Sue Hubbell, una mujer empoderada en las Montañas Ozark

Esta entrada no debería estar aquí, sino en una nueva página del blog a la que he llamado Mis libros, a la que puedes acceder desde aquí.

Sin embargo varias personas me han comentado que no se han dado cuenta de esa nueva sección y aprovecho esta entrada para comunicar a los lectores de su existencia. Por supuesto, los nuevos libros que vaya incorporando los comentaré en Mis libros.

Pero vayamos al grano con este precioso relato de nature writing:

Un año en los bosques. Sue Hubbell. Ed Errata Naturae 2016. 300 páginas.

Portada del libro Un año en los bosques de Sue Hubbell
Un año en los bosques, de S. Hubbell

Sue Hubbell (EEUU 1935-2018) estudió Biología y posteriormente trabajó como bibliotecaria en una universidad privada. Hastiada de una forma de vida consumista, en 1972 decidió irse a vivir con su marido a una granja ubicada en las Montañas Ozarks, una región del oeste americano boscosa y salvaje, con la idea de vivir de la apicultura.

Al poco tiempo su pareja la abandonó y S. Hubbell, lejos de amilanarse, decidió que aquel era su sitio, y eligió una vida austera basada en la producción y venta de miel y de un contacto permanente con la naturaleza.

Pacifista (se opuso a la guerra de Vietnam), feminista (el alegato que hace a favor de la mujer madura en el capítulo de la segunda primavera es soberbio) y conservacionista, escribió este libro en el que detalla su vida cotidiana según pasan las cuatro estaciones.

Escribe mucho y bien sobre las abejas (cualquier apicultor disfrutaría de lo lindo con este libro), pero no se olvida de los coyotes que le roban sus pollos, las serpientes a las que respeta, de todo tipo de aves y flores, que describe con detalle y a menudo con un toque de humor. Consiguió el respeto de los lugareños (ozakers) cuando vieron que no salía corriendo de vuelta a la ciudad y que asumía todas las tareas que conlleva la vida casi autosuficiente (talar árboles y trocear la leña, reparar la cabaña, el granero, la camioneta…). 

Se trata, pues, del diario de una mujer empoderada, un relato para degustar sin prisa y si se quiere, con pausas.

A la caza de trufas en Gaubea – Valdegovía

Las trufas (en euskera boilur) son hongos que fructifican bajo tierra (hipógeos les denominan los micólogos). Al igual que muchos de sus parientes que forman setas por encima del suelo (epígeos, consecuentemente) el cuerpo de las trufas, llamado micelio, está compuesto por una maraña de filamentos o hifas que envuelven a las raíces de árboles y hierbas, formando una asociación simbiótica llamada micorriza.

Trufa negra cortada por la mitad. Las zonas oscuras son las que producen esporas
Trufa (Tuber spp.). Las venas blancas son estériles y las oscuras, fértiles, pues producen esporas

Esta simbiosis es beneficiosa para ambos: las hifas del hongo facilitan al árbol la absorción de agua y sales y también le protegen de algunas enfermedades; por su parte, el árbol proporciona al hongo azúcares nutritivos que él es incapaz de sintetizar.

Las micorrizas no son exclusivas de las trufas; todo lo contrario, la inmensa mayoría de los hongos no parásitos, incluídos los comestibles tales como boletus, pardillas o perretxikos también se asocian con plantas a las que micorrizan.

Una persona acompañada de un perro adiestrado busca trufas en un encinar
Caza de trufas con perro adiestrado en un encinar. Valdegovía

Volviendo a nuestras trufas, se supone que esa adaptación a la vida subterránea surgió en algunas zonas del planeta cuando el clima se hizo árido y estos hongos buscaron refugio en la permanente humedad del suelo. Sin embargo surgió un problema nuevo: ¿cómo dispersar las esporas?. Las setas habituales lo hacen gracias a las ráfagas de viento, algo imposible para las trufas. Obligadas por la selección natural, desarrollaron una nueva estrategia: sintetizaron potentes aromas capaces de atraer a animales (jabalíes, tejones, ardillas, insectos…) que tras comérselas depositaban las esporas junto con las heces.

En Gaubea-Valdegovía existen varias especies de interés gastronómico que fructifican especialmente en invierno y en verano, y todas pertenecen al género Tuber. Dejo para una entrada posterior las de verano para centrarme ahora en las de invierno.

Entre ellas destacan, T. melanosporum o trufa negra, T. brumale o trufa de invierno y T. borchii o trufa de marzo. Y para conocer su mundo he acompañado a mi amigo Félix, que no se contenta con cogerlas y comerlas, sino que las busca, analiza, clasifica y colecciona con inquietud científica.

Detalle de una trufa posada en una mano y cortada para mostrar su interior
Trufa recién recolectada y cortada para mostrar su interior. Valdegovía

Acompañados de su perro trufero (su colaboración es imprescindible y por ese motivo se habla de “caza de trufas”) nos dirigimos a una finca de encinas micorrizadas, es decir, árboles comprados en viveros y a los que previamente se les inoculó el hongo.

El ritual recolector comienza cuando el perro deambula entre las encinas olisqueando el suelo; de pronto, se para, escarba ligeramente marcando así la ubicación de la trufa y espera a que el dueño se acerque. Mi amigo, ante mi asombro y siguiendo la costumbre de estos peculiares cazadores, se agachó y olfateó el suelo para certificar el diagnóstico del perro (me invitó a hacer lo mismo pero yo sólo percibí el olor a tierra). Luego, con un cuchillo trufero (una paleta puntiaguda), excavó hasta dar con el hongo. Para reforzar el acierto del perro, le ofreció como premio un poco de comida y el ritual se repitió hasta conseguir una pequeña cantidad, suficiente para él y su pareja y algún que otro amigo.

La especie más cultivada y cotizada es Tuber melanosporum o trufa negra, cuyo precio oscila entre 500 y 1.500 euros/Kg; pero las otras especies son también exquisitas y no hay nadie que las rechace.

Colección de trufas conservadas en alcohol en frascos de cristal. 5 frascos.
Colección de trufas para su análisis. Valdegovía

Por supuesto en los montes de Valdegovía también hay trufas silvestres pero su recogida está regulada por la Diputación de Araba-Álava y conviene conocer la normativa si se pretende recolectarlas, eso sí, siempre acompañado de un perro bien entrenado que no destroce las zonas truferas (los cerdos, con toda su fama, están prohibidos porque al ser muy glotones y poco proclives a cumplir órdenes pueden producir graves destrozos en las micorrizas).

Afortunadamente para los que no tenemos la opción de buscarlas, la Oficina de Turismo de Gaubea-Valdegovía (aquí tienes su web) organiza durante los meses de invierno visitas guiadas a truferas con posterior cata, una buena oportunidad para conocer y saborear estos cotizados hongos, aunque, ¡cuidado los supersticiosos!, ya que en la Edad Media eran malditas, pues se pensaba que eran una creación de Satanás y que su oscura corteza representaba la negrura del alma de los condenados al infierno.

Volviendo al recorrido trufero que realicé, la mañana terminó en casa de Félix donde degustamos unas tostas horneadas con jamón y trufa que nos preparó Virginia, su pareja. El sabor, magnífico y la amabilidad de los dos, insuperable. Espero al verano para acompañar a mi amigo en busca de otras especies, y, si es posible, finalizar la caminata de una manera tan grata como esta de invierno.

Iturri-belarra, el helecho de la diosa Venus

Adiantum capillus-veneris, llamado cabello de Venus o culantrillo de pozo e iturri-belar (hierba de las fuentes) en euskera, es en mi opinión uno de los helechos más delicados y bonitos de nuestra geografía.

Imagen del helecho culantrillo de pozo mostrando sus hojas con forma de abanico sobre un fondo negro
Culantrillo de pozo con sus hojas (pínnulas) en forma de abanico

El nombre Adiantum proviene del griego y significa “lo que no se moja”, aludiendo a que sus hojas repelen las gotas de agua. Por su parte, capillus-veneris se refiere a la cabellera de la diosa Venus, tal vez por los abundantes tallos lustrosos del culantrillo o a que Venus nació de las olas del mar con su exuberante melena seca por lo dicho anteriormente.

Es una planta siempre verde, cosmopolita, que puede medir hasta 40 cm de longitud. Sus tallos son negros y finos. Las hojas (frondes) están compuestas por numerosas hojitas (pínnulas) con forma de abanico que le dan un aspecto grácil, motivo por el que se han obtenido variedades ornamentales de interior.

Vive en las paredes húmedas de fuentes, cascadas y cuevas y si te acercas a uno de esos sitios tal vez puedas disfrutar de la belleza de este pequeño helecho.

Imagen vertical del helecho culantrillo de pozo mostrando sus hojas
El helecho Adiantum capillus-veneris. Valderejo

En cuanto a sus abundantes propiedades medicinales, antaño gozó de prestigio un jarabe hecho con él y azúcar para aliviar la tos, el catarro y otras afecciones respiratorias, todavía en uso en algunas zonas de la península también como infusión. Y cómo no, tal como indica la teoría de los signos, sus abundantes tallos negros semejantes a pelos recios hicieron creer a aquellas buenas gentes que sería un eficaz remedio para fortalecer el cabello, evitar su caída, la caspa y curar la sarna del cuero cabelludo. Con tal fin, lo trituraban y mezclaban con aceite y vinagre obteniendo una especie de pomada. Desgraciadamente, aquel tónico capilar no resultó eficaz y la alopecia persiste en nuestros tiempos.

Grupo de numerosos culantrillos creciendo en una pared húmeda
Grupo de culantrillos de pozo en una pared húmeda. Valderejo

No puedo dejar sin relatar una creencia que se dió en aldeas de Valencia: pensaban que para aliviar la tristeza de una chica abandonada por su novio era recomendable que se pusiera las hojas de este helecho en las alpargatas. Desconozco si también valía para los chicos, pero si alguien decide hacer la prueba, mal no le va a hacer, desde luego.

Nota: si alguien conoce el nombre que se le da a este helecho en Valdegovía y zonas aledañas le agradecería que me lo comunicara.

Día de Darwin, gracias Charles

Hoy se celebra en todo el mundo el Día de Darwin, padre de la teoría de la Evolución de las especies que cambió radicalmente nuestra percepción de la naturaleza y de cómo surgió el ser humano sin tener que recurrir a un origen divino carente de pruebas.

Flor de una orquídea silvestre con aspecto de abeja
Ophrys apifera, una orquídea silvestre que ha desarrollado una flor con aspecto de abejorro para atraer a esos insectos y conseguir la polinización

Charles Darwin (Inglaterra 12 de febrero de 1809-1882) vivió en una época dominada por las ideas religiosas que aceptaban e imponían que los seres vivos fueron creados por un dios. En ese ambiente social, uno puede imaginar la tensión que pudo sentir al atreverse a publicar su imprescindible libro El origen de las especies por medio de la selección natural (1859). El revuelo fue monumental, tanto en el mundo científico (que no aceptaba la teoría) como especialmente en el religioso, pues descartaba la mano creadora de Dios (en la actualidad diversas ramas del cristianismo siguen negando el origen natural del ser humano). Por fortuna, el apabullante número de pruebas que aportó obligó a los científicos a aceptar unánimemente sus postulados, que fueron finalmente completados con el descubrimiento de los genes, del ADN y demás mecanismos de la herencia.

Oruga de mariposa de la especie Calliteara pudibunda mostrando sus largos pelos que contienen sustancias irritantes
La oruga Calliteara pudibunda desarrolló pelos urticantes para defenderse de las aves. ¿No es fascinante?. Hayedo de Bóveda

Como bien es sabido, Darwin proponía que los organismos evolucionaban con el tiempo en la medida que se iban adaptando a los cambios que ocurrían en su entorno a largo plazo (miles o millones de años): sequías, glaciaciones, desecación de mares y lagos… Los adaptados, sobrevivían, los demás, se extinguían; es decir, había una selección natural, no siempre del más fuerte, sino del mejor adaptado.

Araña cangrejo Synema globosum de colores amarillo y negro sobre una flor amarilla
El mimetismo de las arañas cangrejo (Synema globosum) con las flores sobre las que esperan una presa es un bonito caso de adaptación al entorno. Corro

Él sabía que se producían cambios en la descendencia de plantas y animales y que algunos eran beneficiosos y además heredables. Claro está, no sabía que esos cambios, llamados mutaciones, se dan en los genes ( secciones del ADN que regulan todas las características de un organismo). Pero acertó en lo fundamental y desde entonces sabemos que los humanos provenimos de otros primates que a su vez surgieron de mamíferos menos complejos, que a su vez surgieron de reptiles, que a su vez….hasta llegar a las primeras células hace unos 3.500 millones de años.

Frutos de tipo villano de una planta asterácea dispuestos a ser transportados por el viento
Los frutos de las asteráceas suelen tener un penacho de pelos (abuelitos) que les permitirán viajar largas distancias llevados por el viento, una perfecta adaptación para prosperar

Darwin es sin duda un referente para la ciencia pero también para los naturalistas, pues él fue uno de los mayores que hemos conocido y le agradezco que me haya hecho comprender el origen de la fascinante variedad de la vida. Las fotografías de esta entrada reflejan tímidamente algo de esa variedad y de cómo plantas y animales se han adaptado a su entorno particular; cada una de ellas daría juego para más y más preguntas cuyas respuestas se encuentran, sin duda, en la Teoría de la Evolución.

La caléndula, la flor de los mil nombres

La caléndula (Calendula officinalis) es una planta que crece hasta 50 cm y que pertenece a la familia de las margaritas y girasoles. Su origen es desconocido, aunque se cree que surgió como especie cultivada a partir de su pariente silvestre, C. arvensis, que también habita en nuestro valle.

Flor con pétalos naranjas de la caléndula
Flor de caléndula. Bóveda

Con una buena capacidad para crecer sin cuidados, se ha naturalizado por todo el mundo, lo que explica la infinidad de nombres con la que se le conoce: maravillas, flamenquilla, margarita naranja… Algunos de ellos son poéticos, como esposa del sol, otros un tanto fúnebres, como flor de muertos o rosa de muertos; en euskera se le denomina aingeru-belarra (hierba de los ángeles) pero el que me produce una sonrisa es el de espantanovios. Teniendo en cuenta que su aroma es un tanto desagradable, ¿es posible que antaño las chicas de las aldeas se perfumaran con esta flor para ahuyentar a esos pretendientes inaccesibles al desaliento?. Si esto fuera cierto, auguro un prometedor futuro a la caléndula.

En cualquier caso es una bella flor de tonos amarillos o naranjas que crece en cunetas, escombreras y demás terrenos alterados pero que alegra el ambiente invernal en las calles de nuestros pueblos.

Grupo de caléndulas en flor creciendo en una acera junto a una casa
Flores de caléndula en una acera. Bóveda

Florece durante gran parte del año y de ahí proviene su nombre, derivado del latin “calendulae”, referido a las calendas o primeros días del mes, y por extensión, la que florece todos los meses.

Igualmente el epíteto officinalis significa que es medicinal. Parece que hay evidencias de sus propiedades balsámicas, cicatrizantes y antiinflamatorias en lesiones de la piel, circunstancia que aprovecharon en la cercana Casa del Parque del Monte Santiago de Berberana (Burgos) para organizar un taller en el que se elaboró un cerato de caléndula, un tipo de pomada con una base de aceite y cera de abeja, experiencia que repetirán próximamente.

También tuvo mucho prestigio para reducir los dolores de la regla, aunque en la actualidad ese uso no está validado.

En etnobotánica sus pétalos (ver nota al final) se han usado como sustitutivo del azafrán para colorear guisos y arroces, por lo que en algunas zonas le llaman azafrán de los pobres; así mismo se ha utilizado para teñir tejidos o dar color a quesos y mantecas.

Macro fotografía de los frutos de la caléndula
Macrofotografía de los frutos de la caléndula.Bóveda

Los frutos de la caléndula tienen formas curvadas, como pequeños gusanos de consistencia dura y cubiertos de púas. Para dispersarse quedan a la espera de adherirse a la piel de un animal o se dejan llevar por el agua de la lluvia. En el caso de las que adornan de forma natural mi casa, el agente dispersante fui yo: tras arrancar unas matas de caléndula secas de la base de la pared, barrí con un escobón los restos e introduje de forma accidental numerosas semillas a lo largo de una fina grieta longitudinal, de la que surgió una bella hilera de maravillas; desde entonces, las caléndulas adornan mi casa sin preocuparse de mis cuidados.

Nota: Las “flores” de las asteráceas (familia de las caléndulas, margaritas, dientes de león…) son realmente una agrupación de flores (inflorescencia) llamada capítulo. En él, cada “pétalo” es una flor, con su ovario y estambres. Por tanto, cuando los niños y niñas juegan al “me quiere, no me quiere” con una txiribita, lo que se arranca es una flor, y no un pétalo. Pero no creo que les interese mucho en ese momento.

Artemia parthenogenetica, un mundo exclusivo de hembras

Artemia parthenogenetica es un pequeño crustáceo (grupo al que pertenecen por ejemplo los cangrejos o las gambas) de unos 5 mm que vive en las aguas salobres de salinas costeras y continentales, un ambiente inhóspito para la mayoría de los seres vivos.

Dos hembras de Artemia parthenogenetica portando huevos en un pozo de las salinas de Gesaltza-Añana sobre un fondo negro
Hembras de Artemia parthenogenetica portando huevos en un pozo de las salinas de Gesaltza-Añana.

La artemia está repartida por varios continentes y entre los lugares donde habita están precisamente los pozos de salmuera de las salinas de Gesaltza-Añana. Allí, aclimatada a una concentración salina superior a 200 gramos de sal por litro de agua (el agua del mar Cantábrico ronda los 35 g/l) la artemia vive de una manera peculiar: ¡todos los individuos son hembras!

¿Cómo es posible? La respuesta está en un modo de reproducción llamado partenogénesis, a lo que alude, efectivamente, el epíteto “parthenogenetica”.

Consiste en que la hembra, sin necesidad de aparearse con un macho, pone huevos viables de los que nacerán hembras genéticamente idénticas a la madre. No es un mecanismo habitual, pero se da en varios grupos de invertebrados (los machos de las abejas, llamados zánganos, son partenogenéticos) e incluso en anfibios y reptiles muy eventualmente. Se asocia a la dificultad de encontrar pareja en determinados lugares y momentos y es una alternativa para que la especie perdure.

Hembra de Artemia parthenogenetica portando huevos en un pozo de las salinas de Gesaltza-Añana sobre un fondo negro
Hembra de Artemia parthenogenetica portando huevos en un pozo de las salinas de Gesaltza-Añana.

¿Ventajas? Claro, sin apenas esfuerzo (buscar pareja, aparearse…) una hembra puede poner decenas o miles de huevos y asegurar la supervivencia del grupo. La artemia, por ejemplo, puede poner unos 35 huevos (que al principio retiene en su cuerpo como puede verse en las imágenes) cada 5 días.

¿Desventajas? Evidentes también, pues al no haber diversidad genética un cambio ambiental podría afectar negativamente a una población que no tiene individuos algo diferentes que puedan adaptarse, lo que podría producir su extinción. No es extraño, pues, que la reproducción sexual, aun siendo más costosa, sea el mecanismo más extendido del planeta.

Parcelas llenas de sal y un canal que lleva agua salada en las salinas de Añana
Salinas en Añana-Gesaltza, hábitat de la artemia.

En el caso de nuestra artemia, de vez en cuando surge un macho mediante un proceso no bien conocido y que teóricamente podría aportar algo de variación genética, pero por lo visto sólo sería capaz de aparearse con una hembra de un linaje no partenogenético, con lo que su viabilidad en este caso plantea dudas.

¿Cómo llegó la artemia al Valle Salado si las salinas son hábitats muy dispersos y alejados entre sí? Pues gracias a las aves acuáticas migradoras que transportaron los huevos del crustáceo en sus patas. Por cierto, esos huevos pueden formar quistes capaces de resistir durante mucho tiempo aletargados en épocas adversas como la desecación de la salina o un crudo invierno para luego eclosionar cuando las condiciones mejoren.

La artemia de Añana no tiene muchos depredadores pues apenas hay animales que puedan vivir en ese ambiente tan difícil, pero en otras salinas ha surgido un feroz competidor, la americana Artemia franciscana, que se cultiva como alimento para peces de piscifactorías y de acuarios; como era previsible, ha conseguido escapar a los controles de cautividad y ahora se extiende por muchas salinas poniendo en riesgo la supervivencia de sus congéneres autóctonas . Esperemos que no ocurra esto en el Valle Salado y que nuestra artemia siga con su plácida vida en su particular spa salado.

Humedales, frágiles refugios de biodiversidad

Hoy, 2 de febrero, se celebra el Día Mundial de los Humedales, uno de los ecosistemas más frágiles y amenazados por la actividad humana.

Lago de Caicedo-Yuso rodeado por un bosque de encinas y por una campa de girasoles
Lago de Caicedo-Yuso, humedal incluido en el Convenio Ramsar

Los humedales son áreas cubiertas por agua dulce, salada o salobre, bien de manera permanente o temporal e incluye áreas muy extensas (línea de costa, arrecifes, marismas, grandes lagos…) pero también otras más reducidas, como pequeñas lagunas, turberas o embalses artificiales.

Son ecosistemas fundamentales por muchos motivos: regulan el clima, frenan las aguas torrenciales evitando catástrofes, proveen de agua potable, industrial y de regadío, algunos son importantes lugares de ocio y por supuesto acogen a una enorme diversidad de especies que encuentran en ellos refugio y alimento.

Balsas cubiertas de sal en las salinas de Añana
Eras cubiertas de sal en Gesaltza-Añana

Dado que sufren innumerables agresiones y con el fin de protegerlos, el 2 de febrero de 1972 se firmó el Convenio de Ramsar (ciudad iraní), que en la actualidad está vigente en más de 160 países.

En la Cuadrilla de Añana tenemos un lugar Ramsar formado por dos entornos relacionados por su historia geológica, el lago de Caicedo-Yuso (el único lago natural de la CAPV) y las salinas de Gesaltza- Añana. En los dos es protagonista el agua salada, cuyo origen se basa en una estructura geológica llamada diapiro y que explicaré en una futura entrada más específica.

Planta insectívora Drosera rotundifolia con hojas pegajosas para atrapar insectos
Atrapamoscas (Drosera rotundifolia), planta insectívora que habita en trampales de suelo silíceo (arenisca). Nograro

Caminar por esos enclaves es una delicia, especialmente en primavera, por la increíble variedad de flores silvestres que cubren los senderos (en esa época describiré una ruta botánica siguiendo la senda que une los dos humedales).

Libélula Libellula depressa, ejemplar macho de color azul posado en una rama
Individúo macho de libélula (Libellula depressa), habitual en charcas y embalses.

Si clicas aquí accederás a dos rutas, una corta llamada la Ruta Verde del Valle Salado, que bordea las salinas, y otra un poco más larga que continúa hasta el lago; ambas son adecuadas para niñas y niños. Y aquí tienes otra opción que añade a las anteriores el cómodo ascenso a la Peña la Uña (812 m). Y si quieres concertar una visita guiada por las salinas, algo inexcusable si te encuentras de turismo por la zona, aquí tienes el enlace apropiado.

Pinguicula grandiflora en flor. Es una planta insectívora
Grasilla (Pinguicula grandiflora), planta insectívora que habita en trampales. Valderejo.

Pero también existen en nuestro valle muchos pequeños enclaves como arroyos, charcas, abrevaderos y trampales (lugares empapados y cubiertos de musgos) que merecen nuestra atención y cuidado a pesar de su humilde tamaño, pues ofrecen cobijo a plantas y animales poco habituales que podrían desaparecer si su hábitat se altera.

Alga unicelular Micrasterias spp. Mostrando sus cloroplastos
Micrasterias spp., alga microscópica que vive en agua dulce. Los gránulos verdes son los cloroplastos. Imagen obtenida con microscopio (200x)

Las fotografías que se incluyen en esta entrada muestran algunas de esas especies. ¡Espero que las disfrutéis en vuestros paseos!

Hierba algodonera con sus flores blancas (Eriophorum angustifolium)
Hierba algodonera (Eriophorum angustifolium), planta que habita en turberas y trampales. Valderejo.
Flores de color rosa de la orquídea silvestre Dactylorhiza maculata
Dactylorhiza maculata, una orquídea silvestre que vive en turberas y trampales. Valderejo.

P.D.:

En la siguiente entrada comentaré el curioso caso de Artemia parthenogenetica, un pequeño crustáceo que vive en la salmuera de las salinas y que lleva una forma de vida realmente sorprendente.