Me han comentado que junto al río Omecillo han salido ya los narcisos y con esa disculpa me dispongo a realizar una cómoda ruta circular de unos 50 minutos que une los pueblos de Villanueva y Gurendes.
Pero antes de iniciarla me acerco a la presa del molino de la Sebe, en Villanueva, construída en 1781 con piedra y madera y declarada Bien de Interés Cultural. Además, es la única construcción de este tipo que persiste en Euskadi por lo que recomiendo su visita.
Su acceso es sencillo, pues se encuentra cerca de la explanada de las autocaravanas (frente a la escuela), junto a una pequeña casa. (aquí pongo un enlace que explica con dibujos su estructura).
Me dirijo ahora al centro de Villanueva y comienzo a caminar por la carretera dirección Nograro pero tras pasar la ultima casa giro a la derecha y tomo una pista agraria que me lleva a un pabellón ganadero; frente a él, un cartel de madera indica la senda de 2,5 km que conduce a Gurendes paralela al Omecillo. La sigo y al de poco veo enebros (Juniperus comunis) y madroños (Arbutus unedo) aunque el árbol dominante es el quejigo (Quercus faginea), que ahora se ve sin hojas; esa circunstancia facilita fijarse en unas esferas marrones del tamaño de una pelota de ping pong que parecen minas submarinas y que popularmente se llaman canicas.
Realmente son agallas o cecidias y fueron el nido de las larvas de un tipo de avispas solitarias, no peligrosas, de las que hablaré en el futuro. En el suelo las tempranas hepáticas (Anemone hepatica) y los eléboros fétidos (Helleborus foetidus), que son venenosos, ya están floridos.
Llego a un banco de madera, justo por encima de la presa que he visitado antes. Al fondo se ve el inmenso encinar (Quercus ilex) en el que sobresalen las peñas de San Martín de Valparaíso (donde se encuentra una interesante necrópolis) y el monte Raso (1.051 m), junto al Peña Rubia con su antena repetidora.
Continúo el camino sin apenas cambios de nivel; la hiedra (Hedera helix) con sus frutos negruzcos, recubre multitud de troncos y también las lianas de la brigaza (Clematis vitalba) se hacen notar.
A la altura de una valla protectora de madera cubierta de líquenes se ven unas plantas marchitas de color marrón: son plantas parásitas de la hiedra, del género Orobanche, de las que hablaré cuando florezcan.
Continúo por encima del río y el paisaje se abre a tierras de cultivo con la Peña Karria (1.135 m) al fondo; poco después, con el pueblo de Gurendes a la vista, el sendero confluye con una pista agrícola que sigo hacia su izquierda para retornar. En el camino, unas lianas de clemátide o brigaza que tienen un tallo espectacularmente grueso aparecen teñidas de amarillo por el liquen Xanthoria parietina.
En una nueva bifurcación giro a la izquierda y poco después encuentro en los bordes del camino una población bien surtida de narcisos (Narcissus minor subsp. minor), que considero como la joya de la ruta. Con suerte podremos contemplarlos hasta abril o mayo.
También podemos acercarnos a un enorme tronco de árbol caído para observar otro liquen de interés, Ramalina farinacea; su presencia aquí indica que la calidad del aire es buena, pues es un liquen sensible a la contaminación atmosférica.
Sigo por terreno despejado hacia Villanueva disfrutando del sol. Luego, en un nuevo cruce, de nuevo tuerzo a la izquierda por un camino que en claro descenso me devolverá al inicio pero sin dejar de observar las cunetas, atento a lo que pueda surgir. Así es como percibo que tras una alambrada crecen las tres especies del género Juniperus (enebro, oxicedro y sabina negra) presentes en nuestro valle, un buen lugar para conocerlas y diferenciarlas. Las describiré en una entrada posterior.
Al cabo de unos minutos llego al pabellón ganadero y poco después a Villanueva, completando así esta tranquila ruta.
Nombres en euskera de las plantas mencionadas (no se incluyen las indicadas en entradas anteriores):
Madroño: gurbitza / Quejigo: erkametza / Eléboro fétido: otsababa arra/ Encina: artea / Narciso: lilipa / Oxicedro (Juniperus oxycedrus) : hego-ipurua