Ruta circular desde Bóveda a Tobillas y vuelta por Quintanilla

Nota inicial: esta ruta comienza en Bóveda siguiendo a la inversa el GR-1 hasta Tobillas y sus cuevas artificiales para continuar por la ermita de S. Juan, luego el pueblo de Quintanilla y volver a Bóveda.

Longitud: 10 km Tiempo: 2 h 30 min Dificultad: fácil Desnivel acumulado:150 m

Después de una larga racha otoñal de sequía y calor parece que el invierno le da un mordisco al otoño, pues ha amanecido con niebla, frío y humedad. Pero no me importa, pues creo que con esta niebla el pinar que lleva a Tobillas tendrá un agradable aspecto bucólico.

Campas de La Cocinilla y pinar del GR-1

Empiezo a caminar frente al Centro Social de Bóveda dirección a la sierra por la pista de la izquierda (ver la fotografía de detalle al final) que tras un corto ascenso llanea entre campos de cultivo.

En un ambiente fresco, con pinos, hayas, avellanos y arces asciendo a una bonita zona de campas llamada La Cocinilla. Cerca de las hayas veo algunos ejemplares de pie azul (Clitocybe nuda), una seta comestible cuyo color puede ser muy llamativo.

Sin hacer caso de los desvíos que van surgiendo, desciendo y atravieso un arroyo que fluye por el barranco del Cotillo. Poco después atravieso una puerta metálica y encuentro una bifurcación con dos opciones: la de la derecha me llevaría al Portillo de la Sierra y al pueblo de Lalastra, en Valderejo; yo tomo la de la izquierda, que conduce a Tobillas por el GR-1 pero en sentido inverso (el GR-1, también llamado Sendero Histórico, es una larga ruta de unos 1.600 km que nace en la Costa Brava y termina en Finisterre).

Caminando por el GR-1

Me sumerjo en el pinar y llego a un arroyo en el que hace años vi tritones jaspeados (Triturus marmoratus) por lo que me dedico a trastear bajo troncos caídos y piedras. ¡Y voilá! Aparece uno que dentro de poco comenzará a buscar un remanso para reproducirse. Lo fotografío y continúo la marcha a la par que voy recogiendo algunas setas negrillas ( Tricholoma terreum) pues ya es su época.

Tritón jaspeado

Más adelante surge un camino que desciende por la izquierda hacia el barranco del Canto y que tal como muestro en el mapa es una opción para realizar (acortar) esta ruta circular sin pisar la carretera A-2622, pero yo sigo por el GR-1 camino de Tobillas.

Pocos metros antes de la entrada al pueblo un cartel indica el acceso a las cuevas artificiales de Tobillas, que junto con las de Pinedo y Corro forman un interesante conjunto arqueológico (siglos VI-VII). En esas oquedades excavadas en la caliza habitaron y fueron enterrados los ermitaños que vivieron de una forma tan dura como austera.

Cuevas eremíticas de Tobillas
Tobillas y la iglesia de S. Román

Tras visitarlas vuelvo a la pista y llego a Tobillas, con su iglesia de San Román (siglo IX) construida sobre un peñasco y considerada como la más antigua de Araba (podéis consultar aquí más información y la posibilidad de visitar la iglesia por medio de la Oficina de Turismo de Valdegovía).

Prosigo la marcha y salgo del pueblo para acceder a la carretera A-2622, que sigo dirección Bóveda (izquierda). Es sólo un tramo de 800 m hasta llegar a una pista que nace a la derecha tras cruzar el río Omecillo (este es el punto al que llegaríamos de haber cogido el camino antes mencionado).

La pista agraria me lleva a una bifurcación. La opción de la derecha nos llevaría a Valluerca, pero tomo la de la izquierda y al de poco paso frente a la ruinosa ermita de S. Juan (una pena su abandono).

Tras cruzar el arroyo del Cascajo asciendo por la pista hasta la carretera A-4337 que une Valluerca con Quintanilla. La continúo por la izquierda, para, sin llegar a entrar en Quintanilla, girar de nuevo a la izquierda y descender hacia Bóveda. Unos metros antes de llegar a la carretera general, una señal indica una pista a la derecha que me devuelve a Bóveda.

Nombres en euskera:

Pie azul: oin urdina/ seta negrilla: ziza arrea / tritón jaspeado: uhandre marmolairea

Detalle del inicio de la ruta
Mapa de la ruta

Una mirada fotográfica a ras de suelo (en el Día Mundial del Suelo)

Hongos mixomicetos de color granate sobre madera
Hongo mixomiceto sobre madera muerta en el bosque

Desde el año 2007 la FAO celebra el 5 de diciembre el Día Mundial del Suelo, una manera de reivindicar la importancia de esa fina capa fértil de la superficie terrestre de la que obtenemos el 90% de los alimentos. Paradójicamente, mientras ya habitamos en el planeta 8.000 millones de personas un tercio de los suelos está degradado por nuestra actividad: erosión, contaminación, salinización, en definitiva, destrucción. Frenar esa pérdida y recuperar un suelo saludable debería ser un objetivo prioritario a nivel mundial especialmente para atender a la enorme demanda de alimentos que el aumento de la población supone.

En esta entrada del blog no hablo sobre esa problemática sino que, modestamente, me limito a ofrecer una visión curiosa del suelo y de algunos de sus habitantes. Y es que el suelo me depara muchas sorpresas en mis caminatas naturalísticas. Camuflado en la hojarasca, escondido en el musgo o aferrado a la madera muerta siempre encuentro un detalle que me asombra. Son mis pequeños paisajes a ras de suelo, en los que cada protagonista cumple su papel en la salud de esa capa terrosa llena de vida. Estos son algunos de ellos.

Un liquen amarillo sobre una roca

Los líquenes de las piedras, como este liquen geográfico (Rhizocarpon geographicum), deshacen lentamente las rocas por los desechos ácidos que expulsan de su organismo. La fina capa de polvo rocoso que se libera será el inicio de un nuevo suelo.

Un grupo de musgos con gotas de lluvia

Los musgos siguen a los líquenes en la génesis del suelo; son poco exigentes y una delgada capa de tierra les vale. Muchos diminutos invertebrados se refugian y alimentan en los musgos. Los restos orgánicos de todos ellos enriquecen un suelo cada vez más maduro y profundo.

Una bellota con tonos rojizos se abre por la mitad cuando germina

Cuando el suelo ha evolucionado lo suficiente llega el momento de plantas más exigentes, primero las herbáceas y finalmente los árboles, que formarán bosques. En la fotografía superior una bellota de roble está germinando. En las inferiores hacen lo mismo una recién brotada haya y unas herbáceas.

Una joven planta de haya creciendo
Varias hierbas germinando entre musgos

La pequeña fauna del suelo forma redes alimenticias complejas: los hay que comen plantas vivas, otros las muertas y todo tipo de cadáveres y restos, y otros sencillamente son carnívoros. Entre todos perforan, airean, oxigenan el suelo; trituran, deshacen y descomponen la materia muerta que lentamente va liberando nutrientes al suelo. En las imágenes inferiores algunos invertebrados del suelo de un bosque.

Un caracol se desliza sobre hojas del suelo
Una pequeña babosa de color amarillo sobre una ramita
Un opilión de largas patas sobre un tronco
Una cochinilla amarilla sobre una hoja del suelo

No sería posible la formación de un nuevo suelo (ni siquiera de la vida) sin la actividad de hongos y bacterias, pues ellos transforman definitivamente lo orgánico en materia mineral, el alimento imprescindible, junto con el agua y el CO2, para que las plantas comiencen un nuevo ciclo.

Dos hongos amarillos y su cuerpo filamentoso sobre hojas muertas
El verdadero cuerpo de un hongo es el micelio, esa maraña de finos hilos que se extiende bajo el suelo digiriendo todo lo orgánico que encuentra, desde madera hasta hojarasca, excrementos, plumas o cadáveres de animales.
Dos hongos crecen desde el interior de una bellota
Todo resto de un ser vivo es posible alimento para los hongos, como en el caso de esta bellota.
Un grupo de hongos crece en el suelo de un hayedo con colores otoñales
Los hongos, junto con las bacterias, son los grandes descomponedores de la materia muerta. Sin ellos los suelos no recuperarían los nutrientes minerales cedidos a las plantas.

Mixomicetos, ni hongos ni extraterrestres, pero lo parecen

Comienzo con una advertencia: si quieres ver a estos esquivos seres en el bosque, tendrás que ir a buscarlos incluso a gatas o dependerás de una difícil casualidad pues muchos de ellos tienen un tamaño diminuto.

Numerosos cuerpos fructíferos de un mixo formado cada uno de ellos por un filamento y una esfera en la parte superior
Fotografía 1: Stemonitis spp. sobre madera de pino. Bóveda

Y ahora observa la fotografía 1. ¿A qué te recuerda? Aunque parezca un pastel de arándanos, esos filamentos tensos y coronados por esferas gelatinosas dan la sensación de algo extrañamente vivo, algo que no es ni animal ni vegetal y que por lo tanto debería ser un hongo, pero no.

Es un mixomiceto o coloquialmente, un mixo, aunque también se les llama hongos mucilaginosos, que significa algo parecido a mucoso. Hasta hace unas décadas se consideraron hongos pero los especialistas decidieron sacarlos de ese grupo e incluirlos en el reino de los protistas, un cajón de sastre que incluye desde seres unicelulares como los paramecios hasta las algas que vemos en la costa.

Numerosos cuerpos fructíferos de un mixo formado cada uno de ellos por un filamento y una cabeza alargada productora de esporas en la parte superior. Tienen color marrón y el fondo es verde.
Fotografía 2: Cuerpos fructíferos de Stemonitis spp. sobre madera de pino. 1,5 cm de altura. Bóveda

Y no es extraña la confusión; si os fijáis en la fotografía 2, la impresión es que se trata de un grupo de setas (¡la altura es de 1,5 cm!) creciendo de manera apretada. Pues bien, es una de las tres fases que desarrolla en su vida, ahí es nada. Veamos.

Masa celular llamada plasmodio de un mixo, de color blanco
Fotografía 3: Plasmodio de Stemonitis spp. sobre madera de pino. Bóveda

Al principio el mixo está formado por una célula microscópica que recuerda a las amebas; se dedica a reptar o nadar por el suelo húmedo y por los troncos caídos comiendo bacterias y levaduras. 

Después, dos de ellas se fusionan (“aparean”) y juntan sus núcleos en uno solo que a su vez comienza a dividirse (2,4,8…). Todos ellos se mantienen juntos dentro de un cuerpo único llamado plasmodio y que va creciendo hasta parecerse a una mucosidad (recuerda, mucilaginoso) bien visible que se mueve algunos milímetros por minuto por encima de la hojarasca y de la madera podrida en busca de alimento.

Numerosos cuerpos fructíferos de un mixo formado cada uno de ellos por un filamento y una esfera en la parte superior
Fotografía 4: Stemonitis spp. sobre madera de pino. Bóveda

Finalmente, cuando el ambiente se hace seco y peligroso, de esa masa viscosa surgen las fructificaciones que en algunas especies nos recuerdan a las setas (fotografía 2) con una base, un tallo y una cabezuela que produce y libera las esporas; de cada espora saldrá una célula y el ciclo vuelve a comenzar.

Las imágenes de esta entrada las he obtenido en madera de pino húmeda de la leñera de mi jardín. He utilizado un objetivo de macrofotografía pues el tamaño de estos mixos es similar al de una moneda de 5 céntimos. Su aspecto es extraño, desconocido, como si fuera algo llegado del espacio. Por eso me gustan los mixos, porque son bellos, inquietantes, porque ponen a prueba mi curiosidad de naturalista. Volveré con ellos en próximas entradas.