Hoy celebro que tras cuatro meses de andadura en el blog he recibido 4000 visitas. Me considero satisfecho teniendo en cuenta que los blogs de naturaleza no son como los de gastronomía o viajes, muy cotizados por la gente.
Agradezco a todas y todos los que me habéis dado ánimos, los que me habéis felicitado, los que me habéis propuesto mejoras e incluso nuevos temas para el futuro. Sé que la interacción con un blog es mucho más lenta que con las redes sociales al uso. Incluso un sencillo “me gusta” os exige inscribiros en WordPress y eso obstaculiza ese sencillo gesto (recibo numerosos whatsapp con esa misma intención, algo mucho más fácil).
Pero me apetece que mis contenidos, aunque no puedan competir con la inmediatez de las RRSS, perduren y sirvan de información o entretenimiento a la gente amante de la naturaleza, incluso pasados unos años. Yo, que consulto varios blogs, sé lo importante que es eso.
Pues bien, para celebrarlo he puesto un vídeo con algunas de las imágenes publicadas hasta ahora y que yo considero parte de la riqueza natural del valle de Gaubea – Valdegovía.
Longitud: 7 km. Tiempo: 1h 30 minutos. Dificultad: fácil. Desnivel: 110 m.
De nuevo me dispongo a realizar un paseo corto y sencillo pero apetecible desde el pueblo de Bóveda, esta vez para degustar un pequeño hayedo y su arroyo, ambos situados entre las colinas boscosas de La Sota y La Tejera.
Arranco desde el Centro Social del pueblo sobrepasando el frontón, donde nacen dos pistas agrarias. Tomo la de la derecha que pasa junto a los contenedores de residuos y se dirige hacia la sierra de Bóveda coronada por el monte Recuenco (1.217 m) (la otra pista será la del regreso).
En los bordes los endrinos están florecidos y a ambos lados los campos verdes de cereal contrastan con el cielo azul.
En un momento del recorrido la pista gira 90º a la derecha; es el momento de dejarla y continuar por un sendero herboso que nace a la izquierda. Abundan las primaveras y disfruto al poder pisar la hojarasca de encinas, quejigos y hayas, adornada por fragmentos del liquen Everniaprunastri, una especie habitual que puede recubrir ramas enteras.
Estoy caminando entre las colinas de La Ozácar (911 m) a la derecha y la de La Sota (908 m) a la izquierda, un agradable entorno dominado por un hayedo y un arroyo que lo cruza. A la derecha surge la cueva de La Ozácar, pero dejo su exploración para otra ocasión (¿tendrá algun invertebrado cavernícola interesante?), y continúo disfrutando de este ambiente salvaje.
Poco después los pinos silvestres o albares (Pinus sylvestris, la conífera autóctona y principal de todo Álava) vuelve a reinar y confluyo con una buena pista. La sigo y llego a un claro con dos opciones: por la derecha se asciende al Portillo de la Sierra (1087 m) y más allá al pueblo de Lalastra, en el Parque Natural de Valderejo, parte de la Etapa 7 del GR-282. Yo opto por el camino de la izquierda que desciende hacia Bóveda.
Llego al hayedo en el que quería detenerme. Un arroyo lo cruza y con semejante humedad los musgos cubren el suelo y troncos de las hayas abatidas por las tormentas con sus infinitos verdes. También el eléboro verde aporta su punto verdoso al conjunto.
Encuentro un tronco de haya tumbado; alguien ha tallado con el hacha el nombre de Bóveda, como queriendo dejar bien claro a quién pertenece el territorio. También veo algunos tejos jóvenes (Taxusbaccata, agina en euskera). Algún día hablaré de este árbol tan escaso como venenoso.
Me acerco al arroyo, que en esta época lleva bastante agua. Tiene una belleza especial y me doy cuenta del motivo: las aguas llevan tanta cal que el cauce adquiere una tonalidad beige, lo que resalta la transparencia del agua. Disfruto de este pequeño paraíso, trasteando por aquí y allá en busca de hongos, anfibios o de lo que surja.
Mi curiosidad tiene su recompensa cuando encuentro una población enorme del jacintoestrellado (Scilla lilio–hyacinthus), una llamativa planta silvestre que nunca había visto con semejante número de ejemplares.
Tras fotografiarla a placer, continúo y paso junto a la fuente de la Tejera, zona de captación de agua potable para Bóveda.
En la parte baja del camino el paisaje se despeja y doy con una nueva bifurcación. La pista de la derecha (Etapa 15 del GR-1) conduce al pueblo de Tobillas; yo continúo por la izquierda hasta dar con una verja metálica.
A partir de ese punto sólo queda seguir la pista agrícola que entre fincas de cultivo me devuelve al inicio de esta caminata forestal.
Nota: Google Maps tiene marcado el aerogenerador de Hozalla, parte del recorrido, por lo que esta ruta es sencilla de seguir con un teléfono móvil.
Longitud: 8 km. Tiempo: 2 h. Pendiente: moderada. Desnivel: 288m. Dificultad: fácil
Esta agradable ruta tiene un aliciente para niños y niñas: la posibilidad de observar con facilidad fósiles de erizos de mar (género Micraster), habituales en algunas zonas del sendero. Por lo demás, las vistas del valle de Losa (Burgos) que ofrece el Pico Hozalla son una gozada, más ahora que los campos de colza se tiñen de amarillo.
Iniciamos la ruta en el pequeño pueblo de Basabe (Gaubea – Valdegovía) y nos dirigimos por la derecha de la iglesia de El Salvador para seguir una pista agrícola que asciende hacia el cementerio y continúa por terreno despejado. En las campas ya han florecido la Potentillaneumanniana y la aulaga o elorri-triska en euskera (Genistascorpius) que con su nombre latino ya advierte de sus afiladas espinas.
A nuestra espalda, Basabe y la Sierra de Artzena al fondo parecen una postal.
La ruta, de poca pendiente, prosigue sin sobresaltos, alternando zonas de encinar y pinar con otras clareadas, en las que abundan los enebros. Además, veréis que la pista tiene muchas piedras sueltas y entre ellas es fácil encontrar el fósil Plagiostomahoperi, un molusco bivalvo semejante a una gran almeja que vivió hace unos 85 millones de años, y erizos de mar del género Micraster, ambos de cuando Araba / Álava estaba sumergida en un antiguo mar.
Fósil de Plagiostomahoperi. Cretácico superior, 85 millones de años aproximadamenteFósil de un erizo de mar del género Micraster. Cretácico superior, 85 millones de años aproximadamente
Poco después debemos atravesar un paso de alambrada situado a nuestra derecha. El nuevo camino se bifurca de nuevo y tomamos el de la derecha, que se interna en el bosque. Tras un cómodo llaneo llegamos al collado de Hozalla (910 m) donde se encuentra una estructura curiosa, un aerogenerador para la producción de energía eléctrica.
Aerogenerador en el collado de Hozalla. A la derecha se ve el saliente rocoso que hay que alcanzar para seguir hasta Peña Hozalla
Mirando hacia el valle de Losa, a nuestra derecha (O) se ven los contrafuertes boscosos del monte Risca (1008 m), y a la izquierda (NE), los de nuestro objetivo, el Pico Hozalla.
Para dirigirnos a él ascendemos por la ladera hacia el corte rocoso que separa las tierras de Valdegovía y Losa. No hay sendero marcado pero se intuye y rápidamente nos asomamos al barranco con unas bonitas vistas del pueblo de Hozalla a nuestros pies y sobre él el monte Risca.
Guillomo en flor (Amelanchierovalis; euskera, arangurbea). Es un arbusto típico de cornisas y zonas pedregosas calcáreas en Gaubea.
A partir de ahora se trata de avanzar fácilmente paralelos al corte hasta dar con la cima del Pico Hozalla. La vista es espectacular, con los campos de cultivo verdes y amarillos y pequeños pueblos inmersos entre ellos, como el de Mambliga de Losa a nuestros pies.
Pico Hozalla y el pueblo Mambliga de LosaPanorámica desde el Pico Hozalla. A la izquierda Mambliga de Losa, a la derecha, el pueblo de Hozalla y monte Risca.
Veréis que junto a la cima hemos confluido con una pista que asciende desde el sur y que nos servirá para volver cómodamente a Basabe.
La tomamos y al de 500 m de descenso seguimos rectos en un cruce y 600 m más allá, podemos atravesar una alambrada por la izquierda cuyo camino nos devuelve al primer paso atravesado en el ascenso (siguiendo Google Maps veréis que hay otras opciones muy parecidas). Solo resta volver a Basabe por el camino de subida.
Mapa de la ruta
Para finalizar menciono algunas plantas que aparecen continuamente en este y otros recorridos primaverales y que ya he comentado en otras entradas: hepática (Anemone hepatica), eléboro verde y eléboro fétido (Helleborus viridis, H. foetidus), primavera (Primula veris).
Anotación: la identificación y datación de los fósiles de mi blog ha sido realizada por Carmelo Corral, paleontólogo y conservador de las colecciones de paleontología del Arabako Natur Zientzien Museoa / Museo de Ciencias Naturales de Álava.
Si esta planta midiera 50 cm y no los modestos 10-20 que alcanza, hubiera sido codiciada por cualquier jardinero, pues hay que reconocer que sus flores se encuentran, en mi modesta opinión, entre las más bellas del bosque.
Flor del diente de perro
El dientedeperro (Erythroniumdens–canis) es una especie primaveral que crece en hayedos y varios tipos de robledales con suelo algo ácido, es decir, algo arenoso.
Tiene dos hojas opuestas y elípticas que nacen de la base y que presentan manchas de color pardo-granate. Posee un bulbo blanquecino con la forma del diente de un perro, origen de su nombre científico y común. A su vez, Erythronium deriva del griego erythros, rojo, por el color de sus flores.
Flores del diente de perro en un bosque
Éstas son solitarias y elegantes, con 6 tépalos rosados o púrpuras curvados hacia atrás que dejan así a la vista 6 estambres coronados por anteras azules y el estilo (femenino) dividido en tres estigmas.
Flor solitaria del diente de perro
Es una planta que apenas ha tenido usos tradicionales, tal vez por estar muy dispersa, aunque el cocinero Andoni Luis Aduriz, del restaurante Mugaritz, que además es un investigador de la botánica silvestre con fines culinarios, ha utilizado sus flores para decorar algunos platos.
Y como curiosidad he de mencionar su alianza con las hormigas para dispersar sus semillas: efectivamente, éstas poseen en su exterior una sustancia nutritiva llamada eleosoma, rica en aceites, que atrae a las hormigas; los insectos las transportan al hormiguero para consumirla dejando enterradas las semillas en las zonas de desecho del nido, donde se facilita su germinación. A esta manera de dispersar las semillas se le denomina mirmecocoria (del griego myrmekos, hormiga) y es utilizada por otras plantas como la falsa acacia, de cuyas semillas con eleosoma he adjuntado una fotografía que permita entender mejor la cuestión.
Semillas de la falsa acacia (Robinia pseudoacacia) con sus eleosomas (parte blanca)
Todos los pueblos de Gaubea-Valdegovía tienen la ventaja de tener numerosos senderos que se pueden realizar sin recurrir al automóvil y Bóveda no es una excepción.
Bóveda. Gaubea – Valdegovía
En esta ocasión he realizado un corto pero agradable paseo circular, de poca pendiente y apropiado para todas las edades y que tiene como referencia el entorno de Los Pozos, un lugar muy visitado por senderistas y recolectores de setas.
Inicio la marcha a la altura del centro social y camino por la carretera A-2622 en dirección al puerto de La Horca. A unos 250m, frente a una fuente-lavadero cruzo el río Omecillo por un puente y continúo por la pista de la derecha, balizada con una señal del enlace al GR-1 que se dirige a Río de Losa y el Puerto de la Horca.
En los bordes ya veo florecida a la olorosa primavera (Primulaveris, San Jose lorea en euskera) y a los endrinos (Prunusspinosa, elorri beltza en euskera). Tras superar la cuesta el terreno se abre a cultivos de cereal. Es el paraje de La Raneja y solo hay que seguir la pista agrícola teniendo en el horizonte la mole del monte Recuenco (1.217 m).
Primaveras en florEndrino en florCampos de cereal en abril en el paraje de La Raneja. Bóveda
Poco después el camino se bifurca pero descarto el de la derecha y continúo recto orientado por las marcas blancas y rojas del GR-1 además de flechas amarillas que se dirigen hacia los contrafuertes del Recuenco.
Penetro en bosque, mezcla de pinos, acebos y hayas, en cuyo suelo abundan las hepáticas y las primaveras y llego a una alambrada con un paso, que atravieso para seguir hacia la izquierda según indican las balizas blancas y rojas.
Hepáticas en flor
Atravieso un bello y antiguo muro de piedra cubierto de musgos y con azules hepáticas y me sumerjo en el hayedo cubierto del eléboro verde y por el que fluye un arroyo. El ambiente es un tanto caótico por las numerosas hayas caídas por las nevadas y que servirán de alimento a insectos, fundamentales para las aves y para la transformación de la madera en nuevo suelo.
Eléboro verde en el hayedo. Bóveda
En breves minutos salgo a la luz, en un claro situado entre dos colinas boscosas, la del Cueto (896 m) a la derecha y la de La Ozácar (907 m) a la izquierda. Estoy en el mencionado paraje de Los Pozos y en él se ubica un bonito abrevadero de piedra adornado con musgos, helechos y hepáticas.
Abrevadero en Los Pozos. Bóveda
Dado que es época de reproducción de anfibios me dispongo a curiosear. Y efectivamente, además de renacuajos variados veo varios ejemplares del tritón palmeado (Lissotriton helveticus) que en euskera se denomina uhandre palmatua. Este anfibio es habitual en charcas y abrevaderos donde es fácil de ver, aunque en el verano puede abandonar el agua para refugiarse en el bosque y adquirir una vida nocturna. Cojo uno con sumo cuidado para fotografiarlo tras lo que lo devuelvo a su hogar.
Tritón palmeado
En ese punto se puede continuar hacia el puerto de La Horca pero yo comienzo a retornar al pueblo tomando hacia la derecha la pista que desciende entre encinas y que me llevará a una planicie de pastos y carrascas clareadas, un agradable lugar llamado La Valleja.
Dado que la pista es de piedra suelta, trasteo un poco en busca de algún fósil, pues sé que en este lugar los hay, y efectivamente, no tardo en encontrar una especie de almeja gigante, el Plagiostomahoperi*, del Cretácico superior (hace unos 85 millones de años), muy habitual en Gaubea – Valdegovía.
Fósil de Plagiostomahoperi, frecuente en Gaubea – Valdegovía
Tras guardar mi trofeo fosilizado en la mochila continúo la marcha, atravieso una cancela metálica y observo a la derecha un gran ejemplar de encina cuya base está ahuecada, lo que incluso aumenta su valor estético.
Bonito ejemplar de encina (Quercus ilex) en La Valleja. Bóveda
Desciendo por la pista y llego a la carretera que me lleva de nuevo a Bóveda, dando por finalizada esta grata caminata.
Mapa de la ruta
Longitud de la ruta: 4,5 km. Tiempo sin paradas: 1 hora
*Nota: la identificación y datación de los fósiles de mi blog ha sido realizada por Carmelo Corral, paleontólogo y conservador de las colecciones de paleontología del Arabako Natur Zientzien Museoa / Museo de Ciencias Naturales de Álava.
En todas las rutas o paseos que estoy realizando esta primavera recién estrenada hay dos plantas omnipresentes en función del tipo de bosque: el eléboro fétido y el eléboro verde, por lo que escribiré sobre ambas.
Eléboro fétido en flor
El eléboro fétido (Helleborus foetidus) también llamado hierba ballestera o marihuana de tontos entre otros muchos nombres populares, es una planta de olor desagradable que alcanza 30-60 cm de altura. Sus hojas están divididas en lóbulos alargados que recuerdan a las de la marihuana; sus flores son verdes, acampanadas y compuestas por 5 sépalos verdes con el margen de color púrpura. En estas fechas ya han surgido los frutos, que en número de 2-4 tienen el aspecto de cuernecillos rematados por la punta del pistilo.
Flor acampanada del eléboro fétido
Habita en los claros de carrascales o encinares (Quecus ilex) y quejigales (Q. faginea), bosques tan habituales en Gaubea – Valdegovia que explican la abundancia de esta planta.
Frutos del eléboro fétido
El nombre de hierba ballestera parece que proviene de su antiguo uso para envenenar con su jugo la punta de las flechas, pues efectivamente esta especie es tóxica en su totalidad. ¡De nuevo las ranunculáceas mostrando su arsenal químico para defenderse del ganado y demás herbívoros!
El eléboro verde (Helleborus viridis) es algo más bajo pero de hojas similares, aunque sus flores, también formadas por 5 sépalos de color verde pálido o amarillento, son abiertas y no tienen el borde púrpura, lo que facilita su identificación. Tras ser fecundadas desarrollan 3 frutos similares a los del eléboro fétido.
Espectacular población del eléboro verde en flor
Le gustan los ambientes sombríos y por eso es habitual en los hayedos y otros entornos húmedos en los que sobresale respecto al fétido. Dado que muchos senderos de nuestro valle atraviesan carrascales y hayedos es fácil observar la alternancia de estas dos especies, cada una bien situada en su hábitat ideal.
Flores del eléboro verde junto a un arroyo
Al igual que su congénere también es tóxica pero esa circunstancia no ha sido obstáculo para que ambas especies se hayan usado popularmente para combatir un elevado número de enfermedades: contra el dolor de muelas, como abortivas, para eliminar verrugas, contra los piojos, para expulsar gusanos intestinales de los niños y un sinfín de cualidades, algo entendible pues son especies abundantes en toda Europa de las que se puede disponer con facilidad.
Sin embargo, dada su toxicidad, su venta en herbolarios y mercados ambulantes está prohibida tal como refleja una orden ministerial de 2004.
Frutos del eléboro verde
Dejo para el final sus nombres en euskera, con una curiosidad añadida: al eléboro fétido le asignan el género masculino (otsababa arra o haba de lobo macho) y al verde, el femenino (otsababa emea o haba de lobo hembra), algo que no se corresponde con la realidad pues son especies diferentes además de hermafroditas.
Al verde también le denominan bisixo-belar y xixari-belar, ambos con el significado de “hierba contra los gusanos intestinales” lo que indica la importancia que pudo tener para tratar esa infestación en los niños, aunque me imagino que en esos casos cuidaban mucho de no excederse en la dosis a la hora de preparar la infusión curativa.