El ombligo de Venus, una planta que lo cura todo

No hay persona en el mundo rural que no conozca el ombligo de Venus (Umbilicus rupestris), una de las plantas más habituales en los muros y los tejados de pueblos y aldeas.

Hojas y flores en un muro

Gracias a esa ubicuidad los nombres populares para designarla son tan abundantes como curiosos: campanicas de los tejados, cucuruchos, orejas de monje, sombreritos, hierba callera, curalotodo o tabaco de pared, estos últimos aludiendo a su utilidad. En euskera se le llama belarri-belar (hierba de la oreja) y perretxiko-belar (hierba de las setas), que, al igual que en castellano, se refieren a la forma de sus hojas.

Y efectivamente, las hojas del ombligo de Venus son, además de carnosas, redondeadas y deprimidas por el centro, como nuestro ombligo, lo que explica su nombre latino Umbilicus y donde rupestris significa que vive en las rocas.

Detalle de las hojas

Sus flores, de pétalos amarillo-verdosos, forman una espiga alargada que surge desde abril hasta agosto y que cuando se seca se ha utilizado como sustituto del tabaco.

Una cuestión interesante es su capacidad para aguantar la sequía veraniega de los muros y que consigue de la siguiente manera: durante el día la parte inferior de las hojas (el envés) cierra unos diminutos agujeros (los estomas) que le permiten coger CO2 y oxígeno del aire pero que provocaría una pérdida importante de agua. Cuando llega la noche y la humedad ambiental aumenta, se abren de nuevo para continuar con su producción de alimento.

El ombligo de Venus acompañado de fumarias, cimbalarias y celidonias

En cuanto a sus aplicaciones en la medicina popular son numerosas tal como indica su nombre de “curalotodo”: contra el dolor de muelas, de oídos o contra las hemorroides, para lo que en algunzas zonas peninsulares se ponían sus flores en el bolsillo trasero del pantalón y según se iban marchitando las hemorroides desaparecían.

Espiga floral del ombligo de Venus

Incluso el afamado médico de la Antigua Grecia, Hipócrates, recomendaba a las mujeres embarazadas que comieran sus hojas si querían tener niños (varones), aunque no sabemos qué lógica utilizaba para semejante afirmación.

Pero sin duda la mayor de las aplicaciones ha sido (y lo sigue siendo) la de curar afecciones de la piel: contra el acné, las quemaduras, como cicatrizante, antiséptico, contra callos y verrugas, usando para ello emplastos, infusiones, pomadas, o la aplicación directa de sus hojas frescas o su jugo.

La ciencia ha descubierto que es una planta rica en ácidos grasos omega 3 y antioxidantes y que también tiene propiedades bactericidas e incluso antitumorales. Esperemos que ese potencial se traduzca en nuevas terapias.

Ombligo de Venus en un muro

Siguiendo con la etnobotánica de esta planta, los niños y niñas jugaban a “comiditas” con sus hojas e incluso hacían por medio de un palillo dibujitos en ellas que servían luego para vestir muñecas.

Las carnosas hojas también se han comido como ensalada y algunos chefs en la actualidad las han incorporado a sus recetas. Dicen que las grandes son un poco amargas pero que las pequeñas son muy apetecibles.

En cuanto al nombre de Venus, también utilizado en francés, italiano, portugués o aleman, parece que podría deberse a que la diosa del amor y de la belleza tenía un ombligo perfecto (divino, diríamos) y nada mejor que utilizar su nombre para nombrar a esta especie.

Ruta circular desde Pinedo a las cuevas de Santiago y al Alto del Rodil (1.031 m)

Tiempo: 2h 15 min Distancia: 8,4 km. Desnivel: 340 m. Dificultad: fácil

Advertencia: a partir de el Alto del Rodil la ruta tiene un tramo difuso que se resuelve bien con el enlace a Wikiloc o con el mapa de Google Maps que he insertado al final.

En esta ocasión me acerco al pueblo de Pinedo cuyos caminos y paisajes desconozco aunque sí he visitado varias veces sus cuevas artificiales (que ya comenté aquí) y cuya visita es inexcusable.

Comienzo a caminar desde el centro del pueblo desandando 300 m la carretera que conduce a él hasta que veo una desviación a la izquierda donde un cartel indica el camino a las cuevas de Santiago. De frente, Peña Karria se impone en el paisaje.

Peña Karria

En poco tiempo se llega a una planicie; unos peldaños a la derecha nos descienden a las oquedades y tumbas antropomorfas cinceladas en la roca caliza por aquellas humildes gentes medievales. La tournée es breve pero muy interesante y se sale de ella por el otro extremo.

Cuevas artificiales de Santiago (Pinedo)

De nuevo en la planicie tomo una pista hormigonada con indicaciones de la Etapa 15 del GR-1 que seguiré parcialmente.

Caminando bajo los contrafuertes del Alto de Terreros cruzo una verja metálica y llego hasta un depósito de agua. El ambiente es de pinar y carrascal con los sempiternos enebros. Después, en una bifurcación descarto la senda de la izquierda y sigo recto por un pinar para desembocar en otra pista más ancha.

Al de poco cruzo otra verja y giro a la derecha (el camino que sigue recto es una buena alternativa para volver a Pinedo desde Rodil si no se quiere hacer la ruta que planteo yo). Unos metros más allá cruzo una alambrada. Estoy en tierras de Burgos y tomo la pista de la izquierda que parece un cortafuegos y que asciende recta hacia el Rodil.

Con una pendiente moderada pero sostenida alcanzo el Alto del Rodil (1.031 m) tras 1h y 15 minutos de caminata.

Me acerco al corte para fotografiar el pueblo de Mioma y su paisaje y veo a mis pies unos narcisos (Narcissus minor) que además de confirmar la llegada de la primavera me arrancan una sonrisa.

Narcisos
Mioma desde el monte Rodil

Continúo por la pista que ahora desciende hasta un paso de caballete a la izquierda. Lo atravieso y comienza una zona de senda difusa (sin ningún peligro) que desciende por un pinar, incluyendo atravesar una alambrada a pelo y un refugio rocoso para el ganado que sirve como referencia.

Ya en la parte baja, ayudado por la indicaciones de Google Maps, encuentro a la izquierda una pista bien marcada orientada hacia Pinedo.

A partir de ese momento las bifurcaciones se suceden pero la clave está en mantener una orientación SO, a menudo en ascenso, bajo los contrafuertes del Rodil y descartar los caminos de la derecha que nos llevarían a Basabe, pueblo que veremos varias veces entre el arbolado.

Y así, alternando tramos de hayedo y acebos con otros de pinar-carrascal llego a una zona más elevada y soleada donde comienza el descenso a Pinedo, con varios cruces que de nuevo se resuelven bien con el enlace de Wikiloc o con la fotografía de Google Maps del final.

Aprovecho el relax que produce el descenso para curiosear en el camino y encuentro un “yunque de mirlo” (o de zorzal también), una piedra que utilizan estas aves para romper conchas de caracol.

Yunque de mirlo

Llego finalmente a la parte alta de Pinedo, desciendo junto a la iglesia de San Juan Bautista, fotografío un bien conservado potro para herrar que se encuentra a su lado y retorno al punto de inicio con la buena sensación de haber conocido otros parajes de Gaubea/Valdegovía.

Enlace a Wikiloc:

https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/ruta-circular-desde-pinedo-al-alto-del-rodil-1-031-m-126367804 (Ruta circular desde Pinedo al Alto del Rodil (1.031 m)) en Wikiloc

Mapa de la ruta

Ruta circular desde Bóveda a Tobillas y vuelta por Quintanilla

Nota inicial: esta ruta comienza en Bóveda siguiendo a la inversa el GR-1 hasta Tobillas y sus cuevas artificiales para continuar por la ermita de S. Juan, luego el pueblo de Quintanilla y volver a Bóveda.

Longitud: 10 km Tiempo: 2 h 30 min Dificultad: fácil Desnivel acumulado:150 m

Después de una larga racha otoñal de sequía y calor parece que el invierno le da un mordisco al otoño, pues ha amanecido con niebla, frío y humedad. Pero no me importa, pues creo que con esta niebla el pinar que lleva a Tobillas tendrá un agradable aspecto bucólico.

Campas de La Cocinilla y pinar del GR-1

Empiezo a caminar frente al Centro Social de Bóveda dirección a la sierra por la pista de la izquierda (ver la fotografía de detalle al final) que tras un corto ascenso llanea entre campos de cultivo.

En un ambiente fresco, con pinos, hayas, avellanos y arces asciendo a una bonita zona de campas llamada La Cocinilla. Cerca de las hayas veo algunos ejemplares de pie azul (Clitocybe nuda), una seta comestible cuyo color puede ser muy llamativo.

Sin hacer caso de los desvíos que van surgiendo, desciendo y atravieso un arroyo que fluye por el barranco del Cotillo. Poco después atravieso una puerta metálica y encuentro una bifurcación con dos opciones: la de la derecha me llevaría al Portillo de la Sierra y al pueblo de Lalastra, en Valderejo; yo tomo la de la izquierda, que conduce a Tobillas por el GR-1 pero en sentido inverso (el GR-1, también llamado Sendero Histórico, es una larga ruta de unos 1.600 km que nace en la Costa Brava y termina en Finisterre).

Caminando por el GR-1

Me sumerjo en el pinar y llego a un arroyo en el que hace años vi tritones jaspeados (Triturus marmoratus) por lo que me dedico a trastear bajo troncos caídos y piedras. ¡Y voilá! Aparece uno que dentro de poco comenzará a buscar un remanso para reproducirse. Lo fotografío y continúo la marcha a la par que voy recogiendo algunas setas negrillas ( Tricholoma terreum) pues ya es su época.

Tritón jaspeado

Más adelante surge un camino que desciende por la izquierda hacia el barranco del Canto y que tal como muestro en el mapa es una opción para realizar (acortar) esta ruta circular sin pisar la carretera A-2622, pero yo sigo por el GR-1 camino de Tobillas.

Pocos metros antes de la entrada al pueblo un cartel indica el acceso a las cuevas artificiales de Tobillas, que junto con las de Pinedo y Corro forman un interesante conjunto arqueológico (siglos VI-VII). En esas oquedades excavadas en la caliza habitaron y fueron enterrados los ermitaños que vivieron de una forma tan dura como austera.

Cuevas eremíticas de Tobillas
Tobillas y la iglesia de S. Román

Tras visitarlas vuelvo a la pista y llego a Tobillas, con su iglesia de San Román (siglo IX) construida sobre un peñasco y considerada como la más antigua de Araba (podéis consultar aquí más información y la posibilidad de visitar la iglesia por medio de la Oficina de Turismo de Valdegovía).

Prosigo la marcha y salgo del pueblo para acceder a la carretera A-2622, que sigo dirección Bóveda (izquierda). Es sólo un tramo de 800 m hasta llegar a una pista que nace a la derecha tras cruzar el río Omecillo (este es el punto al que llegaríamos de haber cogido el camino antes mencionado).

La pista agraria me lleva a una bifurcación. La opción de la derecha nos llevaría a Valluerca, pero tomo la de la izquierda y al de poco paso frente a la ruinosa ermita de S. Juan (una pena su abandono).

Tras cruzar el arroyo del Cascajo asciendo por la pista hasta la carretera A-4337 que une Valluerca con Quintanilla. La continúo por la izquierda, para, sin llegar a entrar en Quintanilla, girar de nuevo a la izquierda y descender hacia Bóveda. Unos metros antes de llegar a la carretera general, una señal indica una pista a la derecha que me devuelve a Bóveda.

Nombres en euskera:

Pie azul: oin urdina/ seta negrilla: ziza arrea / tritón jaspeado: uhandre marmolairea

Detalle del inicio de la ruta
Mapa de la ruta

Caminando por la Metrópoli Verde: ruta botánica circular por Villafría y El Ampo

Tiempo: 2h 15 min. Distancia: 8 km Dificultad: fácil. Pendiente acumulada: 180 m

De nuevo en la Metrópoli Verde para realizar esta vez una sencilla ruta otoñal que pasa junto a diversos tipos de árboles que los responsables del espacio natural han indicado con paneles y textos literarios por algún aspecto singular de los mismos.

La Sierra de Artzena con su ladera cubierta de un hayedo con colores verdes y amarillos del otoño
Otoño en la Sierra de Artzena vista desde Villafría

Partimos de Villafría de San Zadornil con las hayas de la cercana Sierra de Artzena ya coloreadas por el otoño. Junto al aparcamiento habilitado para visitantes y senderistas un cartel verde indica el sendero que realizaremos, el de El Ampo, que entre frutos de endrinos, escaramujos y diversas especies arbóreas desciende hasta una barrera metálica, la Puerta de Valderejo, límite de Burgos con el Parque Natural de Valderejo (este camino lo describí a la inversa en la ruta de Santa Ana y Ribera).

Hojas con colores rojo y amarillo del arce de Montpellier caídas en el suelo
Hojarasca del arce de Montpellier

Sin cruzar la barrera, el camino se curva a la derecha y lo continuamos en ascenso, con arces campestres, de Montpellier, pinos y hayas como acompañantes. A nuestra derecha circula,oculto por el follaje, el arroyo del Ampo, que da nombre a la primera parada que realizamos, la de la fuente del Ampo, con mesas para el descanso y un panel que señala la abundancia de acebos (Ilex aquifolium) en ese lugar. El texto del panel alude a la tristeza que siente un acebo macho que se enamora de una hembra y es que, efectivamente, esta especie tiene sexos separados y cada ejemplar desarrolla solo un tipo de flor, femenina o masculina, lo que dificulta su reproducción. Pero una vez conseguida, la hembra formará esos frutos rojos tan conocidos como tóxicos para nosotros aunque golosinas para las aves, que se encargarán de que la especie perdure.

Frutos de color rojo y hojas verdes espinosas del acebo
Frutos del acebo

Continuamos la pista y en un cercano cruce de caminos seguimos recto descartando el de a la izquierda que nos llevaría al pueblo de Arroyo. Después, en un nuevo cruce en un claro, hemos de tomar la senda de la derecha, balizada con un cartel que indica a Los Enebros.

Pinar con el suelo cubierto de helechos verdes y amarillos por el otoño
Pinar de pino silvestre con helechal y numerosos acebos

Toca ahora descender por un pinar bien conservado con helechos verdes y amarillos donde abundan de nuevo los acebos. Poco después llegamos al claro de Los Enebros (Juniperus communis) con bastantes ejemplares cargados de sus frutos que sirven para aromatizar la ginebra. El panel nos indica que cuando el ser humano abandona los pastos arrebatados al encinar, los enebros son de los primeros en recuperar el espacio perdido por el bosque.

El ambiente de la pista ahora cambia, pues la orientación sur hace de las encinas las reinas del lugar. Estamos en el “Barrio de las Encinas” y al de poco llegamos al Madroño Solitario (Arbutus unedo). Protegido por un vallado, el panel que lo acompaña nos recuerda que los madroños fueron habituales en épocas más cálidas anteriores a las glaciaciones y que en la actualidad es una especie escasa en Valdegovía y San Zadornil (hablé sobre el madroño en esta entrada).

Seguimos el descenso hasta confluir con otra pista y giramos a la derecha, dirección a Villafría. A pocos metros otro panel nos ilustra sobre La Vieja Encina (Quercus ilex), un bonito ejemplar que junto con el resto de sus congéneres ya está cargado de bellotas, me imagino que para deleite de torcaces, jabalíes, corzos y demás fauna.

Seguimos caminando y confluimos con la carretera BU-V-5531 que nos devuelve a Villafría (1,4 km). A la entrada de este apacible pueblo hay dos señales curiosas, como podéis ver en las imágenes (especialmente entrañable la de los niños).

Para finalizar con esta cómoda ruta os muestro los frutos otoñales de algunas plantas del recorrido.

Y aquí algunas de las hojas otoñales de diversos árboles de la ruta.

Mapa de la web de la Metrópoli Verde. En rosa, la ruta descrita
Mapa de la ruta

Nombres en euskera de las especies mencionadas:

Endrino: elorri beltza / escaramujo: arkakaratsa / arce campestre: astigarra / arce de Montpellier: ihar frantsesa / haya: pagoa / acebo: gorostia / enebro: ipurua / madroño: gurbitza / encina: artea / castaño: gaztainondoa / muérdago: mihura / espino albar: elorri zuria / roble marojo: ametsa

Nota: en los próximos días voy a añadir más mapas a las rutas de la Metrópoli Verde y variar el etiquetado de varias entradas. Si os llega un mensaje de WordPress advirtiendo de las modificaciones podéis obviarlo pues se refiere a esos cambios.

El té de roca, una planta delicatessen de los peñascos

Deambulaba hace poco por las peñas calizas que se encuentran en el puerto de La Horca, frontera entre Araba y Burgos, cuando vi una pequeña mata de té de roca (o de monte) afianzada en una fisura. Conseguí acercarme para fotografiarla y decidí no recolectarla por el momento. Pero cambié de opinión al ver más ejemplares y me lleve un ramillete para probar su famosa infusión (afortunadamente, el tallo casca muy bien y la raíz no sufre, lo que posibilita que vuelva a crecer).

Planta de color verde con flores amarillas entre las rocas
Mata de té de roca en un roquedo

El té de roca (Chiliadenus glutinosus o hasta hace poco Jasonia glutinosa), que en euskera se llama harkaitzetako tea, es una planta que alcanza los 30 cm de longitud y pertenece a la familia de las asteráceas (margaritas, txiribitas, girasoles…).

Tiene multitud de glándulas que desprenden un líquido pegajoso (es el significado de glutinosa) que se nota cuando se toca. Sus pequeñas flores son amarillas y surgen entre julio y septiembre. Toda la planta desprende un aroma delicioso, motivo por el que se ha utilizado de numerosas maneras y variados motivos desde hace siglos.

Crece en los roquedos soleados de roca caliza a cierta altitud. En Euskal Herria se encuentra en la zona central del territorio, Valdegovía incluida, aunque siempre de manera dispersa.

Detalle de las flores amarillas del té de roca
Flores del té de roca

Respecto al nombre, si bien es cierto que el auténtico té (Camellia sinensis) es una planta originaria de China y del sudeste asiático, no es menos cierto que en la península ibérica se le ha dado esa denominación a unas 70 plantas silvestres diferentes por ser aromáticas y haberse consumido en tisanas. De todas ellas, una de las más populares es el té de roca.

Con ella se elaboran infusiones y licores digestivos y hasta helados. Sus usos medicinales atribuidos son múltiples: para curar la apendicitis, en algunas zonas para combatir la diarrea y en otras, paradójicamente, para evitar el estreñimiento, contra las piedras del riñón, para adelgazar, pues se dice que “deshace las grasas”, para sanar catarros y bronquitis, como relajante y antidepresiva…

Los emplastos y ungüentos hechos con esta hierba se consideran eficaces para las lesiones de la piel, pues cicatrizan las heridas y quemaduras y evitan infecciones posteriores. Incluso en alguna zona se han utilizado para blanquear los dientes frotándolos con ella.

Pequeño ramo de plantas de té de roca sobre una tabla para ser utilizadas en infusión
Ramillete del té de roca

Una planta multisuos, como podéis ver. Si aún no la conocéis, deberíais buscarla en los peñascos del valle aunque sólo sea para degustar su aroma. No os defraudará.

Gaubea basatia 4000 Valdegovía salvaje

Hoy celebro que tras cuatro meses de andadura en el blog he recibido 4000 visitas. Me considero satisfecho teniendo en cuenta que los blogs de naturaleza no son como los de gastronomía o viajes, muy cotizados por la gente.

Agradezco a todas y todos los que me habéis dado ánimos, los que me habéis felicitado, los que me habéis propuesto mejoras e incluso nuevos temas para el futuro. Sé que la interacción con un blog es mucho más lenta que con las redes sociales al uso. Incluso un sencillo “me gusta” os exige inscribiros en WordPress y eso obstaculiza ese sencillo gesto (recibo numerosos whatsapp con esa misma intención, algo mucho más fácil).

Pero me apetece que mis contenidos, aunque no puedan competir con la inmediatez de las RRSS, perduren y sirvan de información o entretenimiento a la gente amante de la naturaleza, incluso pasados unos años. Yo, que consulto varios blogs, sé lo importante que es eso.

Pues bien, para celebrarlo he puesto un vídeo con algunas de las imágenes publicadas hasta ahora y que yo considero parte de la riqueza natural del valle de Gaubea – Valdegovía.

Eskerrik asko guztioi! Gracias a todas y todos!

Artemia parthenogenetica, un mundo exclusivo de hembras

Artemia parthenogenetica es un pequeño crustáceo (grupo al que pertenecen por ejemplo los cangrejos o las gambas) de unos 5 mm que vive en las aguas salobres de salinas costeras y continentales, un ambiente inhóspito para la mayoría de los seres vivos.

Dos hembras de Artemia parthenogenetica portando huevos en un pozo de las salinas de Gesaltza-Añana sobre un fondo negro
Hembras de Artemia parthenogenetica portando huevos en un pozo de las salinas de Gesaltza-Añana.

La artemia está repartida por varios continentes y entre los lugares donde habita están precisamente los pozos de salmuera de las salinas de Gesaltza-Añana. Allí, aclimatada a una concentración salina superior a 200 gramos de sal por litro de agua (el agua del mar Cantábrico ronda los 35 g/l) la artemia vive de una manera peculiar: ¡todos los individuos son hembras!

¿Cómo es posible? La respuesta está en un modo de reproducción llamado partenogénesis, a lo que alude, efectivamente, el epíteto “parthenogenetica”.

Consiste en que la hembra, sin necesidad de aparearse con un macho, pone huevos viables de los que nacerán hembras genéticamente idénticas a la madre. No es un mecanismo habitual, pero se da en varios grupos de invertebrados (los machos de las abejas, llamados zánganos, son partenogenéticos) e incluso en anfibios y reptiles muy eventualmente. Se asocia a la dificultad de encontrar pareja en determinados lugares y momentos y es una alternativa para que la especie perdure.

Hembra de Artemia parthenogenetica portando huevos en un pozo de las salinas de Gesaltza-Añana sobre un fondo negro
Hembra de Artemia parthenogenetica portando huevos en un pozo de las salinas de Gesaltza-Añana.

¿Ventajas? Claro, sin apenas esfuerzo (buscar pareja, aparearse…) una hembra puede poner decenas o miles de huevos y asegurar la supervivencia del grupo. La artemia, por ejemplo, puede poner unos 35 huevos (que al principio retiene en su cuerpo como puede verse en las imágenes) cada 5 días.

¿Desventajas? Evidentes también, pues al no haber diversidad genética un cambio ambiental podría afectar negativamente a una población que no tiene individuos algo diferentes que puedan adaptarse, lo que podría producir su extinción. No es extraño, pues, que la reproducción sexual, aun siendo más costosa, sea el mecanismo más extendido del planeta.

Parcelas llenas de sal y un canal que lleva agua salada en las salinas de Añana
Salinas en Añana-Gesaltza, hábitat de la artemia.

En el caso de nuestra artemia, de vez en cuando surge un macho mediante un proceso no bien conocido y que teóricamente podría aportar algo de variación genética, pero por lo visto sólo sería capaz de aparearse con una hembra de un linaje no partenogenético, con lo que su viabilidad en este caso plantea dudas.

¿Cómo llegó la artemia al Valle Salado si las salinas son hábitats muy dispersos y alejados entre sí? Pues gracias a las aves acuáticas migradoras que transportaron los huevos del crustáceo en sus patas. Por cierto, esos huevos pueden formar quistes capaces de resistir durante mucho tiempo aletargados en épocas adversas como la desecación de la salina o un crudo invierno para luego eclosionar cuando las condiciones mejoren.

La artemia de Añana no tiene muchos depredadores pues apenas hay animales que puedan vivir en ese ambiente tan difícil, pero en otras salinas ha surgido un feroz competidor, la americana Artemia franciscana, que se cultiva como alimento para peces de piscifactorías y de acuarios; como era previsible, ha conseguido escapar a los controles de cautividad y ahora se extiende por muchas salinas poniendo en riesgo la supervivencia de sus congéneres autóctonas . Esperemos que no ocurra esto en el Valle Salado y que nuestra artemia siga con su plácida vida en su particular spa salado.

Karl Blossfeldt, el fotógrafo de la arquitectura vegetal

Hace cosa de un año caminaba por Bilbao cuando me topé con un gran cartel publicitario en el que se mostraba una fotografía en blanco y negro de un helecho de delicadas formas. Yo conocía la imagen y pensé, con regocijo, que anunciaba una exposición en la ciudad, pero no, se trataba de una campaña publicitaria de una conocida marca de perfumes.

Su autor, el alemán Karl Blossfeldt (1865-1932), fue un escultor y fotógrafo que comenzó su andadura como modelador en una forja. Pronto mostró curiosidad por los diseños vegetales, una cualidad del naturalista entusiasta, y se dedicó afanosamente a fotografiar hojas, tallos y flores con una cámara diseñada por él mismo. Su técnica era a la vez sencilla pero minuciosa: situaba la planta contra un fondo neutro y aprovechando la luz natural obtenía primeros planos aumentados que mostraban la exquisita arquitectura de los vegetales.

Fotografía de Wikipedia Creative Commons

Lo curioso es que su intención no era fotográfica sino didáctica, pues cuando más tarde se convirtió en profesor de la Escuela de Artes Aplicadas de Berlín utilizó sus fotografías para que sus alumnos hicieran bocetos escultóricos y ornamentales a partir de ellas.

Tras una exposición en una galería, la vanguardia artística alemana se fijó en él. Impulsado por ese estímulo, publicó dos libros, Formas originales del arte (1928) y antes de morir, El Jardín maravilloso de la naturaleza (1932), que le convirtieron en un autor de culto.

Pues bien, estimulado yo también por este sensible personaje que ya de joven me llamó la atención, y como modesto homenaje a su figura, os muestro unas tomas de plantas de nuestro entorno utilizando una técnica similar. Podéis hacer vosotros mismo la prueba y veréis que el resultado puede ser sorprendente.

Si queréis ver multitud de imágenes de este autor, aquí tenéis uno de los muchos sitios donde se muestran.

La planta angélica silvestre antes de florecer, contra un fondo blanco. Imagen en blanco y negro
Angélica silvestre (Angelica sylvestris) antes de florecer. Río Omecillo
Tallos jóvenes con forma espiral de un helecho. Imagen en blanco y negro
Planta joven del helecho Blechnum spicant. Río Omecillo
Flores apretadas de la angélica silvestre a punto de abrirse. Imagen en blanco y negro
Angélica silvestre (Angelica sylvestris) a punto de florecer. Río Omecillo
Flores del nazareno contra un fondo blanco. Imagen en blanco y negro
Flores del nazareno (Muscari comosum). Puerto de la Horca
Dos frutos alados de un arce contra un fondo blanco. Imagen en blanco y negro
Frutos alados del arce (Acer platanoides). Bóveda