Espino albar, paisaje blanco con aroma de miel

De los pequeños árboles silvestres del valle y de toda Euskal Herria, tal vez sea el espino albar (Crataegus monogyna), junto con el laurel, el más venerado de la etnobotánica (el uso popular de las plantas).

Espino albar en primavera

Se le conoce con los nombres de espino albar, espino blanco y majuelo, y en euskera, elorri zuria o arantzazuria.

Mide entre 4-6 m de altura; sus ramas tienen unas duras espinas, origen de su nombre; las hojas son pequeñas y con 3-7 lóbulos irregulares.

Pero lo más llamativo son sus flores, que tienen un ligero olor a miel (es una especie melífera); son blancas, tan abundantes que recubren del todo el árbol. Todo un espectáculo primaveral especialmente cuando se encuentra en terreno clareado, lo que le permite desarrollar una copa semi redonda muy estética.

Flores del majuelo

Habita en los claros forestales y bordes de caminos; también forma, junto con endrinos y rosales silvestres, setos vivos, unos refugios importantes para la fauna.

A sus frutos se les llaman majuelas, guindas de pastor… y en euskera, abilurriak. Son del tamaño de un guisante y parecen manzanitas de color rojo, de carne harinosa (son comestibles) y con un huesecillo en su interior (como otras rosáceas tales como la ciruela, cereza, melocotón…). Surgen en otoño y su abundancia es vital para las aves y demás especies silvestres.

Majuelas o abilurriak (frutos del espino albar)

Como ya he comentado al inicio, es una especie muy valorada que tiene una variedad de usos enorme.

Como medicinal, sus flores se siguen usando (y vendiendo) en infusión para regular el sistema circulatorio (hipertensión, ritmo cardíaco, colesterol).

También ha valido para rebajar la ansiedad y calmar los nervios; y si queréis quitar un dolor de muelas, deberíais utilizar un remedio cordobés: cocer una rama de 9 nudos y aplicar la cocción en la zona dolorida.

Majuelas junto con otras plantas medicinales

Sus frutos han paliado el hambre en épocas de escasez y tanto los pastores como los niños las han consumido como entretenimiento. También han valido para hacer mermeladas y aguardientes o incluso como café después de tostarlos.

Espino albar en flor y Salinas de Añana

Sin embargo, en algunas zonas los consideran peligrosos, pues afirman que “producen locura” o “apendicitis”. Esto es porque su hueso, al igual que las almendras amargas, contiene cianuro de hidrógeno, muy tóxico según la dosis.

Es también, junto con el laurel, una especie protectora de la casa y de las huertas frente al rayo y todavía es habitual ver ramos o cruces hechas con espino en las puertas de muchos pueblos. Se suelen colocar el día de San Juan.

Y hablando de proteger, en algunas regiones las madres solían poner ramos de majuelo en las habitaciones de sus hijas adolescentes para asegurar su castidad. Intuyo que el método no era eficaz pero el efecto placebo también es tranquilizador.

No terminan aquí sus usos, pues su madera, densa y dura, sigue siendo cotizada para hacer mangos de herramientas y cachabas. La Inquisición, conocedora de esa cualidad, la usó para construir sus inhumanos aparatos de tortura.

Termino con una utilidad curiosa: no hace muchos años, en algunas zonas rurales los niños lanzaban sus frutos con una cerbatana hecha con una ramita de saúco (que se ahueca bien). Al grito de ¡majuelas con canuto se disparan al minuto!, jugaban y corrían por el pueblo libres de las ataduras que hoy día impone el teléfono móvil.

Fue tal el éxito del juguete que había gente que los vendía gritando ¡majuelas con canuto!. Creo que la gente de cierta edad visualizará perfectamente ese ambiente callejero y feliz en nuestros pueblos y barrios urbanos, hoy en vías de extinción.

Paisaje de montaña con espinos en flor

Posdata: este año he de hacer una cerbatana de saúco y probarla con majuelas. Seguro que sonrío.

Ruta circular desde Bóveda al monte Peña Alta (1.022 m) y descenso por el Puerto de La Horca

Tiempo total: 4 h 30 min Distancia: 16 km Dificultad: fácil Desnivel: 330 m

Peña Ata de Losa (1.022 m) se encuentra en el extremo occidental de la sierra de S. Pedro de la Risca, en tierras del valle de Losa aunque pegado a los extensos pastizales de La Granja, en Bóveda (Araba).

Cumbre de Peña Alta de Losa

La ruta es algo larga pero no exige un gran esfuerzo pues la pendiente siempre es suave. ¡Arranquemos!

Comienzo a caminar a la altura del numero 60 de la Calle Real de Bóveda, pasando junto a la fuente- lavadero y tomando la pista asfaltada de la izquierda tal como indico en la toma de Google Maps al final del texto. Llego a una bifurcación con una construcción de ladrillo y continúo por la izquierda hasta dar con una barrera metálica. Varios arbustos han comenzado ya a exponer sus frutos a las aves, como los escaramujos del rosal silvestre (Rosa canina), el saúco (Sambucus nigra) y el espino albar (Crataegus monogyna).

Tras la barrera comienza una bonita zona de pastos y encinas clareadas con aspecto de dehesa, aunque poco después la pista se adentra en un pinar mezclado con hayas.

Camino sin esfuerzo y más arriba, en una curva, un camino que asciende se me une por la derecha y poco después, en una bifurcación con aspecto de Y prosigo por el camino de la izquierda hasta dar con la cruz de Leocadio (1891), hecha de hierro.

Más arriba, cuando acaba la pendiente, el camino se curva de nuevo y se une con otro. Es el momento de girar a la izquierda para encontrarnos ahí mismo el barrerón metálico de Muniteri, muga entre Bóveda y Losa.

Cruzo la barrera y tomo la ancha pista de la izquierda que limitada por una alambrada tiene aspecto de cortafuegos. Estoy en tierras burgalesas y sigo cómodamente hasta una nueva bifurcación, en la que tomo la opción de la derecha (si siguiera recto llegaría al portillo que utilizaré en el descenso). Y así, sin darme cuenta, llego a un pastizal cubierto de quitameriendas (Merendera montana) con algunos cardos azules (Eryngium bourgatii) a pocos metros de la cumbre de Peña Alta, a la que llego tras 1 h 40 minutos de caminata.

Disfruto de las vistas: frente a mí la mole del Recuenco, a mi espalda, los pastos de La Granja, hacia el oeste San Pantaleón de Losa y hacia el E, Peña Karria y la Sierra de Artzena.

Panorámica desde Peña Alta con Peña Karria y la Siera de Artzena al fondo

Para descender me dirijo hacia el E (izquierda según se mira al Recuenco) por un difuso sendero que discurre paralelo al corte con el barranco hasta encontrar un portillo con una puerta de madera. Lo atravieso para continuar por una buena pista balizada con señales blancas y amarillas del PRC-BU-62 que conduce a Río de Losa. La cómoda senda me permite descender por la ladera norte del monte camino al puerto de La Horca.

Siguiendo las balizas llego a la fuente de Camoro y su abrevadero, un lugar agradable entre elegantes encinas. Es el momento de dejar el PR y girar a la izquierda para seguir las señales rojas y blancas del GR-1 que me dejan en la carretera A-2622/ BU-553, a 350 m del puerto de La Horca.

Fuente y abrevadero de Camoro rodeado de encinas

Llego al puerto y cruzo un paso de alambrada ubicado en la margen derecha; asciendo un poco para retomar las marcas del GR-1 y comienzo ya a descender con la carretera siempre a la vista. Llego así a unos cultivos que atravieso hasta dar con un giro a la derecha que me aleja de la carretera para bordear una colina.

Tras el rodeo veo de nuevo la carretera a unos 200 m. Atención! (*): es el momento de meterse por la derecha en la espesura junto a un arroyo (ahora seco) para ver un paso de caballete de madera y la pintura roja y blanca. Después aparece un claro y una buena senda que asciende casi 1 km por un pinar y que posteriormente, en un giro balizado, desciende al abrevadero de Los Pozos. Una señal indica que sólo quedan 2,3 km por el GR-1 hasta Bóveda .

El aromático orégano en flor

Sigo las marcas atravesando un bonito hayedo y tras desembocar en unos pastizales con encinas, prosigo por una pista agrícola en cuyos bordes todavía perdura el oloroso orégano (Origanum vulgare). La pista me conduce con rapidez a Bóveda justo hasta el punto de inicio de la ruta.

Nota referida al asterisco del texto: si estamos ya cansados y sin ganas de ascender hasta el paraje de Los Pozos, podemos acceder en ese punto a la carretera A-2622 y volver cómodamente a Bóveda (1,9 km).

Detalle del inicio de la ruta en el nº 60 de la Calle Real en Bóveda
Mapa de la ruta

Nombres en euskera de las especies mencionadas:

Rosa silvestre: arkakaratsa / saúco : intsusa beltza / espino albar: elorri zuria / quitameriendas: askari lorea / orégano: oreganoa

Pequeña ruta circular de Bóveda a Quintanilla entre orquídeas y espinos en flor

Longitud: 5,8 km Tiempo: 1 h 30 min Dificultad: fácil


Paisaje con el pueblo de Quintanilla
Quintanilla. En el centro la iglesia de S. Julián y Santa Basilia; a la derecha, la ermita de N. S. del Olmo.

La primavera en el valle está que se sale y aprovecho para realizar esta corta pero agradable ruta que comienza la altura del número 46 de la Calle Real de Bóveda.

Ascendiendo entre casas por la calle de la Estrada, tal como indico en la fotografía de Google Maps al final, pronto encontramos un camino labrado en roca, uno más de los que se dirigen hacia los pastizales de La Granja.

En los bordes abunda el apio caballar (Smyrnium olusatrum) cuyas semillas huelen parecido a la mirra, de donde procede el genérico Smyrnium. Antaño se consumía como verdura pero cayó en desuso al ser sustituido por el apio.

La planta apio caballar con sus flores verde amarillentas
Apio caballar en flor

Los espinos (Crataegus monogyna), cuya flor es muy apreciada y vendida para fortalecer la circulación sanguínea, están floridos y las abejas aprovechan la ocasión para zumbar sin descanso.

Espino albar en flor

A nuestra izquierda vemos un barranco poblado por quejigos, encinas, varios tipos de arces y otros arbustos que le dan un aspecto asalvajado. Por su fondo discurre el arroyo del Vallejo, aunque debido a la frondosidad del bosque, no se ve.

Flores azules de la aguileña
Flores de la aguileña

Tras atravesar una barrera metálica, y sin apenas pendiente, seguimos sin esfuerzo acompañados de las elegantes aguileñas (Aquilegia vulgaris). También llama la atención que la orquídea del chivo (Himantoglossum hircinum) sea tan habitual. Sólo por ver sus exuberantes flores acintadas ya merece la pena la caminata.

Flores acintadas de una orquídea
La bella orquídea Hymantoglossum hircinum
Flores blancas de la familia de las jaras en un prado
Prado cubierto por Helianthemum apenninum

Ya en terreno más abierto con los pastos cubiertos de Helianthemum apenninum (una flor de la familia de las jaras) un muro de piedra a nuestra derecha nos sirve de referencia. Cuando termina, allí donde el camino se bifurca, no seguimos ninguna de la dos pistas sino que giramos a la derecha por un sendero que discurre paralelo a una alambrada.

Caminamos por un encinar clareado donde abunda una florecilla elegante, Anthericum liliago, a la que se le conoce como flor de lis (por su parecido con la flor de los lirios) o flor de la araña, cuyo significado no he conseguido descubrir.

Flores blancas de Anthericum liliago
Anthericum liliago

Poco después confluimos con una buena pista que seguimos por la derecha, en sentido descendente hacia Quintanilla.

Aparecen dos plantas que llaman la atención, la orobanche (Orobanche gracilis), con sus corolas de color vino tinto, que es parásita de la aulaga (Genista scorpius) e Iberis carnosa, propia de suelos rocosos en los que forma unos bonitos conjuntos con sus apretadas flores lilas o blancas.

Tres plantas parásitas de color algo marrón del grupo de las orobanches
La parásita Orobanche gracilis
Conjunto de flores lilas de Iberis carnosa en el suelo
Iberis carnosa creciendo en un suelo rocoso

Seguimos descendiendo, atravesamos un arroyo y continuamos por el camino de la derecha que nos conduce a las inmediaciones de Quintanilla.

Atravesamos otra cancela metálica y a pocos metros, ¡atención!: en unas campas no cultivadas a nuestra derecha (se puede acceder a ellas por la parte derruida de un muro) hay dos orquídeas silvestres muy bellas, Orchis militaris y Anacamptis pyramidalis. Además, cantidad de pequeñas flores tiñen el prado de color, teniendo como fondo la iglesia y la ermita de Quintanilla. Una bonita postal, vamos.

Orquídea de color rosa llamada Orchis militaris
La orquídea Orchis militaris. Sus flores parecen una persona con un casco, como si fueran soldados; de ahí su nombre
Orquídea de color rosa llamada Anacamptis pyramidalis
La orquídea Anacamptis pyramidalis
Quintanilla en primavera

Volvemos al camino y atravesamos el pueblo. A su salida un cartel indica que quedan 1,6 km hasta Bóveda, todo cuesta abajo por una carretera sin apenas tráfico y con buenas vistas de la sierra de Bóveda.

Caminamos tranquilamente mientras contemplamos el mosaico que forman los diversos cultivos de cereal (trigo, cebada y avena) y las fincas de veza (una legumbre forrajera cuya vaina se ve a la izquierda), cada uno con su matiz de verde.

Antes de confluir con la carretera general, un desvío balizado a la derecha nos conduce por una pista agraria al centro de Bóveda, finalizando así esta cómoda excursión.

Plano de la ruta
Detalle del inicio de la ruta

Nombres en euskera de las especies mencionadas (en el caso de que exista):

Aguileña : kukupraka / Espino albar: elorri zuria