Espino albar, paisaje blanco con aroma de miel

De los pequeños árboles silvestres del valle y de toda Euskal Herria, tal vez sea el espino albar (Crataegus monogyna), junto con el laurel, el más venerado de la etnobotánica (el uso popular de las plantas).

Espino albar en primavera

Se le conoce con los nombres de espino albar, espino blanco y majuelo, y en euskera, elorri zuria o arantzazuria.

Mide entre 4-6 m de altura; sus ramas tienen unas duras espinas, origen de su nombre; las hojas son pequeñas y con 3-7 lóbulos irregulares.

Pero lo más llamativo son sus flores, que tienen un ligero olor a miel (es una especie melífera); son blancas, tan abundantes que recubren del todo el árbol. Todo un espectáculo primaveral especialmente cuando se encuentra en terreno clareado, lo que le permite desarrollar una copa semi redonda muy estética.

Flores del majuelo

Habita en los claros forestales y bordes de caminos; también forma, junto con endrinos y rosales silvestres, setos vivos, unos refugios importantes para la fauna.

A sus frutos se les llaman majuelas, guindas de pastor… y en euskera, abilurriak. Son del tamaño de un guisante y parecen manzanitas de color rojo, de carne harinosa (son comestibles) y con un huesecillo en su interior (como otras rosáceas tales como la ciruela, cereza, melocotón…). Surgen en otoño y su abundancia es vital para las aves y demás especies silvestres.

Majuelas o abilurriak (frutos del espino albar)

Como ya he comentado al inicio, es una especie muy valorada que tiene una variedad de usos enorme.

Como medicinal, sus flores se siguen usando (y vendiendo) en infusión para regular el sistema circulatorio (hipertensión, ritmo cardíaco, colesterol).

También ha valido para rebajar la ansiedad y calmar los nervios; y si queréis quitar un dolor de muelas, deberíais utilizar un remedio cordobés: cocer una rama de 9 nudos y aplicar la cocción en la zona dolorida.

Majuelas junto con otras plantas medicinales

Sus frutos han paliado el hambre en épocas de escasez y tanto los pastores como los niños las han consumido como entretenimiento. También han valido para hacer mermeladas y aguardientes o incluso como café después de tostarlos.

Espino albar en flor y Salinas de Añana

Sin embargo, en algunas zonas los consideran peligrosos, pues afirman que “producen locura” o “apendicitis”. Esto es porque su hueso, al igual que las almendras amargas, contiene cianuro de hidrógeno, muy tóxico según la dosis.

Es también, junto con el laurel, una especie protectora de la casa y de las huertas frente al rayo y todavía es habitual ver ramos o cruces hechas con espino en las puertas de muchos pueblos. Se suelen colocar el día de San Juan.

Y hablando de proteger, en algunas regiones las madres solían poner ramos de majuelo en las habitaciones de sus hijas adolescentes para asegurar su castidad. Intuyo que el método no era eficaz pero el efecto placebo también es tranquilizador.

No terminan aquí sus usos, pues su madera, densa y dura, sigue siendo cotizada para hacer mangos de herramientas y cachabas. La Inquisición, conocedora de esa cualidad, la usó para construir sus inhumanos aparatos de tortura.

Termino con una utilidad curiosa: no hace muchos años, en algunas zonas rurales los niños lanzaban sus frutos con una cerbatana hecha con una ramita de saúco (que se ahueca bien). Al grito de ¡majuelas con canuto se disparan al minuto!, jugaban y corrían por el pueblo libres de las ataduras que hoy día impone el teléfono móvil.

Fue tal el éxito del juguete que había gente que los vendía gritando ¡majuelas con canuto!. Creo que la gente de cierta edad visualizará perfectamente ese ambiente callejero y feliz en nuestros pueblos y barrios urbanos, hoy en vías de extinción.

Paisaje de montaña con espinos en flor

Posdata: este año he de hacer una cerbatana de saúco y probarla con majuelas. Seguro que sonrío.

Madroños, te embriagarán por su color y algo más…

Sigo con la descripción y curiosidades sobre los arbustos de Gaubea – Valdegovía y esta vez le toca al siempre verde madroño (Arbutus unedo) que en euskera se denomina gurbitza y que ya comienza a ofrecer sus coloridos frutos.

Es un arbolillo que puede alcanzar los 8 m de altura, con un tronco de madera dura y corteza rojiza de aspecto agrietado.

Varios frutos del madroño de color rojo en una rama
Frutos maduros del madroño

Sus hojas, perennes y duras, son verde brillantes por el haz y mates por el envés, con el borde aserrado.

Las flores, de color blanco o rosado, son pequeñas, con forma de campana cerrada y forman bonitos grupos colgantes. Surgen a finales de otoño e inicios de invierno. Los frutos, que aparecen en otoño, son redondos, de unos 2-3 cm de diámetro, granulados y carnosos, con bellos tonos que van del amarillo al rojo intenso pasando por el naranja según su madurez. Curiosamente, como tardan un año en madurar pueden coincidir con las flores del siguiente año; o sea que en invierno podemos ver a ambos en la misma planta.

Ramas con hojas verdes del madroño con flores blanquecinas y frutos rojizos
Madroño con frutos y flores

Es una especie de tipo mediterráneo que de vez en cuando forma bosquetes llamados madroñales, como el que se ve en la última fotografía, tomada en el karst de Peñas Blancas (Barakaldo, Bizkaia). En Valdeovía no abunda y lo podemos ver principalmente en la foz de Angosto y en Sobrón, pues en ambos casos el madroño encuentra un entorno algo húmedo y soleado que le protege de las heladas, su mayor enemigo.

Flores de madroño de color rosáceo y forma de campana en una rama
Flores del madroño

Es bien conocido en toda la península ibérica por lo que sus usos etnobotánicos han sido extensos.

Su madera, por ejemplo, que es muy dura, se ha utilizado para obtener un buen carbón vegetal y para fabricar utensilios (cucharas, cuencos, aperos…). Sus hojas y corteza han servido para curtir pieles debido a que son ricas en taninos, unas sustancias vegetales que además de ese uso curtiente proporcionan un sabor amargo y seco a los alimentos (y sí, también al vino, pues se encuentran en la piel y pepitas de la uva). Dado que son astringentes, se han usado en medicina popular para combatir diarreas y también como diuréticas.

Varios frutos de madroño de color rojizo caídos en el suelo
Madroños caídos en el suelo

Pero el mayor uso se ha obtenido de sus frutos, comestibles y dulces en la madurez (si puedes, pruébalos sin miedo). Con ellos se siguen haciendo mermeladas y vinagres, y cómo no, el conocido licor de madroños por maceración de sus frutos. También se obtiene por destilación un recio aguardiente e incluso en Asturias siguen comercializando un anís de madroños.

Y si has oído alguna vez que comerlos en exceso produce dolor de cabeza o una ligera borrachera, pues es cierto. Los azúcares del fruto comienzan a fermentar en el propio árbol produciendo alcohol. Es por ese motivo que en algunos lugares les llaman borrachines y que su apellido latino “unedo” significa “de uno en uno“, un recordatorio para la prudencia a la hora de degustarlos.

Un ejemplar de madroño aislado
Ejemplar de madroño en Peñas Blancas
Pequeño bosque de madroños
Madroñal en Peñas Blancas

Ruta al monte Arrayuelas (1.119 m) desde Bóveda

Tiempo total: 3h 30 min Distancia: 13 km Dificultad: fácil Desnivel: 430 m

Esta vez toca ascender a esta cima que hace de frontera entre el valle de Bóveda y el Parque Natural de Valderejo. Una ruta sencilla de seguir que ofrece como premio las vistas al circo de Valderejo hacia el sur y la sierra de la Risca, muga entre Valdegovía y las tierras de Losa (Burgos) hacia el NO.

Campo de trigo amarillo y el pueblo de Boveda
Campos de cereal y Bóveda al fondo

Comienzo a caminar frente al centro social de Bóveda hacia una bifurcación de pistas agrícolas para tomar la de la izquierda. Tras un corto ascenso, llaneo por el paraje de San Pelayo entre campos de cultivo y la cima del Arrayuelas a la vista, a la izquierda de una antena repetidora.

En el paisaje domina el amarillo cereal y el verde oscuro de pinos y carrascas, y, ahora que la flora está marchita, el toque de color lo dan los frutos de la morrionera (Viburnum lantana) y las endrinas (Prunus spinosa), que ya azulean.

Tras un descenso, atravieso un arroyo y llego a una cancela metálica, tras la que surge una bifurcación. Por la izquierda iríamos a Tobillas por el GR-1 Histórico; yo continúo por el de la derecha que señala hacia el Portillo de la Sierra y al pueblo de Lalastra, ya en Valderejo.

En un ambiente fresco donde además de las hayas abundan los avellanos, arces y algún que otro tejo, camino junto a la fuente de La Tejera y al riachuelo (ahora seco) que ya describí en esta entrada invernal. Entonces el agua saltaba por el estrecho cauce de color hueso; ahora, con el estío, está seco.

Llego a un claro donde confluyo con una pista que asciende por mi derecha. Giro a la izquierda camino de Lalastra y con el cambio de ladera, ahora sur, las carrascas que aguantan bien el sol, se adueñan del paraje.

Dos mariposas del tipo de las zygaenas están copulando sobre una flor azul
Cópula de las mariposas zygaenas

Veo también algunas zygaenas (Zygaena spp.) libando en las pocas flores que quedan. Su diseño alar me sigue recordando a un bonito papel de regalo.

Comienza la pendiente, que se hace notar, aunque de nuevo el hayedo me reconforta con su sombra.

Y así, poco a poco, y con el espliego ya en flor, llego al Portillo de la Sierra. Un cartel advierte de la prohibición de caminar hacia el monte Recuenco entre el 1 de enero y el 15 de agosto para no molestar a los buitres leonados, que en esa época sacan adelante a sus pollos

A mis pies está el pueblo de Lalastra y hacia el oeste veo una antena repetidora hacia la que me dirijo por una buena pista.

Panorámica del circo de Valderejo y el pueblo de Lalastra bajo el cielo azul
Circo de Valderejo coronado por el monte Vallegrul y el pueblo de Lalastra

Llegado al repetidor, ahora se trata de caminar paralelo al corte de la sierra buscando la zona herbosa, más cómoda y con algunos hitos de piedra que conducen hacia una pequeña masa boscosa en el horizonte.

Flores moradas del espliego
Espliego (Lavandula latifolia) en flor

Llegado a ese bosquete cerrado, hay que prestar atención pues a escasos metros a la izquierda, en un promontorio rocoso, se encuentra la cima del Arrayuelas (2 h) con su vértice geodésico y el buzón colocado por la Sociedad Recreativa Manuel Iradier, de Gasteiz.

Contemplo hacia el sur todo Valderejo y hacia el norte los pueblos que se asientan en las laderas de la sierra de La Risca con la Sierra Salvada en la lejanía. Además, cuando me vuelvo hacia el oeste, allí veo la cima del Recuenco y, con prismáticos, el colosal menhir de El Gustal. ¡Todo un espectáculo panorámico!

Un montañero observa el paisaje desde la cima del monte Arrayuelas
Cima del Arrayuelas (1.119 m)
Un buitre leonado planeando
Buitre leonado

Tras contemplar el vuelo pausado de los buitres leonados, comienzo el retorno a Bóveda desandando el camino de ascenso.

Mapa de la ruta
Mapa de la ruta

Nombres en euskera de las especies mencionadas:

Morrionera: marmaratila / endrino: elorri beltza / endrina: basarana / espliego: izpilikua / buitre leonado: sai arrea

Arbustos de Valdegovía: la morrionera (Viburnum lantana)

Inicio con esta entrada una sección para los arbustos de Gaubea – Valdegovía. Poco a poco iré describiendo este tipo de plantas muy interesantes para un divulgador y para el senderista curioso: tienen un tamaño bien visible y sus flores y/o frutos son muy notorios por lo que es fácil verlos en el paisaje e identificarlos.

Arbusto de morrionera cubierto de flores blancas y cielo azul
Morrionera en flor junto a un arroyo. Al fondo, Peña Karria

Comienzo con la morrionera (Viburnum lantana y marmaratila en euskera) pues hasta hace poco ha estado en flor pero los frutos ya han comenzado a formarse. Ahora verdes, dentro de poco se volverán de un rojo llamativo y los veremos por todos los sitios.

Conjunto de frutos verdes
Frutos verdes a finales de mayo

Su nombre común parece que proviene de la forma algo aplanada de los frutos que se parecerían al morrión, el casco de los antiguos conquistadores de América. También le llaman cornohuela porque su leña en la hoguera huele mal, a cuerno quemado.

Es un arbusto de troncos flexibles que alcanza 3-4 m de altura. Sus hojas, opuestas y de forma elíptica, tienen el margen finamente dentado.

Conjunto de flores blancas en una rama
Flores de la morrionera

Florece en primavera. Sus flores blancas forman apretados conjuntos llamados corimbos que llaman la atención en los bordes de los caminos, arroyos y bosques donde habita.

El fruto surge en mayo-junio. Primero verde, luego de un encendido rojo, finalmente torna a negro en la madurez, a la espera de que los pájaros los coman y dispersen sus semillas.

Grupo de frutos rojos inmaduros
Frutos inmaduros en verano

En las zonas rurales de la península ibérica se le han sacado varios usos. Así, por ejemplo, aunque los frutos inmaduros son tóxicos y producen vómitos, los maduros se han comido en crudo e incluso se han utilizado para hacer mermeladas.

Por lo que leído, sus troncos rectos todavía son apreciados para obtener varas flexibles y “akullus” (vara con una punta metálica en el extremo) que se usan en la conducción del ganado.

Frutos rojos inmaduros y negros maduros en un mismo grupo
Frutos inmaduros (rojos) y maduros (negros) en verano-otoño

En el Pirineo Catalán los zahoríes se valían de sus horquillas para buscar agua. Al pasar por encima de un acuífero, la horquilla se ponía vertical avisando del descubrimiento (obviamente no hay fundamento para eso pero esas creencias me gustan pues son parte de un patrimonio etnobotánico interesante).

De sus hojas cocidas en lejía se obtenía un tinte para ennegrecer el cabello y evitar su caída, aunque esa práctica parece haber desaparecido hoy en día.

Y dado que es un bonito arbusto también se ha utilizado en jardinería y para hacer setos.

Si alguien sabe del uso que se le ha dado en nuestro valle o cercanías le agradecería que me lo comunicara. Por mi parte, probaré sus frutos maduros para conocer un poco mejor a este arbusto cuyas flores alegran mi ánimo en las caminatas primaverales.

La hiedra que todo lo cura (hasta el desamor)

Hay tres plantas trepadoras habituales en nuestro valle: la clemátide o brigaza (Clematis vitalba) de la que ya hablé aquí, la zarzaparrilla (Smilax aspera) que dejo para otra ocasión, y la hiedra, omnipresente en bosques, riberas y muros si la humedad es la adecuada.

Tallos de hiedra
Formas caprichosas del tronco de una hiedra sobre un árbol abatido. ¿Dos cuerpos abrazados?¿un extraño reptil?

Llamada huntza en euskera y con el nombre científico de Hedera helix (por su capacidad de enroscarse en los troncos), es una planta trepadora y siempre verde que si se lo ponen fácil puede ascender hasta 30 m con el objetivo de conseguir luz suficiente.

Pequeño bosque con troncos cubiertos de hiedra
Bosquete cubierto de hiedra incluso en el suelo

Su tallo, leñoso, emite una especie de “raíces” llamadas adventicias que sólo le sirven para adherirse al árbol o a un muro. Por tanto, no pueden robar alimento a la planta sobre la que trepa (sus verdaderas raíces son subterráneas).

Raíces adventicias de la hiedra en un tronco
Raíces adventicias de la hiedra para adherirse a troncos y muros

Las hojas son de color verde lustroso. Las situadas en ramas que no dan flor y fruto son palmeadas, con 3-5 lóbulos, mientras que las de las ramas que dan flores son elípticas u ovadas (forma de huevo).

Hoja estéril y hoja fértil de la hiedra
Izquierda, hoja de rama estéril; derecha, hoja de rama florífera

Las flores, de color verde pálido, son poco llamativas y surgen a finales de verano y otoño. Son melíferas, algo muy importante para las abejas (y apicultores), que en esa época comienzan a quedarse sin alimento.

Los frutos son unas bayas de color negro y del tamaño de un guisante; aparecen en otoño y perduran durante el invierno. Son un importante alimento para muchas aves (mirlos, zorzales, arrendajos, petirrojos…) que además se encargan de la dispersión de las 2-5 semillas que contiene cada uno.

La planta entera es tóxica, especialmente los frutos. Posee una sustancia, la hederina, que puede causar una importante bajada de la tensión arterial e incluso pérdida de visión si se consume (no así en uso externo), aunque el mayor problema radica en los niños, que por curiosidad puedan comer sus frutos. Incluso su savia puede producir dermatitis a personas sensibles, pero no es lo habitual.

Rama de hiedra con hojas
Ramita de hiedra

A pesar de ello, ha sido muy utilizada como medicinal en forma de infusiones, tisanas o cataplasmas, con un listado casi interminable de usos para combatir o curar, entre otras muchas afecciones, la tos, el dolor de muelas, las verrugas, el reuma, el dolor de cabeza, los gusanos intestinales o como abortiva. No sé si hay alguna zona de nuestro cuerpo que no se haya tratado de curar con la hiedra, aunque en la actualidad apenas se utiliza.

Hiedra reptando por una roca
Hiedra creciendo en un lapiaz kárstico

Otra cuestión que suscita debate es el posible daño que causa a los árboles. Parece ser que el perjuicio es nulo o inapreciable excepto que cubra las ramas de los frutales o que produzca un sobrepeso que facilite su caída por el viento, pero desde luego, no “ahoga” al tronco sobre el que trepa. Respecto a los muros, su tronco puede ensanchar una grieta ya existente, pero no crearla.

Por último, no puedo dejar sin mencionar algunos usos curiosos de nuestra trepadora perenne. Por ejemplo, que con sus hojas cocidas se obtenía un tinte para teñir de un negro brillante la ropa de luto e incluso el bigote. O que de ella se obtenía una resina, la gomorresina de hiedra, que se aplicaba como crema depilatoria. Incluso en La Celestina se relata que con sus flores se elaboraba un filtro amoroso, una utilidad muy sugerente!

Trozos de tallo de hiedra para absorber la humedad
La madera de la hiedra se ha utilizado para absorber la humedad en el interior de muebles debido a su gran porosidad

También sus tallos, muy porosos, se han usado para absorber la humedad en el interior de los armarios. Pero el premio etnobotánico se lo lleva Catón el Viejo, escritor y militar romano (siglos III-II a.e.c ) que afirmaba que para detectar si un vino estaba aguado era suficiente hacerlo pasar por un vaso de madera de hiedra: el vino pasaba y el agua, limpia y cristalina, quedaba retenida en el vaso, haciendo evidente el fraude.

Ante hechos imposibles nuestra ingenuidad nos lleva a decir: “¿y si fuera cierto?”. Yo por si acaso tal vez me construya una vaso mágico de hiedra. ¡Nunca se sabe!

Hoja de hiedra en una piedra en un arroyo
Hoja de hiedra en un arroyo

Eléboro fétido y eléboro verde, dos plantas hermanas que se reparten los bosques

En todas las rutas o paseos que estoy realizando esta primavera recién estrenada hay dos plantas omnipresentes en función del tipo de bosque: el eléboro fétido y el eléboro verde, por lo que escribiré sobre ambas.

Plantas del eléboro fétido en flor
Eléboro fétido en flor

El eléboro fétido (Helleborus foetidus) también llamado hierba ballestera o marihuana de tontos entre otros muchos nombres populares, es una planta de olor desagradable que alcanza 30-60 cm de altura. Sus hojas están divididas en lóbulos alargados que recuerdan a las de la marihuana; sus flores son verdes, acampanadas y compuestas por 5 sépalos verdes con el margen de color púrpura. En estas fechas ya han surgido los frutos, que en número de 2-4 tienen el aspecto de cuernecillos rematados por la punta del pistilo.

Detalle de una flor casi cerrada del eléboro fétido
Flor acampanada del eléboro fétido

Habita en los claros de carrascales o encinares (Quecus ilex) y quejigales (Q. faginea), bosques tan habituales en Gaubea – Valdegovia que explican la abundancia de esta planta.

Detalle de tres frutos del eléboro fétido
Frutos del eléboro fétido

El nombre de hierba ballestera parece que proviene de su antiguo uso para envenenar con su jugo la punta de las flechas, pues efectivamente esta especie es tóxica en su totalidad. ¡De nuevo las ranunculáceas mostrando su arsenal químico para defenderse del ganado y demás herbívoros!

El eléboro verde (Helleborus viridis) es algo más bajo pero de hojas similares, aunque sus flores, también formadas por 5 sépalos de color verde pálido o amarillento, son abiertas y no tienen el borde púrpura, lo que facilita su identificación. Tras ser fecundadas desarrollan 3 frutos similares a los del eléboro fétido.

Numerosas plantas del eléboro verde en un bosque
Espectacular población del eléboro verde en flor

Le gustan los ambientes sombríos y por eso es habitual en los hayedos y otros entornos húmedos en los que sobresale respecto al fétido. Dado que muchos senderos de nuestro valle atraviesan carrascales y hayedos es fácil observar la alternancia de estas dos especies, cada una bien situada en su hábitat ideal.

Eléboro verde en flor junto a un arroyo
Flores del eléboro verde junto a un arroyo

Al igual que su congénere también es tóxica pero esa circunstancia no ha sido obstáculo para que ambas especies se hayan usado popularmente para combatir un elevado número de enfermedades: contra el dolor de muelas, como abortivas, para eliminar verrugas, contra los piojos, para expulsar gusanos intestinales de los niños y un sinfín de cualidades, algo entendible pues son especies abundantes en toda Europa de las que se puede disponer con facilidad.

Sin embargo, dada su toxicidad, su venta en herbolarios y mercados ambulantes está prohibida tal como refleja una orden ministerial de 2004.

Detalle de los frutos del eléboro verde
Frutos del eléboro verde

Dejo para el final sus nombres en euskera, con una curiosidad añadida: al eléboro fétido le asignan el género masculino (otsababa arra o haba de lobo macho) y al verde, el femenino (otsababa emea o haba de lobo hembra), algo que no se corresponde con la realidad pues son especies diferentes además de hermafroditas.

Al verde también le denominan bisixo-belar y xixari-belar, ambos con el significado de “hierba contra los gusanos intestinales” lo que indica la importancia que pudo tener para tratar esa infestación en los niños, aunque me imagino que en esos casos cuidaban mucho de no excederse en la dosis a la hora de preparar la infusión curativa.

Un paseo botánico a las cuevas de Pinedo

Nota: los nombres de las plantas en euskera van al final del texto

En estos inicios de marzo me he acercado a las cuevas artificiales de Pinedo en un paseo corto de 15 minutos pero que me ha permitido tantear el despertar de la naturaleza en el valle (en próximas entradas hablaré con detalle de estas y otras grutas artificiales de Valdegovía).

Cuevas artificiales en Pinedo. Valdegovía
Cuevas artificiales de Pinedo. Valdegovía

Aparco el automóvil en el pueblo de Pinedo y desciendo tranquilamente por la carretera hasta el inicio de una pista forestal donde una señal indica la ubicación de las cuevas. Contemplo el paisaje algo reverdecido por los campos de cereal y con la Peña Karria al fondo.

Paisaje en el que se ven un campo verde y una montaña rocosa al fondo. Peña Karria
Paisaje invernal con Peña Karria al fondo

También se intuyen las hileras de avellanos ( Corylus avellana) junto al río; no tienen hojas pero si un color pardo dorado que indica que han florecido. Efectivamente, en el camino se ven sus flores masculinas, amarillentas y colgantes, dispuestas a ser balanceadas por el viento para así liberar el polen (el avellano no se vale de los insectos para ese menester y por eso sus flores son poco atractivas para ellos).

Flores masculinas del avellano, con aspecto colgante y de color amarillo
Flores masculinas del avellano

Pronto aparecen los acebos (Ilex aquifolium) que se harán abundantes junto a la cueva. Algunos todavía mantienen los frutos rojos del otoño, muy tóxicos para los humanos pero fundamentales para zorzales y mirlos como dieta de invierno. Tóxicos son tambien los frutos negros de la hiedra (Hedera helix) que se ven constantemente en el paseo.

Frutos rojos del acebo
Frutos del acebo
Frutos negros de la hiedra y sus hojas verdes
Frutos de la hiedra

Llego a la explanada bajo la que se excavó el eremitorio y me encuentro con la sabina negra (Juniperus phoenicea) con sus frutos oliváceos algo más grandes que guisantes (de nuevo advierto que estos también son tóxicos). Es una de las tres especies de “enebros” del valle de las que hablaré en otra ocasión, pero baste decir que este arbusto se reconoce muy bien por sus pequeñas hojitas que parecen escamas superpuestas.

Rama de la sabina negra con sus hojitas verdes parecidas a escamas y con frutos esféricos de color verde rojizo
Sabina negra con frutos

Desciendo por los escalones hacia la entrada de las cuevas y veo que las hepáticas (Anemone hepatica) han florecido en abundancia. Su hoja tiene tres lóbulos y recuerda a la de un hígado, lo que le ha dado el nombre y también propiedades cuasi mágicas que comentaré pronto.

Flores azules de la planta hepática
Hepática en flor con sus hojas trilobuladas

Curioseo por las oquedades, ventanas y tumbas de esa arquitectura cincelada en la caliza y trato de imaginar a aquellos ermitaños de los siglos VI-VII que las excavaron y que vivieron con una austeridad y devoción religiosa tan radicales. ¿Qué comían? ¿Cómo soportaban los duros inviernos?¿Cómo hacían frente a la soledad sin enloquecer?.

Me centro de nuevo y comienzo a fotografiar, tomo apuntes sobre líquenes y plantas, observo las acrobacias del agateador, un pajarillo que sube y baja por troncos y ramas como si fuera un reptil, curioseo entre las tumbas antropomorfas excavadas en la piedra y siguiendo el sendero circular vuelvo a la explanada superior.

Me siento cerca del saliente rocoso con la intención de disfrutar del sol y del paisaje (cuidado con los niños, pues hay un orificio que hacía de respiradero), pero unas manchas de color naranja vivo llaman mi atención; es el liquen Xanthoria parietina, que pinta la roca con formas caprichosas. ¿De qué pasta están hechos estos organismos para poder vivir sobre una roca que en verano puede calentarse hasta 60ºC y enfriarse varios grados bajo cero en invierno?. ¿No hay una semejanza entre estos seres y los ermitaños en cuanto a su sorprendente resistencia se refiere?.

El liquen Xanthoria parietina de color amarillo sobre una roca
El liquen Xanthoria parietina

Dejo estas cuestiones mentales para otra ocasión y me preparo para regresar con calma. Las lavandas mantienen sus hojas aromáticas (cojo algunas para ambientar el coche), en el cielo dos cornejas ahuyentan a un busardo y en Pinedo la gente trastea en las huertas.Todo en orden.

Mapa de Google Maps indicando la ruta
Mapa de la ruta

Nombres en euskera de las plantas mencionadas:

Avellano: hurritza / Acebo: gorostia / Hiedra: huntza / Sabina negra: miter fenitziarra / Hepática: gibel-belarra

Día de Darwin, gracias Charles

Hoy se celebra en todo el mundo el Día de Darwin, padre de la teoría de la Evolución de las especies que cambió radicalmente nuestra percepción de la naturaleza y de cómo surgió el ser humano sin tener que recurrir a un origen divino carente de pruebas.

Flor de una orquídea silvestre con aspecto de abeja
Ophrys apifera, una orquídea silvestre que ha desarrollado una flor con aspecto de abejorro para atraer a esos insectos y conseguir la polinización

Charles Darwin (Inglaterra 12 de febrero de 1809-1882) vivió en una época dominada por las ideas religiosas que aceptaban e imponían que los seres vivos fueron creados por un dios. En ese ambiente social, uno puede imaginar la tensión que pudo sentir al atreverse a publicar su imprescindible libro El origen de las especies por medio de la selección natural (1859). El revuelo fue monumental, tanto en el mundo científico (que no aceptaba la teoría) como especialmente en el religioso, pues descartaba la mano creadora de Dios (en la actualidad diversas ramas del cristianismo siguen negando el origen natural del ser humano). Por fortuna, el apabullante número de pruebas que aportó obligó a los científicos a aceptar unánimemente sus postulados, que fueron finalmente completados con el descubrimiento de los genes, del ADN y demás mecanismos de la herencia.

Oruga de mariposa de la especie Calliteara pudibunda mostrando sus largos pelos que contienen sustancias irritantes
La oruga Calliteara pudibunda desarrolló pelos urticantes para defenderse de las aves. ¿No es fascinante?. Hayedo de Bóveda

Como bien es sabido, Darwin proponía que los organismos evolucionaban con el tiempo en la medida que se iban adaptando a los cambios que ocurrían en su entorno a largo plazo (miles o millones de años): sequías, glaciaciones, desecación de mares y lagos… Los adaptados, sobrevivían, los demás, se extinguían; es decir, había una selección natural, no siempre del más fuerte, sino del mejor adaptado.

Araña cangrejo Synema globosum de colores amarillo y negro sobre una flor amarilla
El mimetismo de las arañas cangrejo (Synema globosum) con las flores sobre las que esperan una presa es un bonito caso de adaptación al entorno. Corro

Él sabía que se producían cambios en la descendencia de plantas y animales y que algunos eran beneficiosos y además heredables. Claro está, no sabía que esos cambios, llamados mutaciones, se dan en los genes ( secciones del ADN que regulan todas las características de un organismo). Pero acertó en lo fundamental y desde entonces sabemos que los humanos provenimos de otros primates que a su vez surgieron de mamíferos menos complejos, que a su vez surgieron de reptiles, que a su vez….hasta llegar a las primeras células hace unos 3.500 millones de años.

Frutos de tipo villano de una planta asterácea dispuestos a ser transportados por el viento
Los frutos de las asteráceas suelen tener un penacho de pelos (abuelitos) que les permitirán viajar largas distancias llevados por el viento, una perfecta adaptación para prosperar

Darwin es sin duda un referente para la ciencia pero también para los naturalistas, pues él fue uno de los mayores que hemos conocido y le agradezco que me haya hecho comprender el origen de la fascinante variedad de la vida. Las fotografías de esta entrada reflejan tímidamente algo de esa variedad y de cómo plantas y animales se han adaptado a su entorno particular; cada una de ellas daría juego para más y más preguntas cuyas respuestas se encuentran, sin duda, en la Teoría de la Evolución.

La caléndula, la flor de los mil nombres

La caléndula (Calendula officinalis) es una planta que crece hasta 50 cm y que pertenece a la familia de las margaritas y girasoles. Su origen es desconocido, aunque se cree que surgió como especie cultivada a partir de su pariente silvestre, C. arvensis, que también habita en nuestro valle.

Flor con pétalos naranjas de la caléndula
Flor de caléndula. Bóveda

Con una buena capacidad para crecer sin cuidados, se ha naturalizado por todo el mundo, lo que explica la infinidad de nombres con la que se le conoce: maravillas, flamenquilla, margarita naranja… Algunos de ellos son poéticos, como esposa del sol, otros un tanto fúnebres, como flor de muertos o rosa de muertos; en euskera se le denomina aingeru-belarra (hierba de los ángeles) pero el que me produce una sonrisa es el de espantanovios. Teniendo en cuenta que su aroma es un tanto desagradable, ¿es posible que antaño las chicas de las aldeas se perfumaran con esta flor para ahuyentar a esos pretendientes inaccesibles al desaliento?. Si esto fuera cierto, auguro un prometedor futuro a la caléndula.

En cualquier caso es una bella flor de tonos amarillos o naranjas que crece en cunetas, escombreras y demás terrenos alterados pero que alegra el ambiente invernal en las calles de nuestros pueblos.

Grupo de caléndulas en flor creciendo en una acera junto a una casa
Flores de caléndula en una acera. Bóveda

Florece durante gran parte del año y de ahí proviene su nombre, derivado del latin “calendulae”, referido a las calendas o primeros días del mes, y por extensión, la que florece todos los meses.

Igualmente el epíteto officinalis significa que es medicinal. Parece que hay evidencias de sus propiedades balsámicas, cicatrizantes y antiinflamatorias en lesiones de la piel, circunstancia que aprovecharon en la cercana Casa del Parque del Monte Santiago de Berberana (Burgos) para organizar un taller en el que se elaboró un cerato de caléndula, un tipo de pomada con una base de aceite y cera de abeja, experiencia que repetirán próximamente.

También tuvo mucho prestigio para reducir los dolores de la regla, aunque en la actualidad ese uso no está validado.

En etnobotánica sus pétalos (ver nota al final) se han usado como sustitutivo del azafrán para colorear guisos y arroces, por lo que en algunas zonas le llaman azafrán de los pobres; así mismo se ha utilizado para teñir tejidos o dar color a quesos y mantecas.

Macro fotografía de los frutos de la caléndula
Macrofotografía de los frutos de la caléndula.Bóveda

Los frutos de la caléndula tienen formas curvadas, como pequeños gusanos de consistencia dura y cubiertos de púas. Para dispersarse quedan a la espera de adherirse a la piel de un animal o se dejan llevar por el agua de la lluvia. En el caso de las que adornan de forma natural mi casa, el agente dispersante fui yo: tras arrancar unas matas de caléndula secas de la base de la pared, barrí con un escobón los restos e introduje de forma accidental numerosas semillas a lo largo de una fina grieta longitudinal, de la que surgió una bella hilera de maravillas; desde entonces, las caléndulas adornan mi casa sin preocuparse de mis cuidados.

Nota: Las “flores” de las asteráceas (familia de las caléndulas, margaritas, dientes de león…) son realmente una agrupación de flores (inflorescencia) llamada capítulo. En él, cada “pétalo” es una flor, con su ovario y estambres. Por tanto, cuando los niños y niñas juegan al “me quiere, no me quiere” con una txiribita, lo que se arranca es una flor, y no un pétalo. Pero no creo que les interese mucho en ese momento.

La clemátide, aliada de los mendigos

Habréis observado en estos meses que una planta tipo enredadera y cubierta de una especie de bolas blanquecinas recubre profusamente los arbustos de las cunetas y bordes de caminos. Se trata de la clemátide (Clematis vitalba), una liana también llamada hierba de los pordioseros, hierba de las llagas etc… y que en euskera se denomina ahien zuria; las esferas blancuzcas son sus frutos, formados por una parte dura que contiene la semilla y un penacho cubierto de pelitos que le facilitará viajar arrastrado por el viento (como se ve en la primera fotografía).

Conjunto de frutos de la clemátide formados cada uno de ellos por una parte dura y un filamento cubierto de pelos
Frutos de la clemátide provistos de pelitos para ser dispersados por el viento

Trepa por los árboles hasta 20 m de altura, para lo que utiliza el rabillo de las hojas, capaz de enrollarse en troncos y ramas. Luego se cuelga y puede formar una verdadera maraña en el arbolado. Florece en verano siendo sus flores de color verde pálido o blancas y para otoño comienza a dar fruto.

Un tallo de clemátide con frutos se enrolla sobre una verja de metal
Clemátide con frutos cubriendo una verja. Bóveda

El nombre común de hierba de los pordioseros le viene dado porque posee sustancias que irritan la piel (si se consume puede ser incluso mortal); esto lo sabían bien los mendigos de la Edad Media, que se frotaban el cuerpo con su jugo para provocarse llagas y así, al dar más pena, conseguir mejores limosnas.

Frutos de color blanco en una planta de clemátide durante el invierno
Frutos de la clemátide que perduran en invierno. Bóveda

Hay otro uso curioso que me han comentado vecinos de Bóveda, y es que cuando eran chavales fumaban sus tallos, a los que llaman brigaza (en otros sitios le llaman bigaraza, virgaza, ligarza…) y parece ser que ha sido una costumbre bastante extendida por muchas regiones.

Tallos de clemátide cortados como si fueran cigarrillos
Tallos de la clemátide a los que llaman brigaza en Bóveda (Valdegovía)

Desconozco otros usos de esta enredadera en Valdegovía, pero en otras zonas peninsulares sus tallos se han utilizado también para hacer sogas y cestos. En algunos casos es capaz de estrangular los troncos finos de los avellanos, dándoles formas curiosas, circunstancia que han aprovechado los artesanos de Picos de Europa para hacer llamativos bastones.

Conjunto de flores de la clemátide de color blanco en primavera
Flores de la clemátide. Tobillas (Valdegovía)

Nota:

La etnobotánica es la disciplina que estudia el uso tradicional de las plantas, por ejemplo para fabricar herramientas, objetos de cestería o teñir tejidos, entre otros muchos. Si conocéis el uso que se haga en nuestro valle o en zonas aledañas (Añana, San Zadornil) de alguna especie, tanto en la actualidad como en el pasado, os agradecería que me lo comunicarais.