Longitud: 7 km. Tiempo: 1h 30 minutos. Dificultad: fácil. Desnivel: 110 m.
De nuevo me dispongo a realizar un paseo corto y sencillo pero apetecible desde el pueblo de Bóveda, esta vez para degustar un pequeño hayedo y su arroyo, ambos situados entre las colinas boscosas de La Sota y La Tejera.
Arranco desde el Centro Social del pueblo sobrepasando el frontón, donde nacen dos pistas agrarias. Tomo la de la derecha que pasa junto a los contenedores de residuos y se dirige hacia la sierra de Bóveda coronada por el monte Recuenco (1.217 m) (la otra pista será la del regreso).
En los bordes los endrinos están florecidos y a ambos lados los campos verdes de cereal contrastan con el cielo azul.
En un momento del recorrido la pista gira 90º a la derecha; es el momento de dejarla y continuar por un sendero herboso que nace a la izquierda. Abundan las primaveras y disfruto al poder pisar la hojarasca de encinas, quejigos y hayas, adornada por fragmentos del liquen Evernia prunastri, una especie habitual que puede recubrir ramas enteras.
Estoy caminando entre las colinas de La Ozácar (911 m) a la derecha y la de La Sota (908 m) a la izquierda, un agradable entorno dominado por un hayedo y un arroyo que lo cruza. A la derecha surge la cueva de La Ozácar, pero dejo su exploración para otra ocasión (¿tendrá algun invertebrado cavernícola interesante?), y continúo disfrutando de este ambiente salvaje.
Poco después los pinos silvestres o albares (Pinus sylvestris, la conífera autóctona y principal de todo Álava) vuelve a reinar y confluyo con una buena pista. La sigo y llego a un claro con dos opciones: por la derecha se asciende al Portillo de la Sierra (1087 m) y más allá al pueblo de Lalastra, en el Parque Natural de Valderejo, parte de la Etapa 7 del GR-282. Yo opto por el camino de la izquierda que desciende hacia Bóveda.
Llego al hayedo en el que quería detenerme. Un arroyo lo cruza y con semejante humedad los musgos cubren el suelo y troncos de las hayas abatidas por las tormentas con sus infinitos verdes. También el eléboro verde aporta su punto verdoso al conjunto.
Encuentro un tronco de haya tumbado; alguien ha tallado con el hacha el nombre de Bóveda, como queriendo dejar bien claro a quién pertenece el territorio. También veo algunos tejos jóvenes (Taxus baccata, agina en euskera). Algún día hablaré de este árbol tan escaso como venenoso.
Me acerco al arroyo, que en esta época lleva bastante agua. Tiene una belleza especial y me doy cuenta del motivo: las aguas llevan tanta cal que el cauce adquiere una tonalidad beige, lo que resalta la transparencia del agua. Disfruto de este pequeño paraíso, trasteando por aquí y allá en busca de hongos, anfibios o de lo que surja.
Mi curiosidad tiene su recompensa cuando encuentro una población enorme del jacinto estrellado (Scilla lilio–hyacinthus), una llamativa planta silvestre que nunca había visto con semejante número de ejemplares.
Tras fotografiarla a placer, continúo y paso junto a la fuente de la Tejera, zona de captación de agua potable para Bóveda.
En la parte baja del camino el paisaje se despeja y doy con una nueva bifurcación. La pista de la derecha (Etapa 15 del GR-1) conduce al pueblo de Tobillas; yo continúo por la izquierda hasta dar con una verja metálica.
A partir de ese punto sólo queda seguir la pista agrícola que entre fincas de cultivo me devuelve al inicio de esta caminata forestal.