Ruta circular desde Corro a Tobillas pasando por ermitas, cuevas y cascadas

Día de invierno soleado pero muy ventoso, por lo que descarto subir a las cumbres del valle y me decido por esta cómoda ruta que tiene varios alicientes (algunos ya comentados en otras entradas) y que por orden de visita son:

  • La ermita de San Vitores
  • La iglesia de San Román de Tobillas
  • las cuevas artificiales de Tobillas
  • la cascada de Corro
  • La necrópolis de Santa Olalla
Peña Karria y campos verdes de cereal. A la izquierda, semioculta, la ermita de S. Vitores

Comienzo la ruta en el pueblo de Corro, donde tomo un camino asfaltado que discurre por la trasera de las casas adosadas de la entrada del pueblo (ver la foto de Google Maps al final).

Con la Peña Karria siempre a la vista, llego a la carretera A-2622, que cruzo para proseguir recto por una pista que corresponde al GR-1, etapa 15 Tobillas – Bóveda. El viento balancea las flores masculinas de los avellanos, justo lo que pretende el arbolillo para dispersar su polen.

Flores masculinas del avellano

Cruzo el río Omecillo por un puente en el que crecen almohadillas de musgos y sigo las balizas blancas y rojas hasta que doy con el cruce de la ermita de San Vitores (izquierda), que alcanzo en pocos minutos. Tras contemplar el paisaje con Corro y la sierra de La Risca al fondo, retrocedo para seguir el GR-1, que tras ascender en ambiente de pinar gira a la derecha a la par que desciende dirección Tobillas.

Musgos

Siempre guiado por las balizas del GR-1 en los cruces que surgen, llego a una bifurcación en la entrada de Tobillas. El camino de la derecha (PR-4 Peña Karria) será el de la vuelta pero ahora entro en el pueblo, donde además de acercarme al exterior de su conocida iglesia románica, San Román (siglo IX) callejeo mientras fotografío detalles curiosos (un doble silo convertido en leñera, un muro adornado con cráneos de animales, fuentes del siglo XIX…).

Salgo del núcleo por el GR-1 dirección a Bóveda y al de 250 m llego a las cuevas eremíticas, que nunca dejan de sorprenderme. Su origen es igual al de las de Pinedo que ya comenté aquí.

Tras la visita vuelvo a Tobillas hasta el cruce de la entrada ya mencionado (PR-4). La pista agraria, en cuyo talud florecen ya las hepáticas (Anemone hepatica y gibel-belarra en euskera) llanea paralelo al río Omecillo. Hay que continuarla hasta que en un cruce gira a la izquierda para llevarnos a un puente junto al que se oculta la bonita cascada de Corro. El deshielo le ha dado vida y disfruto fotografiándola.

Cascada de Corro

Continúo hasta la carretera A-2622, justo al punto donde la carretera que sube a Corro, pero antes de tomarla me desvío 100 m a la derecha, dirección Villanueva de Valdegovía, para visitar la necrópolis de Santa Olalla y sus tumbas antropomorfas que ya describí aquí.

Necrópolis de Santa Olalla Siglos IX-XI)

Es hora de volver a Corro, para lo que retrocedo hasta el cruce anterior (carretera A-4336) y tras 600 m de caminata estoy de vuelta en el inicio de esta ruta sencilla pero llena de estímulos.

Detalle del inicio de la ruta desde el pueblo de Corro
Mapa de la ruta

La poesía de los musgos

Esta no es una entrada sobre la botánica de los musgos (algún día la haré pues tienen una curiosa historia que contar); esta vez os ofrezco una mirada (la mía) a sus estilosos diseños acompañados de las palabras que algunas escritoras y escritores les han dedicado.

Esporófitos de un musgo con las cápsulas donde maduran las esporas

Los musgos son los hermanos pequeños de las plantas, de cuerpo sencillo y talla humilde. No tienen flores ni frutos ni semillas, pero cuando los veo sobre un muro o en el tronco de un árbol siempre me acerco por ver si de nuevo me sorprenden. Afortunadamente mi pronóstico se cumple casi siempre.

Esporófitos de un vistoso color rojo

He dicho que no hablaré de la botánica de estos liliputienses pero he de hacer una salvedad: en la mayoría de las fotografías veréis unos filamentos que terminan en una cabezuela alargada cerrada por una cápsula afilada o no. Se trata del esporófito, una fase del musgo que crece sobre el que podemos llamar musgo “normal” (el verde que todos conocemos) y que se encarga de producir y liberar esporas. Es decir, en el ciclo vital de un musgo se alternan dos individuos: el “normal”, verde, y otro, el esporófito, que da a estas plantitas la elegancia que quiero transmitir con las imágenes.

Rocas cubiertas de musgo junto a un salto de agua

Tal como he indicado antes, he seleccionado algunos textos que recurren a los musgos para expresar emociones (alegría, calma, nostalgia) o sencillamente la fascinación por la naturaleza. Comienzo con dos escritores vascos. Jon Gerediaga, en su poemario Uztaroak eta zeinuak, escribe: “Bailara zahar goroldioz betea zeharkatuz bagoaz bide-bazterretik erreka eta biok astiro-astiro hurrengo presarantz” (A través del viejo valle cubierto de musgos, el arroyo y yo, despacio por la orilla, vamos hacia la siguiente presa).

Musgos con gotas de lluvia

Por su parte Hasier Etxebarria le dedicó unas palabras al escultor Koldobika Jauregi, pidiéndole que observara con su mirada creativa la vida que bulle sobre un tronco caído y cubierto de musgo:

“Begiraiozu goroldioari, ihintzaren biltegi itzel horri. Ikusi nola dabilen belaki horretan milazangoa, eta apur bat ezkerrerago zizare txiki arre bat, armiarma sareko borrokan” (Observa el musgo, ese inmenso almacén de rocío. Mira cómo camina sobre esa esponja el milpiés, y un poco a la izquierda, un pequeño gusano pardo lucha con la tela de araña…)

Rocío sobre musgo

Si vamos a oriente, este poema anónimo japonés del siglo VII dice: “Eternas montañas verdes y a su pie el musgo eterno e inmutable, verde claro bajo la lluvia de primavera”.

A su vez, el poeta chino Li-Po (siglo VIII) le dedicó a su amada: “Te añoro, y de los árboles caen hojas amarillas. Lloro, y sobre el verde musgo brilla el rocío”.

Musgos sobre una rama en la ribera de un arroyo

El escritor estadounidense M.L. Kiser expresa : “En un amanecer temprano, mientras la niebla se eleva entre los árboles, el musgo divaga…”.

Musgo sobre un muro

Mientras que el británico William Barnes (siglo XIX) les dedicó todo un poema con frases como estas:

“¡Oh musgo criado por la lluvia que ahora ocultas la corteza de la madera y el costado de la roca mojada, brillando hacia el sol! … ¡Oh musgo de invierno, avanza, avanza, y adviérteme del tiempo que se ha ido!”.

Los esporófitos parecen observarnos…

También las letras castellanas aluden a los musgos para expresar emociones parecidas. Como Antonio Machado al hablar sobre la belleza de un paisaje: “Como esmeraldas lucen los musgos de las peñas”.

Rosalía de Castro a su vez dejó escrito: “Para el pájaro el aire, para el musgo la roca, los mares para el alga, mayo para las rosas”.

Musgos soportando la helada

Termino con Isabel F. Bernaldo de Quirós, que en La senda hacia lo diáfano escribe: “Un petirrojo canta sus abriles entre los incipientes frutos del cerezo. Le responde la lluvia sobre el camino y la nostalgia de unos rayos que intentan filtrarse entre las nubes. ¿Te has fijado como llora el musgo de la orilla del tejado?¿La vida se le va?”

Esporófitos maduros de un musgo

Como veréis he omitido los escritos pesimistas que asocian a los musgos con la tristeza o la desolación, un recurso también habitual por crecer en lugares oscuros y sobre ruinas; pero me niego, pues para mi los musgos siempre serán bellos y saludablemente bucólicos.