Ruta botánica circular desde Bóveda a Los Pozos

Todos los pueblos de Gaubea-Valdegovía tienen la ventaja de tener numerosos senderos que se pueden realizar sin recurrir al automóvil y Bóveda no es una excepción.

Fotografía del pueblo de Bóveda
Bóveda. Gaubea – Valdegovía

En esta ocasión he realizado un corto pero agradable paseo circular, de poca pendiente y apropiado para todas las edades y que tiene como referencia el entorno de Los Pozos, un lugar muy visitado por senderistas y recolectores de setas.

Inicio la marcha a la altura del centro social y camino por la carretera A-2622 en dirección al puerto de La Horca. A unos 250m, frente a una fuente-lavadero cruzo el río Omecillo por un puente y continúo por la pista de la derecha, balizada con una señal del enlace al GR-1 que se dirige a Río de Losa y el Puerto de la Horca.

En los bordes ya veo florecida a la olorosa primavera (Primula veris, San Jose lorea en euskera) y a los endrinos (Prunus spinosa, elorri beltza en euskera). Tras superar la cuesta el terreno se abre a cultivos de cereal. Es el paraje de La Raneja y solo hay que seguir la pista agrícola teniendo en el horizonte la mole del monte Recuenco (1.217 m).

Conjunto de flores amarillas de la planta primavera, Primula veris
Primaveras en flor
Varias flores blancas del endrino en una rama
Endrino en flor
Campo verde de cereal y cielo nublado
Campos de cereal en abril en el paraje de La Raneja. Bóveda

Poco después el camino se bifurca pero descarto el de la derecha y continúo recto orientado por las marcas blancas y rojas del GR-1 además de flechas amarillas que se dirigen hacia los contrafuertes del Recuenco.

Penetro en bosque, mezcla de pinos, acebos y hayas, en cuyo suelo abundan las hepáticas y las primaveras y llego a una alambrada con un paso, que atravieso para seguir hacia la izquierda según indican las balizas blancas y rojas.

Varias flores de color azul de la planta hepática
Hepáticas en flor

Atravieso un bello y antiguo muro de piedra cubierto de musgos y con azules hepáticas y me sumerjo en el hayedo cubierto del eléboro verde y por el que fluye un arroyo. El ambiente es un tanto caótico por las numerosas hayas caídas por las nevadas y que servirán de alimento a insectos, fundamentales para las aves y para la transformación de la madera en nuevo suelo.

Eléboro verde en el hayedo. Bóveda

En breves minutos salgo a la luz, en un claro situado entre dos colinas boscosas, la del Cueto (896 m) a la derecha y la de La Ozácar (907 m) a la izquierda. Estoy en el mencionado paraje de Los Pozos y en él se ubica un bonito abrevadero de piedra adornado con musgos, helechos y hepáticas.

Abrevadero de piedra para el ganado
Abrevadero en Los Pozos. Bóveda

Dado que es época de reproducción de anfibios me dispongo a curiosear. Y efectivamente, además de renacuajos variados veo varios ejemplares del tritón palmeado (Lissotriton helveticus) que en euskera se denomina uhandre palmatua. Este anfibio es habitual en charcas y abrevaderos donde es fácil de ver, aunque en el verano puede abandonar el agua para refugiarse en el bosque y adquirir una vida nocturna. Cojo uno con sumo cuidado para fotografiarlo tras lo que lo devuelvo a su hogar.

Un tritón palmeado sobre algas verdes
Tritón palmeado

En ese punto se puede continuar hacia el puerto de La Horca pero yo comienzo a retornar al pueblo tomando hacia la derecha la pista que desciende entre encinas y que me llevará a una planicie de pastos y carrascas clareadas, un agradable lugar llamado La Valleja.

Dado que la pista es de piedra suelta, trasteo un poco en busca de algún fósil, pues sé que en este lugar los hay, y efectivamente, no tardo en encontrar una especie de almeja gigante, el Plagiostoma hoperi*, del Cretácico superior (hace unos 85 millones de años), muy habitual en Gaubea – Valdegovía.

El fósil Plagiostoma hoperi, de una especie de almeja, sujetado en la mano
Fósil de Plagiostoma hoperi, frecuente en Gaubea – Valdegovía

Tras guardar mi trofeo fosilizado en la mochila continúo la marcha, atravieso una cancela metálica y observo a la derecha un gran ejemplar de encina cuya base está ahuecada, lo que incluso aumenta su valor estético.

Una hermosa encina con la base del tronco horadada
Bonito ejemplar de encina (Quercus ilex) en La Valleja. Bóveda

Desciendo por la pista y llego a la carretera que me lleva de nuevo a Bóveda, dando por finalizada esta grata caminata.

Mapa de la ruta

Longitud de la ruta: 4,5 km. Tiempo sin paradas: 1 hora

*Nota: la identificación y datación de los fósiles de mi blog ha sido realizada por Carmelo Corral, paleontólogo y conservador de las colecciones de paleontología del Arabako Natur Zientzien Museoa / Museo de Ciencias Naturales de Álava.

La hepática, una planta señalada por el dedo divino

Esta florecilla me trae buenos recuerdos, lo admito. Cuando de muy joven descendía de los montes de Gorbeia y de Urkiola en los inicios de la primavera, traía conmigo un ramillete de hepáticas, a ser posible de color azul (su color preferido) para dárselo a esa persona especial que todos tuvimos en aquella época tan convulsa como eufórica. Y ahora que comienza a florecer y que esos recuerdos perduran con nitidez, pues hablaré de ella, qué menos.

Tres flores de color azulado de la hepática y varias hojas verdes cada una con tres lóbulos
Hepática en flor mostrando sus hojas trilobuladas. Valderejo

La hepática (Anemone hepatica o Hepatica nobilis) llamada en euskera gibel-belarra (hierba del hígado) es una pequeña planta que florece en invierno y primavera en los bosques o zonas sombrías, sobre todo en terrenos calcáreos, tan abundantes en Gaubea-Valdegovía.

La floración temprana se debe a que los árboles están desnudos y eso le permite conseguir más luz; además, así evita competir con plantas más tardías que tienen flores más vistosas y se aprovecha de los primeros insectos polinizadores que ya van despertando. Esta estrategia la utilizan también otras plantas tempraneras como narcisos, eléboros y primaveras, aunque el riesgo de las heladas tardías puede perjudicarles seriamente. Pero parece que la selección natural ha aceptado la relación coste beneficio de ese comportamiento y que el resultado les va bien.

Detalle aumentado de un flor azul de hepática. En el centro se ven los pistilos y en el exterior los estmbres
Detalle de una flor de hepática. En el centro, los pistilos y en la periferia los estambres.

La hepática alcanza poco más de 10 cm; sus delicadas flores azules, blancas o rosadas son solitarias pero muy bellas como pude verse en la fotografía superior. Las hojas tienen tres lóbulos, con el haz verde y el envés verde o de color vino por lo que recuerdan a la forma y color del hígado. Por este motivo, cuando en la época medieval estaba vigente la Teoría de las Signaturas se pensaba que Dios la había señalado con esos distintivos para avisarnos de su capacidad para curar enfermedades hepáticas (ya hablé de esta teoría en la entrada de los helechos polipodios).

Naturalmente, nunca se demostró esa virtud, aunque en medicina popular se sigue considerando útil para ese uso además de como cicatrizante ( los pastores de Aragón la freían y utilizaban ese aceite para sanar heridas). Pero como muchas otras ranunculáceas (su familia), es tóxica debido a la protoanemonina, una sustancia que la planta libera cuando sufre un ataque y que puede irritar la piel; si se ingiere fresca los efectos empeoran con vómitos, espasmos e incluso parálisis. Hay que reconocer que en lo que se refiere a la guerra química, la hepática y sus compañeras de familia han conseguido hacer frente a los herbívoros, humanos incluidos.

Y bien visto, mejor que sea así y que florezca con tranquilidad sin tener que soportar nuestro afán recolector.

Un paseo botánico a las cuevas de Pinedo

Nota: los nombres de las plantas en euskera van al final del texto

En estos inicios de marzo me he acercado a las cuevas artificiales de Pinedo en un paseo corto de 15 minutos pero que me ha permitido tantear el despertar de la naturaleza en el valle (en próximas entradas hablaré con detalle de estas y otras grutas artificiales de Valdegovía).

Cuevas artificiales en Pinedo. Valdegovía
Cuevas artificiales de Pinedo. Valdegovía

Aparco el automóvil en el pueblo de Pinedo y desciendo tranquilamente por la carretera hasta el inicio de una pista forestal donde una señal indica la ubicación de las cuevas. Contemplo el paisaje algo reverdecido por los campos de cereal y con la Peña Karria al fondo.

Paisaje en el que se ven un campo verde y una montaña rocosa al fondo. Peña Karria
Paisaje invernal con Peña Karria al fondo

También se intuyen las hileras de avellanos ( Corylus avellana) junto al río; no tienen hojas pero si un color pardo dorado que indica que han florecido. Efectivamente, en el camino se ven sus flores masculinas, amarillentas y colgantes, dispuestas a ser balanceadas por el viento para así liberar el polen (el avellano no se vale de los insectos para ese menester y por eso sus flores son poco atractivas para ellos).

Flores masculinas del avellano, con aspecto colgante y de color amarillo
Flores masculinas del avellano

Pronto aparecen los acebos (Ilex aquifolium) que se harán abundantes junto a la cueva. Algunos todavía mantienen los frutos rojos del otoño, muy tóxicos para los humanos pero fundamentales para zorzales y mirlos como dieta de invierno. Tóxicos son tambien los frutos negros de la hiedra (Hedera helix) que se ven constantemente en el paseo.

Frutos rojos del acebo
Frutos del acebo
Frutos negros de la hiedra y sus hojas verdes
Frutos de la hiedra

Llego a la explanada bajo la que se excavó el eremitorio y me encuentro con la sabina negra (Juniperus phoenicea) con sus frutos oliváceos algo más grandes que guisantes (de nuevo advierto que estos también son tóxicos). Es una de las tres especies de “enebros” del valle de las que hablaré en otra ocasión, pero baste decir que este arbusto se reconoce muy bien por sus pequeñas hojitas que parecen escamas superpuestas.

Rama de la sabina negra con sus hojitas verdes parecidas a escamas y con frutos esféricos de color verde rojizo
Sabina negra con frutos

Desciendo por los escalones hacia la entrada de las cuevas y veo que las hepáticas (Anemone hepatica) han florecido en abundancia. Su hoja tiene tres lóbulos y recuerda a la de un hígado, lo que le ha dado el nombre y también propiedades cuasi mágicas que comentaré pronto.

Flores azules de la planta hepática
Hepática en flor con sus hojas trilobuladas

Curioseo por las oquedades, ventanas y tumbas de esa arquitectura cincelada en la caliza y trato de imaginar a aquellos ermitaños de los siglos VI-VII que las excavaron y que vivieron con una austeridad y devoción religiosa tan radicales. ¿Qué comían? ¿Cómo soportaban los duros inviernos?¿Cómo hacían frente a la soledad sin enloquecer?.

Me centro de nuevo y comienzo a fotografiar, tomo apuntes sobre líquenes y plantas, observo las acrobacias del agateador, un pajarillo que sube y baja por troncos y ramas como si fuera un reptil, curioseo entre las tumbas antropomorfas excavadas en la piedra y siguiendo el sendero circular vuelvo a la explanada superior.

Me siento cerca del saliente rocoso con la intención de disfrutar del sol y del paisaje (cuidado con los niños, pues hay un orificio que hacía de respiradero), pero unas manchas de color naranja vivo llaman mi atención; es el liquen Xanthoria parietina, que pinta la roca con formas caprichosas. ¿De qué pasta están hechos estos organismos para poder vivir sobre una roca que en verano puede calentarse hasta 60ºC y enfriarse varios grados bajo cero en invierno?. ¿No hay una semejanza entre estos seres y los ermitaños en cuanto a su sorprendente resistencia se refiere?.

El liquen Xanthoria parietina de color amarillo sobre una roca
El liquen Xanthoria parietina

Dejo estas cuestiones mentales para otra ocasión y me preparo para regresar con calma. Las lavandas mantienen sus hojas aromáticas (cojo algunas para ambientar el coche), en el cielo dos cornejas ahuyentan a un busardo y en Pinedo la gente trastea en las huertas.Todo en orden.

Mapa de Google Maps indicando la ruta
Mapa de la ruta

Nombres en euskera de las plantas mencionadas:

Avellano: hurritza / Acebo: gorostia / Hiedra: huntza / Sabina negra: miter fenitziarra / Hepática: gibel-belarra