De caminata invernal por el bosque veo que algunos helechos como el Blechnumspicant comienzan a desarrollar nuevas hojas que antes de desplegarse del todo toman el aspecto del báculo de un obispo, o si se quiere, el de un matasuegras festivo, una forma grácil que siempre me ha gustado contemplar.
Y me he acordado de Oliver Sacks, el neurólogo que sentía pasión por estos vegetales primitivos y cuyo libro Diario de Oaxaca he comentado recientemente en la sección de Mis libros.
Pues bien, ahora que los nuevos helechos de nuestros bosques comienzan a exhibirse con sus curiosas formas espirales o retorcidas como orugas que se contornean, algunas velludas, otras lampiñas, aprovecho esta entrada más visual que explicativa para reivindicar la belleza de estas plantas a pesar de que carecen de flores y de paso recordar al bonachón de O. Sacks.
Compartiréis conmigo que cuando toca salir con la mochila hay días de monte y cumbre, en los que el cerebro nos pide cuesta y esfuerzo, y días en los que deseamos deambular con calma y en plan errabundo para poder satisfacer la curiosidad que sentimos por todo bicho viviente y mineral.
El otro día fue uno de estos y aproveché un claro del bosque colonizado por el helecho común o iratzea en euskera (Pteridium aquilininum). En esta época están creciendo y muestran en sus extremos las nuevas frondes u hojas todavía replegadas antes de desenrollarse y hacerse adultas.
Y me fascinaron sus formas curvas, onduladas y espirales, semejantes unas a orugas, otras a embriones animales, o incluso a puños y manos, cubiertas de finos pelos y con una mezcla de verdes y dorados que hacían de cada una de ellas un objeto único, irrepetible. En un claro del bosque decenas de diseños vegetales parecían competir, no sé si por un premio a la elegancia o por causar incertidumbre a los humanos por esas extrañas y a la vez delicadas formas.
Comencé a fotografiar para capturar esa belleza efímera antes de que desapareciera con la madurez. El resultado de esa sesión es esta galería.
Si Karl Blossfeldt (del que ya escribí aquí) hubiera estado en este helechal creo que habría tomado multitud de bocetos para sus trabajos artísticos de forja, sin duda.
Adiantum capillus-veneris, llamado cabello de Venus o culantrillo de pozo e iturri-belar (hierba de las fuentes) en euskera, es en mi opinión uno de los helechos más delicados y bonitos de nuestra geografía.
Culantrillo de pozo con sus hojas (pínnulas) en forma de abanico
El nombre Adiantum proviene del griego y significa “lo que no se moja”, aludiendo a que sus hojas repelen las gotas de agua. Por su parte, capillus-veneris se refiere a la cabellera de la diosa Venus, tal vez por los abundantes tallos lustrosos del culantrillo o a que Venus nació de las olas del mar con su exuberante melena seca por lo dicho anteriormente.
Es una planta siempre verde, cosmopolita, que puede medir hasta 40 cm de longitud. Sus tallos son negros y finos. Las hojas (frondes) están compuestas por numerosas hojitas (pínnulas) con forma de abanico que le dan un aspecto grácil, motivo por el que se han obtenido variedades ornamentales de interior.
Vive en las paredes húmedas de fuentes, cascadas y cuevas y si te acercas a uno de esos sitios tal vez puedas disfrutar de la belleza de este pequeño helecho.
El helecho Adiantum capillus-veneris. Valderejo
En cuanto a sus abundantes propiedades medicinales, antaño gozó de prestigio un jarabe hecho con él y azúcar para aliviar la tos, el catarro y otras afecciones respiratorias, todavía en uso en algunas zonas de la península también como infusión. Y cómo no, tal como indica la teoría de los signos, sus abundantes tallos negros semejantes a pelos recios hicieron creer a aquellas buenas gentes que sería un eficaz remedio para fortalecer el cabello, evitar su caída, la caspa y curar la sarna del cuero cabelludo. Con tal fin, lo trituraban y mezclaban con aceite y vinagre obteniendo una especie de pomada. Desgraciadamente, aquel tónico capilar no resultó eficaz y la alopecia persiste en nuestros tiempos.
Grupo de culantrillos de pozo en una pared húmeda. Valderejo
No puedo dejar sin relatar una creencia que se dió en aldeas de Valencia: pensaban que para aliviar la tristeza de una chica abandonada por su novio era recomendable que se pusiera las hojas de este helecho en las alpargatas. Desconozco si también valía para los chicos, pero si alguien decide hacer la prueba, mal no le va a hacer, desde luego.
Nota: si alguien conoce el nombre que se le da a este helecho en Valdegovía y zonas aledañas le agradecería que me lo comunicara.
Hace cosa de un año caminaba por Bilbao cuando me topé con un gran cartel publicitario en el que se mostraba una fotografía en blanco y negro de un helecho de delicadas formas. Yo conocía la imagen y pensé, con regocijo, que anunciaba una exposición en la ciudad, pero no, se trataba de una campaña publicitaria de una conocida marca de perfumes.
Su autor, el alemán Karl Blossfeldt (1865-1932), fue un escultor y fotógrafo que comenzó su andadura como modelador en una forja. Pronto mostró curiosidad por los diseños vegetales, una cualidad del naturalista entusiasta, y se dedicó afanosamente a fotografiar hojas, tallos y flores con una cámara diseñada por él mismo. Su técnica era a la vez sencilla pero minuciosa: situaba la planta contra un fondo neutro y aprovechando la luz natural obtenía primeros planos aumentados que mostraban la exquisita arquitectura de los vegetales.
Fotografía de Wikipedia Creative Commons
Lo curioso es que su intención no era fotográfica sino didáctica, pues cuando más tarde se convirtió en profesor de la Escuela de Artes Aplicadas de Berlín utilizó sus fotografías para que sus alumnos hicieran bocetos escultóricos y ornamentales a partir de ellas.
Tras una exposición en una galería, la vanguardia artística alemana se fijó en él. Impulsado por ese estímulo, publicó dos libros, Formas originales del arte (1928) y antes de morir, El Jardín maravilloso de la naturaleza (1932), que le convirtieron en un autor de culto.
Pues bien, estimulado yo también por este sensible personaje que ya de joven me llamó la atención, y como modesto homenaje a su figura, os muestro unas tomas de plantas de nuestro entorno utilizando una técnica similar. Podéis hacer vosotros mismo la prueba y veréis que el resultado puede ser sorprendente.
Si queréis ver multitud de imágenes de este autor, aquí tenéis uno de los muchos sitios donde se muestran.
Angélica silvestre (Angelica sylvestris) antes de florecer. Río OmecilloPlanta joven del helecho Blechnumspicant. Río OmecilloAngélica silvestre (Angelica sylvestris) a punto de florecer. Río OmecilloFlores del nazareno (Muscaricomosum). Puerto de la HorcaFrutos alados del arce (Acerplatanoides). Bóveda
Por supuesto, el título es un juego de palabras que no se corresponde con la realidad, pero que tiene su miga.
Un polipodio mostrando sus soros amarillos
Los polipodios, que en euskera se denominan haritz-iratzea y en catalán herba de la pigota (hierba de la viruela) son helechos que crecen en los troncos de árboles viejos pero también en muros y grietas. Su hoja (que en los helechos se llama fronde) está profundamente dividida en lóbulos y en su parte posterior o envés tienen unos grupos de círculos de color amarillo o marrón. Se trata de los soros, formados por numerosos esporangios que a su vez se encargan de producir miles de esporas que le servirán para reproducirse. Lo curioso es que en tiempos pasados, cuando la ciencia no estaba desarrollada, se creía que algunas plantas nos señalaban su utilidad medicinal a través de la forma de alguna de sus partes. Esa forma de pensar casi mágica recibe el nombre de Teoría de las Signaturas (o signos o señales) y volveré a ella en otras entradas. Pues bien, como los soros de nuestros polipodios recordaban a las marcas que dejaba la viruela en la piel, se pensó que podrían utilizarse para combatir esa enfermedad, algo que, obviamente, no resultó eficaz.
En nuestro valle conviven tres especies (P.vulgare, P. cambricum y P.interjectum) muy similares entre sí y que además se cruzan entre ellas por lo que su descripción escapa al objetivo de este blog
Polipodios (Polypodiumspp.) en un roble. Quintanilla.Polypodium spp. mostrando los soros. Angosto.