Arce de Montpellier, el pintor de los roquedos

En breve la otoñada cambiará el paisaje del valle. Los protagonistas no serán las carrascas y los pinos silvestres, claro, sino los hayedos y un variopinto plantel de especies que tornarán el color de sus hojas hacia los amarillos, naranjas y rojos. Fresnos, avellanos, quejigos, arces campestres, serbales… pero de entre ellos, yo me descubro ante el arce de Montpellier, desapercibido cuando permanece verde pero exultante de color en octubre y noviembre.

Hojas otoñales con sus 3 lóbulos característicos

Y a él le dedico esta entrada del blog, pues en mis paseos otoñales siempre está ahí, solitario o en pequeños grupos, pincelando el paisaje con unos colores casi imposibles.

Mide hasta 10 m y sus hojas, con 3 lóbulos, son inconfundibles, lo que permite distinguirlo del habitual arce campestre, que tiene cinco.

Florece en primavera, aunque sus flores pasan desapercibidas (al contrario que las explosivas flores de los cerezos, por ejemplo, que pretenden atraer a los insectos, las de los arces delegan en el viento el transporte del polen). De ellas surgirán los dobles frutos alados, llamados samaras, que caen girando al suelo cual helicópteros.

A la izquierda, hoja del arce campestre con 5 lóbulos

Estos arces habitan en diversos bosques de la región mediterránea pero parecen gustarles las pedreras y zonas rocosas, lo que nos permite disfrutar de ellos a distancia.

Iglesia de Ribera entre arces de Montpellier y otras especies

Cuando llega la estación de los colores, abandona la humildad del verde y se viste de amarillo, naranja, rojo, granate y de todas las gamas intermedias, como si celebrara el cambio de estación acudiendo a la fiesta del paisaje con sus adornos más provocativos!

Su uso etnobotánico ha sido muy reducido por ser un arbolillo disperso y de pequeño porte, aunque con su madera se han tallado utensilios de cocina y otros objetos pequeños. En algunas zonas de Castilla los pastores hacían cruces con sus ramitas, que ponían sobre el zurrón, pues pensaban que les protegían del rayo y del trueno. También se utilizó para hacer las piezas del encaje de bolillos. El significado textil y alegórico de ese término lo dejo a la curiosidad del lector. Ambos tienen su interés, aviso.

Bien, paro aquí para cederle el protagonismo cromático que merece. Espero que disfrutéis de él tanto como yo, año tras año…

Arce de Montpellier en el otoño
Tonos amarillos y naranjas bajo la Sierra de Artzena
Arce de Montpellier adornado con líquenes
Arce e iglesia de Ribera en Valderejo
Hojas caídas sobre un arroyo
Tonalidades diversas

Nombres en euskera:

Arce de Montpellier: ehiar frantsesa/ Arce campestre: astigarra