Senderos de prímulas, caminos de color

Ha llegado la primavera y nada mejor que hablar de las plantas tempraneras que anuncian el cambio de estación. Me refiero a las prímulas o primaveras cuyas flores salpican ya los claros de los bosques, bordes de caminos y márgenes de arroyos.

Primula veris, de amarillo intenso, en un talud

En nuestro valle cohabitan tres especies del género Primula (del latín “la primera”): Primula veris, P. elatior y P. acaulis, las tres de flores amarillas y que todos conocéis al menos de vista.

Para su identificación no entraré en detalles botánicos y me basaré en sus diferencias más visuales, las necesarias para ayudar al senderista curiosón.

Para empezar, las tres coinciden en varios aspectos:

  • Tienen flores amarillas con forma más o menos acampanada
  • sus hojas se extienden como una roseta algo pegadas al suelo
  • se les conoce popularmente como primaveras, flores de San José, pan y quesos…En euskera, San Jose-loreak o udaberri-loreak (flores de primavera).
  • han tenido o tienen usos etnobotánicos parecidos de los que adelanto uno: los niños solían chupar sus flores de sabor azucarado debido al néctar que contienen.

Comencemos con las que tienen sus flores agrupadas en el extremo de un tallo (escapo) largo lo que les da una altura de 10-30 cm:

Primula veris (del latín, primavera) tiene flores olorosas de color amarillo intenso. Florece desde marzo hasta junio y se hace notar en prados, taludes y bordes herbosos de caminos. En Valdegovía es la más notoria y fácil de ver. Conocida también como manguitos o flores de cuquillo (su floración coincide con el canto del cuco) sus hojas tiernas se han comido en ensalada o como verdura. Sus flores, maceradas en agua, se han utilizado para obtener agua perfumada y en el sur de Araba/Álava se usaban las hojas y flores (junto con otras muchas especies) para elaborar la pomada sanjuanera, remedio para contusiones e inflamaciones de la piel.

P. veris en un claro forestal

También se ha tomado en infusión para aliviar catarros y bronquitis y para conciliar el sueño, utilidades que comparte con las otras dos especies.

Primula elatior (del latín, la más alta) es muy parecida a la anterior pero se le distingue muy bien por sus flores de color amarillo pálido. Florece de marzo a junio y no es tan habitual como la anterior. Vive dispersa en lugares sombríos de hayedos, claros de bosque y junto a arroyos. En Euskadi se han utilizado sus raíces para curar contusiones y esguinces y macerada en agua junto con violetas (Viola sp.) se obtenía una suave colonia.

Primula elatior con sus flores de color amarillo pálido

La tercera especie es Primula acaulis (del latín, sin tallo), muy fácil de distinguir de las anteriores pues sus flores, de color amarillo pálido y más abiertas que las otras, nacen independientes casi a ras de suelo, cada una de ellas con su pedicelo (rabillo). Es la más temprana en florecer pues ya en enero se ven algunos ejemplares cuya flor perdurará hasta mayo. Vive de forma dispersa en zonas húmedas y sombrías del bosque o márgenes de ríos.

Primula acaulis con sus flores cerca del suelo

Entre los nombres populares que le han dado a esta prímula me llama la atención uno de Menorca: las parejas de enamorados hacían ramitos con ellas y les llamaban “suegras y nueras”, pues sus flores parecen darse la espalda. Y como las anteriores, también se ha usado para perfumar el agua de baño.

Finalizo con una curiosidad de las tres primaveras: en el interior de sus pétalos hay unas zonas teñidas de amarillo intenso o naranja. Se les conoce como guías de néctar y sirven para atraer y guiar hacia esa sustancia dulzona a los insectos que las polinizan, que en este caso son abejas, abejorros y diversas mariposas diurnas.

Ruta circular desde Bóveda por la cueva de Ozácar

Longitud: 7 km. Tiempo: 1h 30 minutos. Dificultad: fácil. Desnivel: 110 m.

De nuevo me dispongo a realizar un paseo corto y sencillo pero apetecible desde el pueblo de Bóveda, esta vez para degustar un pequeño hayedo y su arroyo, ambos situados entre las colinas boscosas de La Sota y La Tejera.

Vista del pueblo de Bóveda con campos verdes al fondo y cielo azul
Endrinos en flor y el pueblo de Bóveda

Arranco desde el Centro Social del pueblo sobrepasando el frontón, donde nacen dos pistas agrarias. Tomo la de la derecha que pasa junto a los contenedores de residuos y se dirige hacia la sierra de Bóveda coronada por el monte Recuenco (1.217 m) (la otra pista será la del regreso).

En los bordes los endrinos están florecidos y a ambos lados los campos verdes de cereal contrastan con el cielo azul.

Rama con flores blancas del endrino
Endrino en flor (Prunus spinosa)
Conjunto de primaveras con sus flores amarillas
Primaveras en flor (Primula veris)

En un momento del recorrido la pista gira 90º a la derecha; es el momento de dejarla y continuar por un sendero herboso que nace a la izquierda. Abundan las primaveras y disfruto al poder pisar la hojarasca de encinas, quejigos y hayas, adornada por fragmentos del liquen Evernia prunastri, una especie habitual que puede recubrir ramas enteras.

El liquen Evernia prunastri sobre hojas secas en el suelo
El liquen Evernia prunastri sobre la hojarasca del hayedo

Estoy caminando entre las colinas de La Ozácar (911 m) a la derecha y la de La Sota (908 m) a la izquierda, un agradable entorno dominado por un hayedo y un arroyo que lo cruza. A la derecha surge la cueva de La Ozácar, pero dejo su exploración para otra ocasión (¿tendrá algun invertebrado cavernícola interesante?), y continúo disfrutando de este ambiente salvaje.

Imagen de la entrada de la cueva de La Ozácar
Cueva de La Ozácar

Poco después los pinos silvestres o albares (Pinus sylvestris, la conífera autóctona y principal de todo Álava) vuelve a reinar y confluyo con una buena pista. La sigo y llego a un claro con dos opciones: por la derecha se asciende al Portillo de la Sierra (1087 m) y más allá al pueblo de Lalastra, en el Parque Natural de Valderejo, parte de la Etapa 7 del GR-282. Yo opto por el camino de la izquierda que desciende hacia Bóveda.

Llego al hayedo en el que quería detenerme. Un arroyo lo cruza y con semejante humedad los musgos cubren el suelo y troncos de las hayas abatidas por las tormentas con sus infinitos verdes. También el eléboro verde aporta su punto verdoso al conjunto.

Encuentro un tronco de haya tumbado; alguien ha tallado con el hacha el nombre de Bóveda, como queriendo dejar bien claro a quién pertenece el territorio. También veo algunos tejos jóvenes (Taxus baccata, agina en euskera). Algún día hablaré de este árbol tan escaso como venenoso.

Imagen de un tejo joven. El tejo es un árbol de la familia de las coníferas
Joven tejo en el hayedo

Me acerco al arroyo, que en esta época lleva bastante agua. Tiene una belleza especial y me doy cuenta del motivo: las aguas llevan tanta cal que el cauce adquiere una tonalidad beige, lo que resalta la transparencia del agua. Disfruto de este pequeño paraíso, trasteando por aquí y allá en busca de hongos, anfibios o de lo que surja.

Arroyo en el hayedo
El jacinto estrellado con varias flores de color morado
Plantas del jacinto estrellado en flor

Mi curiosidad tiene su recompensa cuando encuentro una población enorme del jacinto estrellado (Scilla liliohyacinthus), una llamativa planta silvestre que nunca había visto con semejante número de ejemplares.

Tras fotografiarla a placer, continúo y paso junto a la fuente de la Tejera, zona de captación de agua potable para Bóveda.

En la parte baja del camino el paisaje se despeja y doy con una nueva bifurcación. La pista de la derecha (Etapa 15 del GR-1) conduce al pueblo de Tobillas; yo continúo por la izquierda hasta dar con una verja metálica.

A partir de ese punto sólo queda seguir la pista agrícola que entre fincas de cultivo me devuelve al inicio de esta caminata forestal.

Mapa de la ruta
Mapa de la ruta

Ruta botánica circular desde Bóveda a Los Pozos

Todos los pueblos de Gaubea-Valdegovía tienen la ventaja de tener numerosos senderos que se pueden realizar sin recurrir al automóvil y Bóveda no es una excepción.

Fotografía del pueblo de Bóveda
Bóveda. Gaubea – Valdegovía

En esta ocasión he realizado un corto pero agradable paseo circular, de poca pendiente y apropiado para todas las edades y que tiene como referencia el entorno de Los Pozos, un lugar muy visitado por senderistas y recolectores de setas.

Inicio la marcha a la altura del centro social y camino por la carretera A-2622 en dirección al puerto de La Horca. A unos 250m, frente a una fuente-lavadero cruzo el río Omecillo por un puente y continúo por la pista de la derecha, balizada con una señal del enlace al GR-1 que se dirige a Río de Losa y el Puerto de la Horca.

En los bordes ya veo florecida a la olorosa primavera (Primula veris, San Jose lorea en euskera) y a los endrinos (Prunus spinosa, elorri beltza en euskera). Tras superar la cuesta el terreno se abre a cultivos de cereal. Es el paraje de La Raneja y solo hay que seguir la pista agrícola teniendo en el horizonte la mole del monte Recuenco (1.217 m).

Conjunto de flores amarillas de la planta primavera, Primula veris
Primaveras en flor
Varias flores blancas del endrino en una rama
Endrino en flor
Campo verde de cereal y cielo nublado
Campos de cereal en abril en el paraje de La Raneja. Bóveda

Poco después el camino se bifurca pero descarto el de la derecha y continúo recto orientado por las marcas blancas y rojas del GR-1 además de flechas amarillas que se dirigen hacia los contrafuertes del Recuenco.

Penetro en bosque, mezcla de pinos, acebos y hayas, en cuyo suelo abundan las hepáticas y las primaveras y llego a una alambrada con un paso, que atravieso para seguir hacia la izquierda según indican las balizas blancas y rojas.

Varias flores de color azul de la planta hepática
Hepáticas en flor

Atravieso un bello y antiguo muro de piedra cubierto de musgos y con azules hepáticas y me sumerjo en el hayedo cubierto del eléboro verde y por el que fluye un arroyo. El ambiente es un tanto caótico por las numerosas hayas caídas por las nevadas y que servirán de alimento a insectos, fundamentales para las aves y para la transformación de la madera en nuevo suelo.

Eléboro verde en el hayedo. Bóveda

En breves minutos salgo a la luz, en un claro situado entre dos colinas boscosas, la del Cueto (896 m) a la derecha y la de La Ozácar (907 m) a la izquierda. Estoy en el mencionado paraje de Los Pozos y en él se ubica un bonito abrevadero de piedra adornado con musgos, helechos y hepáticas.

Abrevadero de piedra para el ganado
Abrevadero en Los Pozos. Bóveda

Dado que es época de reproducción de anfibios me dispongo a curiosear. Y efectivamente, además de renacuajos variados veo varios ejemplares del tritón palmeado (Lissotriton helveticus) que en euskera se denomina uhandre palmatua. Este anfibio es habitual en charcas y abrevaderos donde es fácil de ver, aunque en el verano puede abandonar el agua para refugiarse en el bosque y adquirir una vida nocturna. Cojo uno con sumo cuidado para fotografiarlo tras lo que lo devuelvo a su hogar.

Un tritón palmeado sobre algas verdes
Tritón palmeado

En ese punto se puede continuar hacia el puerto de La Horca pero yo comienzo a retornar al pueblo tomando hacia la derecha la pista que desciende entre encinas y que me llevará a una planicie de pastos y carrascas clareadas, un agradable lugar llamado La Valleja.

Dado que la pista es de piedra suelta, trasteo un poco en busca de algún fósil, pues sé que en este lugar los hay, y efectivamente, no tardo en encontrar una especie de almeja gigante, el Plagiostoma hoperi*, del Cretácico superior (hace unos 85 millones de años), muy habitual en Gaubea – Valdegovía.

El fósil Plagiostoma hoperi, de una especie de almeja, sujetado en la mano
Fósil de Plagiostoma hoperi, frecuente en Gaubea – Valdegovía

Tras guardar mi trofeo fosilizado en la mochila continúo la marcha, atravieso una cancela metálica y observo a la derecha un gran ejemplar de encina cuya base está ahuecada, lo que incluso aumenta su valor estético.

Una hermosa encina con la base del tronco horadada
Bonito ejemplar de encina (Quercus ilex) en La Valleja. Bóveda

Desciendo por la pista y llego a la carretera que me lleva de nuevo a Bóveda, dando por finalizada esta grata caminata.

Mapa de la ruta

Longitud de la ruta: 4,5 km. Tiempo sin paradas: 1 hora

*Nota: la identificación y datación de los fósiles de mi blog ha sido realizada por Carmelo Corral, paleontólogo y conservador de las colecciones de paleontología del Arabako Natur Zientzien Museoa / Museo de Ciencias Naturales de Álava.