Plantas parásitas, expertas ladronas

El parasitismo es una forma de vida que se da en todos los grupos de seres vivos y no podía faltar en las plantas. En ese caso, la planta parásita inserta sus raíces en la hospedadora y le roba el alimento, evitando de esa manera el farragoso proceso de la fotosíntesis. ¡Así son los caminos de la evolución biológica!

Os presento a dos especies que podemos ver en el mes de enero, el muérdago (sus frutos todavía perduran) y Lathraea clandestina, cuyas flores comienzan a verse ya.

Frutos del muérdago de color blanco y forma esférica
Frutos del muérdago (Viscum album). Valluerca

El muérdago (Viscum album), que en euskera se llama mihura, crece sobre manzanos, álamos, espinos…y se considera semiparásita, ya que tiene clorofila y puede fabricar su propio alimento, pero gracias al agua y a las sales que chupa de los árboles en los que habita.

Cuando la semilla germina, la pequeña planta desarrolla unas raíces que llegan hasta el interior de una rama y comienza a robarle líquido nutritivo (savia bruta). Según crece, sus tallos, que salen en muchas direcciones, se van ramificando (bifurcando) y terminan por darle a la planta ese aspecto esférico que podemos ver con facilidad ahora que los árboles están desnudos

En primavera echará la flor, apenas visible, pudiendo ver que hay individuos hembras e individuos machos. En otoño tardío surgirá el fruto, una baya de color blanco muy reconocible y que es tóxica debido a una sustancia llamada viscotoxina. La pulpa es viscosa (de ahí Viscum) y contiene una semilla, rodeada por una proteína, la viscina, que juega un papel importante como veremos a continuación.

Pero antes, una pregunta, ¿cómo es posible que el muérdago crezca a semejante altura? Pues gracias a los zorzales, mirlos y otras aves que se alimentan de sus bayas. Tras ser ingeridas, la viscina protege a las semillas de la digestión y además las adhiere a la rama cuando el ave las defeca; así comienza el desarrollo de una nueva planta.

El muérdago es una planta muy presente en la tradición popular. Existe constancia de que los pueblos celtas la veneraban pues la consideraban protectora frente al rayo y otras amenazas e incluso en Euskal Herria, hoy en día, se usa en las casas como amuleto navideño, a lo que hay que sumar la extendida costumbre de besarse bajo un ramillete para conseguir un amor eterno. ¡Por probar que no quede!.

La otra especie es Lathraea clandestina, una de mis parásitas favoritas que ya comienza a florecer bajo avellanos, alisos y otros árboles, eso sí, en lugares sombríos y húmedos.Sus tallos y hojas, que al no tener clorofila son de color blanquecino, son subterráneos, motivo por el que la planta pasa desapercibida (de ahí el nombre clandestina). Las raíces están insertadas en los árboles que he comentado, a los que roban azúcares, proteínas y otras sustancias nutritivas.

Grupo de flores de color púrpura que pertenecen a la especie Lathraea clandestina
Flores de Lathraea clandestina sobre las raíces de un avellano. Villanueva

Pero hay un momento en el que abandona la clandestinidad y se hace visible. Ocurre en invierno y más en primavera, cuando a ras del suelo surgen sus flores de un bello color púrpura o violeta con un labio superior que tiene forma de caperuza. Forman llamativos grupos de hasta 15 flores y cada una puede medir hasta 10 cm. Ese es el momento de observar a esta curiosa especie, pues luego volverá a ocultarse. Espero que la disfrutéis si la encontráis en vuestros paseos.

Grupo de flores de color púrpura que pertenecen a la especie Lathraea clandestina. Se ven también los tallos y las hojas de color blanco o beige
Lathraea clandestina mostrando sus tallos y hojitas subterráneas