral
El crecimiento en forma de báculo se denomina circinado y en él la nueva hoja se va desenrollando a la par que crece. En la imagen, parte de un fronde del helecho común (Pteridium aquilininum) o iratze arrunta o garoa en euskera.
Fronde u hoja del helecho hembra con aspecto espiral y cubierto de escamas
Athyrium filixfemina, llamado helecho hembra y en euskera iratze emea o sorgin-iratzea (helecho de brujas) desarrolla unos bonitos frondes en espiral cubiertos de escamas llamadas páleas. Se trata de un helecho muy común y llamativo, tanto por su tamaño (hasta 1,5 m) como por el aspecto de corona que tienen sus grupos.
Frondes u hojas jóvenes con aspecto espiral del helecho Blechnum spicant
Frondes jóvenes de Blechnum spicant, pero en este caso se trata de hojas estériles pues no producirán esporas.
Frondes u hojas jóvenes con forma espiral del helecho real
Frondes jóvenes de Osmunda regalis, el helecho real o en euskera S. Joan iratzea (helecho de S. Juan). Aunque en la franja cantábrica es localmente habitual, escasea en Valdegovía.
Hojas jóvenes del helecho común con formas espirales
El helecho común Pteridium aquilinium es, además de la más abundante, una especie muy tóxica para el ganado, que lo come en verano cuando el pasto escasea, pudiendo enfermar y morir, pues crea tumores. Eventualmente, la leche de las vacas que lo hayan comido puede intoxicar a las personas.

Ascensión al monte Recuenco (1.240 m ) y el menhir de El Gustal desde el puerto de La Horca

Tiempo total: 2 h 10 min Distancia: 8 km Dificultad: fácil Desnivel: 340 m

Siempre me ha gustado esta ruta: fácil, cómoda, rápida (1 h al Recuenco) y agradable. Además, cuenta con un espectacular menhir sobre el circo de Valderejo y los restos de una cabaña de pastores trashumantes que cuentan algo de la historia de este calcáreo lugar. Vamos allá.

Dejo el vehículo en el puerto de La Horca (898 m) situado en la carretera A-2622 que une Bóveda (Araba) con San Pantaleón de Losa (Burgos).

Una persona posa junto a un menhir en valderejo
Menhir de El Gustal y vistas del Parque Natural de Valderejo

A mano izquierda (según se sube de Bóveda) atravieso una alambrada y comienzo a caminar sobre una buena pista, primero rodeado de pastos, rosales y enebros, y después por carrascas y pinos. En los bordes abunda la cuajaleche (Galium verum), una hierba que se ha utilizado para cuajar la leche en la elaboración de quesos

Según asciendo aparecen las hayas y también las vistas sobre Bovéda. Recuerdo que en el mes de mayo las rocas calizas de los bordes eran un festival de plantas rupícolas (las que crecen en los roquedos) pero ahora, y más con el calor de los últimos días, la mayoría de las flores se han marchitado aunque han dejado su legado en las semillas que estarán ya madurando.

La senda hace una pronunciada curva a la derecha (bajaré luego directamente hasta aquí) y se enfila ya al portillo de Valderejo donde un cartel del parque natural advierte de las restricciones para los senderistas. A la derecha, una pequeña prominencia llamada el Alto de la Pinilla está marcada con un monolito de piedra.

Una rosa silvestre de pétalos rojos crece entre las rocas
Rosa pendulina resguardada en las grietas del lapiaz

Sigo la pista que gira a la izquierda entre pastos pedregosos, hayas sueltas y enebros achaparrados para resistir el viento y poco después llego a un poste con la indicación al monte Recuenco. Ayudado por otros postes con círculos amarillos, llego a la cima del Recuenco, también llamado Lerón.

En sus cercanías veo a la bellísima Rosa pendulina refugiada en una grieta. El color de sus pétalos es de un rojo tan intenso que te llamará la atención.

Me dirijo ahora al menhir de El Gustal para lo que sigo un muro de piedra dirección sur que me acerca al corte de la sierra. Veo pronto el monolito y accedo a él en pocos minutos. Fue descubierto en 1982 y restaurado en 2007. Mide 3,75 m de altura, pesa unos 1.500 kg y tiene una edad de unos 5.000 años de antigüedad. Dicen los especialistas que tal vez sirvió como guía para atravesar estas tierras montanas pero en cualquier caso aquellas gentes del Neolítico eligieron un lugar espectacular, pues las vistas sobre el circo de Valderejo y la Sierra de Artzena son impresionantes, como podéis ver en el vídeo.

Vistas del Parque Natural de Valderejo desde el menhir de El Gustal

Retrocedo ahora para volver al muro anterior y sin camino evidente pero sin complicaciones me acerco a la cabaña de pastores de La Mesta.

El Concejo de la Mesta fue una asociación de ganaderos trashumantes que entre los siglos XVIII-XIX conducían sus rebaños por varias rutas, entre ellas desde Castilla hasta Valderejo, por la calidad de sus pastos en el verano. La cabaña fue reconstruida en 2011; es circular, de piedra caliza y antaño tenía una cubierta de ramas bajo la que dormían y protegían de la lluvia y de las tormentas aquellos rudos pastores (aquí os dejo un enlace sobre los trabajos de restauración).

Además, en una hondonada cercana encuentro una población enorme de Digitalis parviflora, llamada dedales por la forma de sus flores, lo que aumenta mi interés por el lugar. Esta planta se ha utilizado en Reinosa para curar la sarna de las ovejas. ¿Tal vez fue cultivada por los pastores con esa intención?.

Dos plantas de digital bajo un cielo azul
Digitalis parviflora

Es hora de volver y lo sencillo es retornar a la cercana cima del Recuenco y desandar la ruta, pero opto por acercarme a otro vértice geodésico muy próximo, pues sé que desde ahí tendré una buena vista del valle de Bóveda, Quintanilla y Valluerca. Y así es, pero la calima difumina el paisaje, ya amarillento por el cereal maduro. Mientras tanto, unos buitres leonados (Gyps fulvus) que están aprovechando las corrientes térmicas me entretienen con su vuelo ocioso.

Un buitre leonado volando
Buitre leonado sobre el monte Recuenco

Como veo que el descenso directo hasta la curva del sendero parece sencillo, comienzo a bajar entre brezos y hayas (Google Maps facilita la conexión). Aprovecho para curiosear entre los troncos secos de algunas hayas por si puedo ver al escasísimo escarabajo Rosalia alpina aunque esta vez no ha habido suerte.

Llegado a la curva del sendero que he mencionado en el ascenso, solo me queda volver al puerto de La Horca tras haber disfrutado de esta ruta que combina a la perfección paisaje, botánica y arqueología.

Mapa de la ruta. En punteado, el descenso directo hasta la curva del ascenso.

El té de roca, una planta delicatessen de los peñascos

Deambulaba hace poco por las peñas calizas que se encuentran en el puerto de La Horca, frontera entre Araba y Burgos, cuando vi una pequeña mata de té de roca (o de monte) afianzada en una fisura. Conseguí acercarme para fotografiarla y decidí no recolectarla por el momento. Pero cambié de opinión al ver más ejemplares y me lleve un ramillete para probar su famosa infusión (afortunadamente, el tallo casca muy bien y la raíz no sufre, lo que posibilita que vuelva a crecer).

Planta de color verde con flores amarillas entre las rocas
Mata de té de roca en un roquedo

El té de roca (Chiliadenus glutinosus o hasta hace poco Jasonia glutinosa), que en euskera se llama harkaitzetako tea, es una planta que alcanza los 30 cm de longitud y pertenece a la familia de las asteráceas (margaritas, txiribitas, girasoles…).

Tiene multitud de glándulas que desprenden un líquido pegajoso (es el significado de glutinosa) que se nota cuando se toca. Sus pequeñas flores son amarillas y surgen entre julio y septiembre. Toda la planta desprende un aroma delicioso, motivo por el que se ha utilizado de numerosas maneras y variados motivos desde hace siglos.

Crece en los roquedos soleados de roca caliza a cierta altitud. En Euskal Herria se encuentra en la zona central del territorio, Valdegovía incluida, aunque siempre de manera dispersa.

Detalle de las flores amarillas del té de roca
Flores del té de roca

Respecto al nombre, si bien es cierto que el auténtico té (Camellia sinensis) es una planta originaria de China y del sudeste asiático, no es menos cierto que en la península ibérica se le ha dado esa denominación a unas 70 plantas silvestres diferentes por ser aromáticas y haberse consumido en tisanas. De todas ellas, una de las más populares es el té de roca.

Con ella se elaboran infusiones y licores digestivos y hasta helados. Sus usos medicinales atribuidos son múltiples: para curar la apendicitis, en algunas zonas para combatir la diarrea y en otras, paradójicamente, para evitar el estreñimiento, contra las piedras del riñón, para adelgazar, pues se dice que “deshace las grasas”, para sanar catarros y bronquitis, como relajante y antidepresiva…

Los emplastos y ungüentos hechos con esta hierba se consideran eficaces para las lesiones de la piel, pues cicatrizan las heridas y quemaduras y evitan infecciones posteriores. Incluso en alguna zona se han utilizado para blanquear los dientes frotándolos con ella.

Pequeño ramo de plantas de té de roca sobre una tabla para ser utilizadas en infusión
Ramillete del té de roca

Una planta multisuos, como podéis ver. Si aún no la conocéis, deberíais buscarla en los peñascos del valle aunque sólo sea para degustar su aroma. No os defraudará.

Historias curiosas sobre los cultivos de adormidera

Nota: las fotografías están tomadas hace unos años y a fecha de hoy esas fincas están ocupadas con cultivos convencionales.

No pensaba escribir sobre los cultivos alaveses de la adormidera o planta del opio (Papaver somniferum) que en euskera se llama lo-belarra (hierba del sueño) pero una reciente noticia en los periódicos me ha animado a hablar sobre el tema.

Adormideras con la cápsula desarrollada en un cultivo autorizado

La noticia habla de “los vampiros del opio” (un término exagerado en mi opinión), personas que viajan por diversas regiones en busca de plantaciones tanto legales como fincas en las que la planta crece de manera silvestre, sin tutela.

Se mueven en la época en la que la adormidera tiene ya su fruto, una llamativa cápsula verde que además de guardar en su interior las semillas, produce un latex que rezuma cuando se raja con un cuchillo. Es este latex u opio, rico en potentes sustancias con efectos narcóticos, lo que buscan estos “vampiros”, algo que por otra parte llevan haciendo los humanos desde hace al menos 5000 años a.e.c.

Adormideras en flor en un cultivo autorizado

Sin embargo esta forma de consumo plantea dos peligros: la adicción (algo que también ocurre con los fármacos opiáceos como la morfina) y la sobredosis accidental, pues en cada planta la composición del latex puede variar.

Más allá de esta curiosa noticia, la realidad es que los cultivos de adormidera son uno más de los que pueden realizarse en Álava y otras muchas zonas peninsulares. Eso si, cada uno de ellos cuenta con un permiso específico y estará vigilado por la policía para evitar lo comentado antes.

Fruto con forma de cápsula de la adormidera

Además cada año sólo se dan las licencias necesarias para cubrir la demanda anual de fármacos.

Florece en primavera y se recolecta en verano. Se desechan las raíces y las hojas, las semillas se apartan para su uso en panadería y bollería (su contenido en alcaloides es ínfimo) y el resto, llamado paja de adormidera, se envía a la empresa Alcaliber, única autorizada y que se dedica a la producción de fármacos opiáceos.

Adormideras con sus cápsulas

¿Cuáles son estos fármacos? Pues entre otros, medicamentos fundamentales en la medicina moderna: morfina para aliviar el dolor intenso, tebaína para obtener analgésicos como la oxicodona, codeína y noscapina contra la tos, y papaverina para mejorar la circulación sanguínea.

En nuestro valle los cultivos son muy llamativos en la época de la floración y cuando producen el fruto recuerdan a campos de países del SE asiático. Recuerdo mi primera sensación de estupefacción cuando vi uno de ellos!

Semillas de adormidera utilizadas en panadería y bollería

Más allá de que podamos ver estos exóticos cultivos de forma intermitente, siempre nos quedarán los campos de amapolas (Papaver rhoeas, su pariente), que esas si, cada año alegran el paisaje (aunque algún agricultor podría discrepar de esta afirmación, claro está).

Fascinación por las orquídeas silvestres de Valdegovía

Hoy, como cada 18 de mayo desde el año 2012, se celebra el Día Internacional de la Fascinación por las Plantas, un evento anual promovido por universidades, equipos de investigación, jardines botánicos, agricultores y demás entidades que pretenden reivindicar la importancia de los vegetales en nuestra vida cotidiana y el papel fundamental que tienen en la naturaleza.

Cephalanthera rubra vive en claros forestales. Cueva de Los Moros. Corro.

Para los humanos son fuente de alimento, de medicamentos (como la morfina que se extrae de las plantaciones de la adormidera en el valle), de materia prima para obtener biocombustibles (¡cómo disfrutamos de los campos de colza y de girasol!), sustancias de interés industrial como las resinas, fibras textiles como el lino (que también se cultivó aquí) y por supuesto, el placer que nos ofrecen cuando caminamos por bosques, orillas de ríos o pastizales, que es inmenso.

En esta entrada reivindico mi fascinación por las orquídeas silvestres de Gaubea -Valdegovía (sé que no soy el único). Consideradas como uno de los grupos más evolucionado de entre las plantas, sus diseños florales, extraordinarios reclamos de insectos, me dejan perplejo.

Según la bibliografía que he consultado, en Gaubea -Valdegovía existen unas 50 especies de orquídeas silvestres, algunas muy difíciles de ver. Yo os muestro algunas de las habituales por si las encontráis en vuestras rutas. Si es así, deteneros un poco, agacharos y observar la exuberancia de sus pequeñas flores.

Y feliz día vegetófilo!

Orchis anthropophora u orquídea del hombre ahorcado habita en prados y matorrales soleados. Puerto de la Horca.
Anacamptis pyramidalis es abundante en cunetas y prados. Es polinizada por mariposas. Valderejo.
Limodorum abortivum es una especie que no tiene clorofila y se alimenta gracias a hongos. Salinas de Añana.
Ophrys apifera o flor de abeja, especialista en atraer a abejorros para su polinización. Villanañe.
Ophrys tenthredinifera u orquídea avispa. Sus llamativas flores pueden verse en zonas soleadas. Corro.
Orchis mascula es una orquídea habitual en pastos y zonas clareadas. Valderejo.

La extraña belleza del helecho común

Compartiréis conmigo que cuando toca salir con la mochila hay días de monte y cumbre, en los que el cerebro nos pide cuesta y esfuerzo, y días en los que deseamos deambular con calma y en plan errabundo para poder satisfacer la curiosidad que sentimos por todo bicho viviente y mineral.

Nuevas hojas del helecho común con formas onduladas y espirales
Helecho común con las nuevas hojas en desarrollo

El otro día fue uno de estos y aproveché un claro del bosque colonizado por el helecho común o iratzea en euskera (Pteridium aquilininum). En esta época están creciendo y muestran en sus extremos las nuevas frondes u hojas todavía replegadas antes de desenrollarse y hacerse adultas.

Y me fascinaron sus formas curvas, onduladas y espirales, semejantes unas a orugas, otras a embriones animales, o incluso a puños y manos, cubiertas de finos pelos y con una mezcla de verdes y dorados que hacían de cada una de ellas un objeto único, irrepetible. En un claro del bosque decenas de diseños vegetales parecían competir, no sé si por un premio a la elegancia o por causar incertidumbre a los humanos por esas extrañas y a la vez delicadas formas.

Comencé a fotografiar para capturar esa belleza efímera antes de que desapareciera con la madurez. El resultado de esa sesión es esta galería.

Si Karl Blossfeldt (del que ya escribí aquí) hubiera estado en este helechal creo que habría tomado multitud de bocetos para sus trabajos artísticos de forja, sin duda.

Nuevas hojas del helecho común con formas onduladas y espirales
Nuevas hojas del helecho común con formas onduladas y espirales
Nuevas hojas del helecho común con formas onduladas y espirales
Nuevas hojas del helecho común con formas onduladas y espirales
Nuevas hojas del helecho común con formas onduladas y espirales
Nuevas hojas del helecho común con formas onduladas y espirales

La hiedra que todo lo cura (hasta el desamor)

Hay tres plantas trepadoras habituales en nuestro valle: la clemátide o brigaza (Clematis vitalba) de la que ya hablé aquí, la zarzaparrilla (Smilax aspera) que dejo para otra ocasión, y la hiedra, omnipresente en bosques, riberas y muros si la humedad es la adecuada.

Tallos de hiedra
Formas caprichosas del tronco de una hiedra sobre un árbol abatido. ¿Dos cuerpos abrazados?¿un extraño reptil?

Llamada huntza en euskera y con el nombre científico de Hedera helix (por su capacidad de enroscarse en los troncos), es una planta trepadora y siempre verde que si se lo ponen fácil puede ascender hasta 30 m con el objetivo de conseguir luz suficiente.

Pequeño bosque con troncos cubiertos de hiedra
Bosquete cubierto de hiedra incluso en el suelo

Su tallo, leñoso, emite una especie de “raíces” llamadas adventicias que sólo le sirven para adherirse al árbol o a un muro. Por tanto, no pueden robar alimento a la planta sobre la que trepa (sus verdaderas raíces son subterráneas).

Raíces adventicias de la hiedra en un tronco
Raíces adventicias de la hiedra para adherirse a troncos y muros

Las hojas son de color verde lustroso. Las situadas en ramas que no dan flor y fruto son palmeadas, con 3-5 lóbulos, mientras que las de las ramas que dan flores son elípticas u ovadas (forma de huevo).

Hoja estéril y hoja fértil de la hiedra
Izquierda, hoja de rama estéril; derecha, hoja de rama florífera

Las flores, de color verde pálido, son poco llamativas y surgen a finales de verano y otoño. Son melíferas, algo muy importante para las abejas (y apicultores), que en esa época comienzan a quedarse sin alimento.

Los frutos son unas bayas de color negro y del tamaño de un guisante; aparecen en otoño y perduran durante el invierno. Son un importante alimento para muchas aves (mirlos, zorzales, arrendajos, petirrojos…) que además se encargan de la dispersión de las 2-5 semillas que contiene cada uno.

La planta entera es tóxica, especialmente los frutos. Posee una sustancia, la hederina, que puede causar una importante bajada de la tensión arterial e incluso pérdida de visión si se consume (no así en uso externo), aunque el mayor problema radica en los niños, que por curiosidad puedan comer sus frutos. Incluso su savia puede producir dermatitis a personas sensibles, pero no es lo habitual.

Rama de hiedra con hojas
Ramita de hiedra

A pesar de ello, ha sido muy utilizada como medicinal en forma de infusiones, tisanas o cataplasmas, con un listado casi interminable de usos para combatir o curar, entre otras muchas afecciones, la tos, el dolor de muelas, las verrugas, el reuma, el dolor de cabeza, los gusanos intestinales o como abortiva. No sé si hay alguna zona de nuestro cuerpo que no se haya tratado de curar con la hiedra, aunque en la actualidad apenas se utiliza.

Hiedra reptando por una roca
Hiedra creciendo en un lapiaz kárstico

Otra cuestión que suscita debate es el posible daño que causa a los árboles. Parece ser que el perjuicio es nulo o inapreciable excepto que cubra las ramas de los frutales o que produzca un sobrepeso que facilite su caída por el viento, pero desde luego, no “ahoga” al tronco sobre el que trepa. Respecto a los muros, su tronco puede ensanchar una grieta ya existente, pero no crearla.

Por último, no puedo dejar sin mencionar algunos usos curiosos de nuestra trepadora perenne. Por ejemplo, que con sus hojas cocidas se obtenía un tinte para teñir de un negro brillante la ropa de luto e incluso el bigote. O que de ella se obtenía una resina, la gomorresina de hiedra, que se aplicaba como crema depilatoria. Incluso en La Celestina se relata que con sus flores se elaboraba un filtro amoroso, una utilidad muy sugerente!

Trozos de tallo de hiedra para absorber la humedad
La madera de la hiedra se ha utilizado para absorber la humedad en el interior de muebles debido a su gran porosidad

También sus tallos, muy porosos, se han usado para absorber la humedad en el interior de los armarios. Pero el premio etnobotánico se lo lleva Catón el Viejo, escritor y militar romano (siglos III-II a.e.c ) que afirmaba que para detectar si un vino estaba aguado era suficiente hacerlo pasar por un vaso de madera de hiedra: el vino pasaba y el agua, limpia y cristalina, quedaba retenida en el vaso, haciendo evidente el fraude.

Ante hechos imposibles nuestra ingenuidad nos lleva a decir: “¿y si fuera cierto?”. Yo por si acaso tal vez me construya una vaso mágico de hiedra. ¡Nunca se sabe!

Hoja de hiedra en una piedra en un arroyo
Hoja de hiedra en un arroyo